El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, agradeció el sábado a los votantes por darle una “victoria convincente” y se comprometió a ser “un presidente que une, no que divide”.
“Amigos, el pueblo de esta nación ha hablado. Nos ha entregado una victoria clara, una victoria convincente”, dijo un exultante Biden en su discurso de victoria frente a partidarios en su feudo en Wilmington, Delaware.
El veterano político demócrata, que derrotó en las elecciones del martes al mandatario republicano Donald Trump, pidió a los estadounidenses que dejen de tratar a sus oponentes como “enemigos” y prometió “hacer que Estados Unidos vuelva a ser respetado en todo el mundo”.
Te puede interesar: Joe Biden: el segundo católico que llega a la presidencia de los EEUU
Kamala Harris saluda “un nuevo día para EEUU”
La elección de Joe Biden a la Casa Blanca marca “un nuevo día para Estados Unidos”, dijo este sábado su compañera de fórmula y vicepresidenta electa, Kamala Harris, en su discurso de victoria.
“Cuando se sometió a votación nuestra democracia en esta elección, con el alma de Estados Unidos en juego mientras el mundo miraba, se abrió un nuevo día para Estados Unidos”, dijo a los partidarios demócratas en un acto en Wilmington, Delaware.
Lea también: Lula dice que el mundo “respira aliviado” tras victoria de Biden en EEUU
Fuente: AFP.
Dejanos tu comentario
Los Biden, la nueva “primera familia” de Estados Unidos
El presidente electo de Estados Unidos, Joe Biden, y su esposa, Jill, se convertirán en los nuevos residentes de la Casa Blanca cuando el demócrata de 78 años asuma el cargo el miércoles.
Biden ha hecho de su familia un foco importante a lo largo de su carrera, y su campaña presidencial de 2020 los puso completamente en el centro de atención. Algunos miembros causaron controversia, pero otros rompieron barreras. Aquí hay un vistazo a los miembros de la nueva “primera familia” de Estados Unidos.
La primera dama
Jill Biden, educadora, está lista para transformar su nuevo rol, incluso antes de mudarse a la Casa Blanca. Mientras que las primeras damas tradicionalmente solo cumplen con deberes ceremoniales, Jill Biden tiene la intención de mantener su trabajo de tiempo completo como profesora de inglés.
Como primera dama, se espera que trabaje en cuestiones de educación y relance “Joining Forces”, una misión para movilizar a las familias de militares que ella y Michelle Obama comenzaron en 2011.
Lea más: OMS: 28 millones de dosis de vacunas distribuidas en el mundo
Los Biden se conocieron en 1975, pocos años después de que el entonces senador de Delaware enfrentara lo impensable: su joven esposa e hija murieron en un accidente de auto. Biden dice regularmente que su segunda esposa “volvió a unir” a su familia.
La pareja se casó en 1977 y ella se convirtió en la “mamá” de sus hijos Hunter y Beau, quienes sobrevivieron al accidente. Tienen una hija en común, Ashley, que nació en 1981. Mientras criaba a su familia, Jill Biden obtuvo dos maestrías y un doctorado en educación.
Ella apoyó a su esposo a través de sus tres candidaturas presidenciales anteriores y fue una de sus defensoras más vocales y activista incansable durante su carrera más reciente.
Los primeros hijos
Biden ha hablado a menudo sobre cómo su relación con sus hijos lo ayudó a sobrellevar el duelo mientras construía su carrera política, así como cuando se casó con Jill. Durante años, mientras era senador, viajaba en tren dos horas entre Washington y la casa de la familia en Delaware, para estar allí para Hunter y Beau.
Beau fue visto como heredero de la ética de servicio público y las habilidades políticas de su padre. Sirvió en el ejército en Irak y se convirtió en el fiscal general de Delaware.
Pero murió de cáncer de cerebro en 2015 a los 46 años, menos de dos años después de ser diagnosticado. Biden se refiere a su difunto hijo a menudo en discursos políticos, y visita regularmente su tumba, así como las de su primera esposa e hija.
El otro hijo de Biden, Hunter, se ha mantenido más lejos del centro de atención. Luchó contra la adicción al alcohol y las drogas, y fue dado de baja de la Reserva Naval en 2014 después de una prueba positiva de cocaína.
Se convirtió en un foco habitual de los ataques de Donald Trump antes de la votación del 3 de noviembre por sus negocios en Ucrania y China. Hunter, de 50 años, ahora un artista radicado en Los Ángeles, admitió haber mostrado “falta de criterio” en algunos de sus negocios, pero negó haber actuado mal.
