La reina Isabel II yace en un ataúd revestido en plomo y en honor a su sencillez, dentro del féretro solo posee un par de pendientes y su anillo de bodas hecho de oro galés. Los soldados que estuvieron encargados de transportar el ataúd de la exmonarca inglesa, soportaron mucho peso sobre sus hombros durante la procesión hasta el velatorio, que tuvo lugar en la Capilla San Jorge en Windsor.

El motivo por el cual el cajón de la reina está sellado en plomo se remonta a sus antepasados, que iniciaron esta práctica para mantener los cuerpos inalterados e incluso puros.

“El plomo ayuda a mantener fuera la humedad y a preservar el cuerpo durante más tiempo y a evitar que se escapen los olores y las toxinas de un cadáver. Su ataúd estuvo expuesto durante muchos días y realizó un largo viaje hasta su lugar de descanso final”, explicó una especialista a un medio británico.

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En total, se necesitaron ocho soldados para trasladar el cuerpo de la fallecida monarca. La tradición de cargar el ataúd por un largo camino inició en el año 1901, cuando los monarcas eran llevados en carruajes; en una ocasión, tras un susto, los caballos tiraron a la calle el cajón de la reina Victoria.

Otras curiosidades

La madre del rey Carlos III fue enterrada en una bóveda de la Capilla San Jorge el pasado lunes. La exmonarca inglesa descansa junto a los restos de sus familiares, su marido el príncipe Felipe, su hermana Margarita e incluso sus padres.

El ataúd, además de plomo, fue confeccionado en roble inglés por la empresa Henry Smith, que lo confeccionó hace 30 años en juego con el féretro en el que descansa su esposo. La reina no fue enterrada con el orbe, el cetro ni la corona, que está compuesta por 3.000 diamantes y múltiples joyas. Dichos elementos reales fueron retirados del féretro y puestos en un altar.

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