Pakistán, con un sistema de salud devastado, parecía ir rumbo a lo peor cuando se diagnosticaron los primeros contagios de nuevo coronavirus en su territorio. Pero seis meses más tarde no ocurrió así, ante la sorpresa general.

Las últimas cifras oficiales registran 300.000 infectados, un dato que muchos expertos consideran que podría ser diez veces más. Las autoridades registran 6.300 muertos. Pero aunque el número de muertos es en realidad el doble o el triple, según indican varios especialistas a la AFP, está a años luz del balance de Brasil, que tiene una población similar: más de 122.000 muertos para 210 millones de habitantes, frente a 220 millones de habitantes en Pakistán.

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Unos 18 enfermos murieron el martes de la semana pasada en el país, frente a 150 diarios en lo más fuerte de la crisis. “Nadie puede explicar esa baja”, afirma el doctor Salman Haseeb, médico en Lahore (este), “no tenemos ninguna explicación concreta.”

Pakistán, con una salud pública precaria por la falta de financiamiento y caracterizada por décadas de fracaso en su lucha contra enfermedades infecciosas, es uno de los dos únicos países en el mundo donde sigue siendo endémica la polio.

Mientras que el virus mató en el mundo entero especialmente a personas mayores, Pakistán puede hablar de su muy joven población, con una edad promedio de unos 22 años. Su clima caliente y húmedo también se plantea como una explicación al fenómeno.

“Bajo control”

Los paquistaníes, afectados a lo largo de su historia por muchas enfermedades relacionadas con la muy mala calidad del agua, dispondría inclusive de una inmunidad natural al COVID-19, afirman algunos, sin mostrar la más mínima prueba.

“Sean cuales fueran las razones (...) la primera ola del virus está casi terminada en Pakistán”, dice con entusiasmo el doctor Khizer Hayat, de Multan (centro). “La situación está ahora bajo control”, los “servicios se vacían”, observa, lo que confirmaron a la AFP varios médicos.

Los hospitales del país se descongestionan. Los servicios de urgencia, un tiempo desbordados, retornan a su actividad normal. Pero “es difícil saber por qué”, admite Hayat.

Y es extraño, pues la vecina India, con una demografía similar con una edad promedio de 26 años, experimenta por el contrario un fuerte avance del virus. El país, con 1.300 millones de habitantes, registró este fin de semana el mayor número de nuevos enfermos en el mundo en 24 horas, con 79.000 casos positivos. Con 66.000 muertos, su curva de mortalidad crece fuertemente, cuando la de Pakistán está plana.

¿Victoria nacional?

En Europa las estrictas medidas de confinamiento explican la reducción de la enfermedad, pero se presentó un rebrote de COVID-19 este verano tras el abandono de la medida. En Pakistán se alternaron las estrategias, sin que fueran aplicadas de verdad en la realidad.

Tras el cierre del país en la primavera, ciudades y pueblos abrieron rápidamente y las mezquitas siguieron recibiendo muchos fieles, especialmente durante el ramadán y las fiestas del Aid.

Los confinamientos “inteligentes”, localizados y limitados en el tiempo, son poco impuestos. Las medidas de distanciamiento social fueron abandonadas y las mascarillas, un tiempo omnipresentes, se volvieron excepcionales, ante la molestia de los expertos, que siguen haciendo llamados a respetar los gestos barrera. En vano.

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“La gente debe comprender que el virus no ha desaparecido totalmente”, comenta Waheed Uz Zaman Tariq, jefe del departamento de virología y enfermedades infecciosas de un laboratorio de Lahore. “Deben aún tomarse precauciones”.

En todas partes se tiene la impresión de una victoria nacional frente al virus. “La gente piensa que vencimos al COVID-19”, subraya el microbiólogo Hassan Waseem. Y advierte que “los riesgos de una segunda ola siguen presentes”.

Fuente: AFP.

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