Biden, sin embargo, ha sido inquebrantable en el apoyo a su hijo. Durante el debate presidencial final, cuando Trump se burló del uso de cocaína de Hunter, el exvicepresidente simplemente dijo: “Estoy orgulloso de él. Estoy orgulloso de mi hijo”.
Las primeras mascotas
Después de que Trump fuera el primer presidente en más de un siglo en no tener un perro, los Biden traerán dos con ellos. Los pastores alemanes, Champ y Major, así como un gato, cuya raza y nombre aún no se han revelado, se mudarán a la Casa Blanca el 20 de enero.
Champ ha estado con los Biden desde 2008. La familia adoptó a Major en 2018. Según el equipo de Biden, será el primer perro adoptado que vivirá en la Casa Blanca.
Los compañeros caninos aparecieron en uno de los anuncios de campaña de Biden en donde advertían a los votantes que “eligieran sabiamente a sus humanos”, destacando clips de Trump burlándose de la idea de una mascota presidencial. Los dos perros también protagonizaron el mensaje navideño de los Biden.
Fuente: AFP.
Dejanos tu comentario
Se le criticó por ser demasiado arraigado a Washington, demasiado reacio a hacer campaña durante la pandemia y demasiado mayor, pero Joe Biden superó a los escépticos y se convertirá el miércoles en el 46° presidente de Estados Unidos, con no pocos retos por delante.
En lo inmediato, el demócrata Biden deberá tranquilizar a una nación tensa después de la salida de la Casa Blanca del republicano Donald Trump con un segundo juicio político pendiente, esta vez por el asalto de varios de sus seguidores al Congreso, que dejó cinco muertos.
Lea más: COVID-19: según algunos datos, inmunidad de vacunas dura hasta ocho meses o más
El nuevo presidente no podrá centrarse, sin embargo, en sanar las heridas políticas. Tendrá también que liderar la lucha contra una pandemia feroz, reparar una economía que se hunde y unir a una ciudadanía profundamente dividida. Los demócratas esperaban que la victoria de Biden en noviembre permitiera pasar la página de la divisiva presidencia de Trump.
El mandatario republicano no reconoció sin embargo su derrota y, con la ayuda de sus más fervientes partidarios, lanzó acusaciones infundadas sobre un supuesto fraude electoral que culminaron el 6 de enero en la toma del Capitolio, el templo de la democracia estadounidense. Ante el sombrío panorama, Biden ha estado reiterando el mensaje que dio poco después de las elecciones: la ayuda está en camino.
“La crisis de profundo dolor humano salta a la vista”, dijo el jueves desde su feudo de Wilmington, Delaware. “Tenemos que actuar y tenemos que hacerlo ahora”. Pero, ¿puede el hombre que se ha presentado como sanador cumplir sus objetivos en un país donde la ideología de Trump, independientemente de haber perdido la reelección, muestra pocas señales de disminuir?
Lea más: Israel proveerá vacunas para sobrevivientes del Holocausto alrededor del mundo
Rara vez dos candidatos presidenciales fueron tan distintos como en la campaña de 2020, que enfrentó al veterano político Biden, exvicepresidente y exsenador, con el multimillonario empresario Trump, llegado hace cuatro años como un “outsider” a la Oficina Oval.
Mientras que Trump apenas movió un dedo para liderar la lucha contra la pandemia luego de las elecciones, aparte de vanagloriarse de acelerar el desarrollo de las vacunas, Biden prometió un “nuevo capítulo” para la nación.
Ya anunció un plan de rescate de 1,9 billones de dólares para impulsar la primera economía mundial y luchar contra el coronavirus, que incluirá la inyección de 100 millones dosis de vacunas en sus primeros 100 días en el cargo. Pero el inicio de su mandato se verá probablemente eclipsado por el juicio político de Trump.
Veterano de la política
Tras competir por la Casa Blanca en 1987 y 2008, “Joe, el de clase media” buscó una tercera oportunidad, convencido de que podía restaurar el “alma” de Estados Unidos. Y a pesar de una campaña llevada a cabo principalmente desde su casa por la pandemia, mientras su rival hacía actos multitudinarios por todo el país, logró desbancar al republicano Trump.
