Al son de “Garota de Ipanema” y otros clásicos brasileños, 14 toneladas de fuegos artificiales encantaron a los cariocas y turistas que bajaron hasta la playa, en una noche de tiempo inestable y menos aglomeraciones que antes de la pandemia.

“Fue emocionante, porque pasamos mucho tiempo en pandemia y ahora que los fuegos volvieron, parecen más bonitos, son más significativos”, dijo a la AFP la carioca Andreia Viana, 47, que observó atenta los 16 minutos de show pirotécnico junto a familiares y amigos, vestida con un mono amarillo “para atraer prosperidad”.

Con sus fuegos artificiales y la tradición de vestirse de blanco, Río de Janeiro volvió este viernes pasado a celebrar su fiesta de fin de año en la playa de Copacabana, aunque con menos público debido a la lluvia y las restricciones por la pandemia.

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La llovizna intermitente que cayó a lo largo del día dio una tregua a la medianoche y animó a quienes bajaron a la arena para descorchar sus espumantes, arrojar flores al mar y sacarse selfis en la famosa fiesta de fin de año, que debe extenderse hasta entrada la madrugada.

La expectativa del sector hotelero es de una ocupación cercana al 100% el fin de semana. Pero ante la llegada de la variante ómicron, las autoridades tomaron una serie de medidas para reducir las aglomeraciones en Copacabana, como la cancelación de los shows musicales, el cierre del metro, la prohibición de circulación de coches después de cierto horario y el desvío de ómnibus provenientes de otros barrios.

El resultado fue una imagen muy distante al último ‘Reveillon’, a inicios de 2020, cuando un récord de casi tres millones de personas colmó la playa de punta a punta. El año pasado la fiesta se canceló debido a la pandemia, que ha causado más de 619.000 muertes en Brasil.

“Cacerolazo” contra Bolsonaro

La ciudad quemó fuegos en otros nueve puntos de la urbe, alentando al público a acudir al más cercano para evitar aglomeraciones. “Esperaba mucha más gente, que fuera estresante, pero está tranquilo, me gusta”, admitió la neurocientífica colombiana Alejandra Luna, de 28 años, que vive en Austria y resolvió cruzar el Atlántico para festejar el nuevo año con amigos colombianos y europeos.

Su deseo para 2022 es poder “dar besos y abrazos sin pensar mucho”, algo que la pandemia le ha quitado. Luna se mostró satisfecha en tener que presentar su comprobante de vacunación para hospedarse en la ciudad, una medida de las autoridades locales que volvió a ser criticada por el presidente ultraderechista Jair Bolsonaro en su último discurso del año, previamente grabado y transmitido por cadena nacional el viernes por la noche.

“No apoyamos el pase sanitario ni cualquier restricción a aquellos que no desean vacunarse”, dijo el mandatario en su discurso, que transcurrió en medio de un intenso ‘cacerolazo’ de protesta en varias capitales de Brasil.

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Ómicron

Otras capitales brasileñas como Sao Paulo o Salvador cancelaron sus festejos de fin de año ante el vertiginoso aumento de casos en el mundo provocados por la variante ómicron. Al revés que otros países, el número de casos de coronavirus todavía se mantiene bajo control en Brasil, aunque los datos recopilados en las últimas semanas son parciales debido a un ciberataque que sufrió el sitio del ministerio de Salud a principios de mes.

El alcalde de Rio, Eduardo Paes, afirmó el jueves que la ciudad debe preparase para un “aumento significativo de casos”, ya que el porcentaje de resultados positivos entre los tests realizados aumentó de 0,7% para 5,5% en la última semana. Más del 67% de los 213 millones de brasileños ha recibido hasta ahora dos dosis anti-COVID y 12% una tercera inyección.

Mientras ciudades como Moscú y Sidney recibieron el año nuevo con fuegos artificiales, muchos gobiernos han decidido recuperar las restricciones para este periodo festivo. Ciudad de México o Bangkok cancelaron sus celebraciones de Año Nuevo, Grecia prohibió la música en bares y restaurantes y el papa Francisco suspendió su habitual visita de Nochevieja al pesebre de la plaza San Pedro.

Fuente: AFP.

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