En medio de una plaza vacía, frente a la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, el papa Francisco bendijo a Roma y al mundo, que en este momento atraviesa un difícil periodo por la pandemia que ya se cobró miles de vidas.

La bendición fue con el Santísimo Sacramento, desde la puerta de la Basílica, mientras de fondo sonaban las campanas sonaron y sirenas.

El Santo Padre presidió este viernes 27 de marzo un momento extraordinario de oración por la pandemia del coronavirus. Además de impartir la bendición Urbi et Orbi, ofreció la posibilidad de obtener indulgencia plenaria a los fieles.

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El momento fue transmitido y seguido por miles de personas en cientos de países de todo el mundo, convirtiéndose así en un clamor unánime de misericordia al Creador. La oración fue hecha desde el atrio de la Basílica de San Pedro y hasta donde llegó Francisco llegó caminando bajo la lluvia.

La oración inició con la lectura de un pasaje del Evangelio, que hace alusión la tormenta en el mar de Galilea, donde Jesús dominó la tempestad. Previamente, el Pontífice pidió la mediación de Dios, para que mire la dolorosa condición que atraviesa el mundo, y pidió que conforte sus hijos y abra los corazones a la esperanza, para sentir su presencia.

En nuestro país, numerosos canales y emisoras de radio transmitieron en vivo la oración y escucharon al Papa decir que tras la pandemia, una densa tiniebla cubrió las plazas, calles y ciudades, que se fueron apoderando de las vidas, con un “silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza”.

“Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”, meditó.

Agregó que con Jesús no se naufraga, porque él es “la fuerza de Dios”, y puede convertir en algo bueno todo lo que nos sucede, incluso lo malo. "Él trae serenidad en nuestras tormentas, porque con Dios la vida nunca muere. El Señor nos interpela y, en medio de nuestra tormenta, nos invita a despertar y a activar esa solidaridad y esperanza capaz de dar solidez, contención y sentido a estas horas donde todo parece naufragar”, reflexionó.

Francisco añadió que el Señor nos despierta para avivar nuestra fe pascual. "Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”, añadió al indicar que en medio del aislamiento donde se sufre por los afectos, y experimentan carencias "escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado”.

En ese sentido, alentó a abrazar la cruz de Cristo, para hospedar la esperanza y “dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar”. Dijo que abrazar al Señor es abrazar la esperanza, ya que esa es la fuerza de la fe, "que libera del miedo y da esperanza”.

“Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios”, subrayó.

Tras concluir la reflexión el Papa fue hasta la entrada de la Basílica de San Pedro y allí se dirigió al Santísimo Sacramento al que adoró en silencio y luego inició la súplica en letanías. Posteriormente, ahumó con incienso al Santísimo Sacramento y oró brevemente, antes de que el Cardenal Angelo Comastri anuncie la bendición Urbi et Orbi con la indulgencia plenaria.

“Todos aquellos que reciben la bendición eucarística, también por medio de la radio, la televisión y de otras tecnologías de comunicación, concede la indulgencia plenaria en la forma establecida por la Iglesia”, dijo el purpurado.

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