Cuando tome el juramento del cargo, Biden, de 78 años, será el jefe de Estado estadounidense de mayor edad en ser investido en la historia del país. Biden llegó a la arena política nacional con solo 29 años, tras una sorpresiva victoria como candidato a senador por Delaware en 1972. Pero un mes después, la tragedia lo golpeó: su esposa Neilia y su hija de un año Naomi murieron en un accidente de tráfico mientras estaban de compras navideñas.
Los dos hijos de Biden resultaron gravemente heridos, pero sobrevivieron, aunque en 2015, el mayor, Beau, murió de cáncer. Estas pérdidas forjaron la empatía que transmite Biden cuando interactúa con la gente, una cualidad que Trump nunca logró mostrar, ni siquiera ante la pandemia que ha dejado cerca de 400.000 muertos en Estados Unidos.
Las habilidades políticas de Biden en el mano a mano son incomparables: puede encantar a estudiantes universitarios, compadecerse de los maquinistas desempleados de la zona industrial del Medio Oeste y hacer una crítica feroz de sus rivales. Su propensión afable y sociable se vio restringida por el COVID-19, que en marzo lo obligó a quedarse en casa y lo volvió más cauteloso.
Aunque ya no tiene el dinamismo de cuando era vicepresidente de Barack Obama, Biden mantiene su sonrisa deslumbrante. Su andar sin embargo es más delicado y su cabello blanco luce más fino.
Sus opositores, e incluso algunos demócratas, se preguntaban si Biden, locuaz y propenso a cometer errores, tropezaría en su larga campaña contra Trump. El presidente de 74 años lo llamaba regularmente “Joe el dormido” y llegó a decir que tenía sus capacidades mentales disminuidas. Pero Biden se encogía de hombros ante los ataques, y en septiembre, en un arranque de frustración por las incesantes interrupciones de Trump durante su primer debate, llegó a pedirle que se callara.
“Un puente”
El demócrata comenzó su carrera en el Congreso de los senadores más jóvenes de la historia norteamericana. Pasó más de tres décadas en la Cámara Alta antes de ser la mano derecha de Obama de 2009 a 2017.
El mensaje de Biden durante la campaña se basó en gran medida en su asociación con el todavía popular primer presidente negro de Estados Unidos, y en su capacidad para negociar con muchos líderes mundiales. “Conozco a estos tipos”, solía decir.
Su propuesta de política moderada en un momento de gran polarización fue un bálsamo para un electorado agotado de los escándalos y el caos en la Casa Blanca de Trump. Pero Biden también prometió tomar medidas progresistas sobre el cambio climático, la injusticia racial y el alivio de la deuda estudiantil universitaria. Cuando asuma, muchos se preguntarán posiblemente si el anciano estadista irá más allá de un segundo mandato.
“Me veo a mí mismo como un puente, no como otra cosa”, dijo Biden en marzo en un mitin en Detroit, Michigan, junto a otros líderes demócratas, incluida la mujer que se convertiría en su compañera de fórmula, la senadora Kamala Harris, de 56 años, vicepresidenta electa. “Hay toda una generación de líderes que llegaron después de mí”, dijo. “Son el futuro de este país”.
La remontada histórica
Algunos lo consideraban demasiado viejo o demasiado centrista. Y, a pesar de ser el favorito del ‘establishment’ demócrata, la campaña de Biden parecía encaminarse al desastre a principios de este año, tras decepcionantes derrotas en las primarias demócratas ante el fogoso Bernie Sanders, mucho más radical.
Pero Biden, a quien Obama llamó un “león de la historia estadounidense”, regresó rugiendo en las internas en Carolina del Sur gracias al apoyo abrumador de los votantes negros, una base crucial para todo demócrata. Lograr la nominación marcó un fuerte contraste con su retirada en 1988, cuando renunció en medio de acusaciones de plagio de un discurso del político británico Neil Kinnock. En 2008 no le fue mejor, y abandonó la pugna después de reunir menos del 1% de los votos en las asambleas de votantes de Iowa.
Ese año finalmente fue elegido compañero de fórmula por Obama, quien le asignó supervisar la recuperación económica durante la Gran Recesión. Como senador, fue cuestionado, incluso por Harris, por asociarse con conocidos segregacionistas y oponerse a las políticas de transporte de la década de 1970 para que niños negros asistieran a escuelas predominantemente blancas.
También fue criticado por ayudar a redactar una ley contra el crimen en 1994 que, según muchos demócratas, aumentó los encarcelamientos y afectó de manera desproporcionada a los afroestadounidenses. Biden recientemente calificó esto como un “error”.
