“El hijo de una mujer palestina infectada con COVID-19 subió a su habitación del hospital para sentarse y ver a su madre todas las noches hasta que falleció”, relató Mohamad Safa, activista de derechos humanos y representante permanente en Naciones Unidas, el 18 de julio pasado, a través de Twitter.

El diplomático incluyó la desgarradoramente triste imagen del muchacho, de 30 años, mirando con impotencia a través de la fría ventana, a donde subió tras trepar un alto muro. El tuit incluye una caricatura que reproduce la escena, con la madrea dibujada como un ángel que despide a su desconsolado hijo.

El joven fue identificado como Jihad Al-Suwaiti, de la ciudad de Beit Awa, en Cisjordania. Según medios de noticias palestinos, la madre se llamaba Rasmi Suwaiti, de 73 años, quien tenía leucemia cuando dio positivo de coronavirus.

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Debido al COVID-19, la madre fue internada en la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Estatal de Hebrón, con la esperanza de lograr su recuperación. Lastimosamente allí pasó sus últimos cinco días, aunque acompañada por la amorosa mirada de su hijo, que cada noche se envalentonó para trepar el muro y recostarse sobre el estrecho alféizar de la ventana.

“Me senté impotente detrás de la ventana exterior de la sala de cuidados intensivos, observando sus últimos momentos”, dijo Jihad Al-Suwaiti, con profunda tristeza, al diario Arabic Post.

El joven contó que incluso intentó ingresar a la habitación cuando fue avisado que la salud de su madre estaba empeorando, pero no se lo permitieron.

Por última vez, volvió a subir con el alma rota hasta la ventana, observando calladamente, con tibias lágrimas, cómo el ser más querido de este mundo se le iba, dejando de sufrir, para abrazarse a la eternidad.

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