Hoy Toni Roberto rememora aquellas mascotas que todos recordamos de nuestra infancia a partir del viaje de su gata Micha 3.
- Por Toni Roberto
- tonirobertogodoy@gmail.com
Eran las siete de la mañana de un día hábil de 1977. El impecable uniforme: pantaloncito gris y camisa blanca mangas cortas, una insignia y el lustrado mocasín colegial negro. Como todos los días, a esa hora pasaba con toda su furia la línea 44, que hacía el recorrido de San Vicente a Loma Pytã por la calle Segunda en frenética carrera con la luqueña línea 30. Al llegar a la esquina de la calle Alberdi, el 44 doblaba rumbo al sur y la otra empresa seguía su camino al este, pasando por las cercanías del Mercado 4.
En ese “viaje de saeta” de aquella línea, que solamente hacía un recorrido urbano por Asunción, pasaba raudamente por esas alturas de aquella antigua e histórica calle que parte desde la esquina del viejo Cabildo y que históricamente se llamaba del Atajo. La alta velocidad y el descuido del can hizo una mezcla mortal y en el acto fallecía mi perro Puppy Líquido.
La tristeza y la desesperación familiar hizo que las manos de mi abuela agarren el pesado y vetusto teléfono negro llamando de urgencia al Dr. Raúl Tuma Pedro, veterinario de aquel perrito blanco, quien acudió en minutos desde la calle Tacuary en su antiguo Corcel hasta la calle Alberdi, constatando la partida del animalito.
Pero ¿por qué traigo a colación todo esto si el título de hoy es “Gatos de barrio” segunda entrega? Sencillo; cuando parte una mascota nos viene a la mente aquel perrito o felino que nos remonta a nuestra infancia, en este caso Micha 3, una gata que había llegado sola por el fondo de mi casa, seguramente desde el parque Urbano o el de la Salud, que queda a dos cuadras de mi domicilio. Tomando las palabras de Carmen Yegros en una entrevista que le hiciera en el año 2014, me decía: “Los gatos son como las burreritas, nadie sabe de dónde vienen ni a dónde van”.
Muchos que dicen “no me gustan los animales” son como aquellos que en la época de los horóscopos de los diarios manifestaban “yo no leo eso”, pero allá en el silencio del fondo de la noche buscaban encontrar ahí algún detalle mágico que les permitiera conocer un poco de lo que les deparaba el misterioso futuro.
LOS GATOS Y EL DR. CABALLERO GATTI
Cuando la artista Lucy Yegros le conoció al que luego fuera su esposo, el Dr. Carlos Caballero Gatti, le decía: “Carlos, a mí no me gustan los gatos”, a lo que le respondía palabras más palabras menos: “Cuando yo me vaya, te voy a aparecer en forma de gato, siempre tenemos algo que aprender de ellos”.
Así, a partir de ahí ella fue entendiendo a estos pequeños amigos de la noche, con su eterna mirada a la luna desde las alturas de un tejado o desde la punta de una chimenea. Con el tiempo fue pintando gatos y más gatos, homenajeándoles con unos haikus, dialogando tal vez con el legendario y veterano febrerista Caballero Gatti, lo que luego terminó en un libro llamado “Vida de gatos”, realizado por la editorial Búhos y Gatos de Noelia Buticce y Fernando Amengual, al cual nos referíamos en la primera entrega de “Gatos de barrio” el domingo 22 de agosto de 2021.
Todos estos recuerdos con don Carlos llevaron a Lucy a una pasión por los gatos, que luego muchos fuimos aprendiendo en sus cortas y sintéticas clases, en algún encuentro social, en el Bar América o en su propia casa del barrio Recoleta, un espacio absolutamente dominado por estos pequeños felinos que se adaptaron en el transcurso de los siglos y las décadas a la convivencia con nosotros los terrícolas.
En ese hogar, representados por Bianco su gato o las innumerables piezas pictóricas de su autoría o de muchos importantes latinoamericanos, entre ellos el gran pintor uruguayo Carlos Páez Vilaró o la paraguaya Lotte Schulz, que allá por finales de los años 70 y principios de los 80 recorrían las muestras o conciertos en compañía de su gato yendo en su coche futurista un AMC Pace, que cuando paseaban por la ciudad parecía que estaba a punto de despegar por su parecido a un platillo volador, faltando solo la compañía de Pedro Picapiedra y su familia para completar la escena.
Hoy, Micha, aquella gata que me conquistara poco a poco, con paciencia y que había llegado hace 10 años por el fondo de mi casa, partió. Ya no estará ahí en la esquina esperando puntualmente a las 23:15 de la noche mi vuelta de la radio/TV para luego sentarse entre mis libros, cuadernos de dibujo y la computadora mirándome fijamente, enseñándome con la mirada y el silencio que hay otra manera de comunicarse, tanto en la tierra como en alguna lejana estrella del cielo del barrio en el que vivimos.