Otros episodios del Senado también amenazaron con estropear su campaña presidencial: su voto de 2003 a favor de la guerra de Irak y su presidencia de controvertidas audiencias en 1991 en las que la profesora Anita Hill acusó al nominado a la Corte Suprema Clarence Thomas de acoso sexual.
Acusaciones de Trump
Biden comparte los conmovedores detalles de su historia familiar con tanta frecuencia que se han convertido en parte de una marca política. El accidente de 1972 dejó a sus hijos Beau, de cuatro años, y Hunter, de dos, gravemente heridos. Biden conoció a su segunda esposa, la profesora Jill Jacobs, en 1975, y se casaron dos años después. Tienen una hija, Ashley.
Sus hijos se recuperaron de sus heridas y Beau siguió a su padre en la política, convirtiéndose en fiscal general de Delaware, pero la estrella demócrata en ascenso murió por un tumor cerebral en 2015 a los 46 años. El abogado y cabildero Hunter Biden tuvo una trayectoria diferente.
Recibió un salario lucrativo como miembro de la junta directiva de una compañía de gas ucraniana acusada de corrupción mientras su padre era vicepresidente. La presión de Trump para que Ucrania investigara a los Biden derivó en el juicio político al presidente por parte de la Cámara de Representantes de mayoría demócrata, pero terminó absuelto por el Senado liderado por los republicanos.
Hunter no fue acusado de ningún cargo, pero Trump siguió sacando el tema en la campaña, asegurando que los Biden eran una “familia criminal” que se enriquecía con la corrupción. Esas acusaciones no afectaron a unos votantes más preocupados por otros asuntos, como la pandemia y la crisis económica que provocó.
“Ponerse de pie”
Joseph Robinette Biden Jr. nació el 20 de noviembre de 1942 y creció en Scranton, Pensilvania, en una familia de origen irlandés muy católica. Su padre era vendedor de autos, pero en la década de 1950 perdió su trabajo y la familia se mudó al vecino estado de Delaware cuando él tenía 10 años.
“Mi papá siempre decía: ‘Campeón, cuando te tumban, te pones de pie’”, cuenta Biden. En Delaware, Biden trabajó de joven como salvavidas en una piscina de un barrio negro y allí aprendió de las injusticias y desigualdades que afectan a esta comunidad, lo que despertó su interés por la política.
Biden estudió en la Universidad de Delaware y en la Escuela de Derecho de la Universidad de Syracuse, y ha expresado su orgullo por no ser un producto de la élite de la Ivy League. De niño sufrió por un tartamudeo muy fuerte, pero lo superó y desde entonces apoya a otros del “mismo club”, como contó un adolescente en la convención nacional demócrata al agradecerle sus consejos.
Convivir con el dolor
Biden suele destacar el respaldo de su esposa Jill, de 69 años, la mujer que “volvió a unir” a su familia. Pero dijo que convive con el dolor tras la muerte de Beau. “Nunca desaparece”, aseguró. Esta pérdida lo hizo descartar una candidatura presidencial en 2016. Incluso hoy, a menudo se detiene para saludar a los bomberos, recordando que fueron ellos quienes salvaron a sus hijos cuando ocurrió el accidente.
También lo salvaron a él. En 1988, los bomberos lo llevaron de urgencia al hospital después de que sufriera un aneurisma. Biden estaba tan grave que llamaron a un sacerdote para darle los últimos ritos. Casi todos los domingos, Biden, católico practicante, acude a misa en St. Joseph on the Brandywine, una histórica iglesia en su acomodado vecindario de Wilmington.
Allí, en el cementerio, descansan sus padres, su primera esposa e hija, y su hijo Beau, bajo una lápida decorada con pequeñas banderas estadounidenses. Hace un año, Biden confesó cuánto influye Beau en su vida. “Cada mañana me levanto (...) y me pregunto: ¿Estaría orgulloso de mí?”.
Fuente: AFP.
Dejanos tu comentario
EEUU y Cuba inician un nuevo ajedrez en la era Biden
Tras cuatro años de duras sanciones del gobierno de Donald Trump, la relación entre Cuba y Estados Unidos está en el punto más bajo en décadas, y su sucesor, Joe Biden, deberá tomar la iniciativa para reconstruirla, estiman expertos.
La tarea no será fácil, luego de que Trump dictó más de 190 medidas que reforzaron el embargo vigente desde 1962 hasta límites previamente impensables, desmontando buena parte del acercamiento de Barack Obama con la isla, y haciendo sentir un mayor rigor cotidiano a los cubanos en medio de la pandemia del COVID-19.
Para sellar la asfixia, 10 días antes de dejar la Casa Blanca, Trump volvió a meter a Cuba en la lista negra de promotores del terrorismo, de donde Obama la había sacado, y después sancionó al ministro del Interior.
Leé también: Una investidura, un juicio político: comienza una semana histórica para EEUU
La cascada de sanciones hasta el último minuto incluyó la prohibición de que los cruceros estadounidenses pudieran hacer escala en Cuba, la inclusión en la lista negra de varias empresas y dirigentes cubanos, y castigos a compañías extranjeras que operan en la isla. Durante su campaña, Biden prometió a Cuba revertir las restricciones de Trump a los viajes y al envío de dinero que los cubanos en el exterior mandan a sus familiares en la isla.
“Iniciativa calibrada”
Para Jorge Duany, director del Instituto de Investigaciones cubanas de la Universidad Internacional de la Florida, Biden podría “revertir la reciente decisión de restablecer a Cuba en la lista de estados patrocinadores del terrorismo y eliminar las restricciones a los vuelos y las remesas”.
Y a un mediano plazo podría nombrar un embajador “suponiendo que el Congreso, ahora controlado por los demócratas, lo aprobara”, dijo el académico a la AFP. El experto señaló que el esfuerzo para “normalizar” las relaciones requiere una “iniciativa calibrada de ambas partes”. En ese sentido, el “gobierno de Cuba podría avanzar en implantar reformas económicas que permitan mayor participación del sector privado” y “mayor diversidad de opiniones políticas”, según Duany.
La Habana espera que sea Biden quien inicie los acercamientos. Cauteloso, el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ofreció su disposición al diálogo abierto, pero sin condiciones. “Estamos dispuestos a discutir sobre cualquier tema, lo que no estamos dispuestos a negociar y en lo que no cederemos ni un ápice es por la revolución, el socialismo y nuestra soberanía”, dijo el presidente el 17 de diciembre, en el sexto aniversario del inicio del deshielo entre Obama y el entonces presidente cubano, Raúl Castro.
Michael Shifter, presidente del centro de análisis político Diálogo Interamericano, descarta una iniciativa de La Habana. “Me sorprendería si La Habana toma tal iniciativa, aunque quedara claro su disposición para relajar las tensiones entre ambos países”, dijo a la AFP. Shifter coincide con Duany en que las remesas y los viajes son el inicio, y que un apoyo económico significativo “dependerá en gran medida de la disposición del gobierno cubano de tomar pasos reales en función de reformas económicas y políticas”.
“Compromiso político positivo”
Al mismo tiempo que Díaz-Canel se pronunciaba en La Habana, dos centros de análisis y asesoría sobre política exterior, publicaron en Washington el informe “Estados Unidos y Cuba: una nueva política de compromiso”, en referencia a lo que se llamó “positive engagement” (compromiso positivo), instaurado por Obama y eliminado por Trump.
La Oficina en Washington para Asuntos América Latinoamericanos (WOLA) y el Centro para la Democracia en las Américas (CDA) sugirieron una hoja de ruta para el equipo de Biden, que tiene entre sus integrantes al cubano Alejandro Mayorkas como próximo secretario de Seguridad Interior. Cuba “está cambiando” -dice el informe- y “Estados Unidos puede tener una influencia positiva en la trayectoria del cambio, pero solo comprometiéndose, creando lazos”.
Te puede interesar: COVID-19: América Latina y el Caribe superan los 550.000 muertos
Subraya que “continuar con las políticas del pasado o simplemente modificarlas en los márgenes, dejará a Estados Unidos fuera del juego, aislado de sus aliados, aislado de los cubanos comunes que no sean pequeños grupos disidentes y aislado de la creciente generación de líderes cubanos, quienes darán forma al futuro de la isla”.
Biden podría invitar a Díaz-Canel a la Cumbre de las Américas, que acogerá Estados Unidos a fines de 2021, dice el informe. Cuba participó por primera vez en 2015 en ese foro en su VII edición en Panamá, donde Obama y Raúl Castro sostuvieron un memorable encuentro. El 20 de enero, el tablero estará listo y los relojes detenidos: todos esperan que Biden inicie la primera jugada para empezar a borrar la era Trump. ¿Habrá el tradicional estrechón de manos?
Fuente: AFP.