Gonzalo Cáceres - Fotos: gentileza

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Obsesionados con ser eficientes y sin tiempo para un descanso de calidad. La presión por rendir constantemente, la sobreexposición a la información y la hiperconectividad digital llevan al deterioro del cuerpo y la mente, situación que desembocó en una era en la que los desórdenes mentales son moneda corriente y que tienen como punto de partida el cansancio crónico. Así lo ve el filósofo y ensayista coreano Byung-Chul Han, quien realizó un exhaustivo análisis sobre el asunto.

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Cada edad de la humanidad tuvo características propias y elementos únicos. Y, según el entender del filósofo Byung-Chul Han (Corea del Sur, 1959), los problemas mentales son la marca registrada del siglo XXI en una sociedad compuesta por individuos cansados de manera constante y prolongada.

Han es conocido por su trabajo en el campo de la filosofía social y cultural, así como por su análisis crítico de la sociedad contemporánea y sus repercusiones en la vida individual a través de una escritura accesible y poética. En su ya larga carrera también reflexionó sobre otros temas como la tecnología, el poder, la violencia y la muerte, el amor y la sexualidad desde una perspectiva filosófica y cultural.

Profesor de filosofía y estudios culturales en la Universidad de las Artes de Berlín, Han escribió numerosos libros que fueron traducidos a varios idiomas, lo que contribuyó a su reconocimiento internacional. Sus ideas generan intensos debates en el ámbito de la filosofía, la sociología y otros campos relacionados.

“SOCIEDAD DEL CANSANCIO”

La obra “La sociedad del cansancio” (2010) es uno de sus libros más conocidos, en el que examina los aspectos sociales, culturales y psicológicos de la sociedad contemporánea y argumenta que estamos inmersos en una sociedad “caracterizada por el cansancio y la fatiga”.

Alega que vivimos sumergidos en una presión constante por (y para) rendir, ser productivos y exitosos, lo que lleva a la autoexplotación y al agotamiento individual, dándose una relación directa con el exceso de información, la sobreexposición en las redes sociales y el “individualismo narcisista (el individuo se centra excesivamente en sí mismo, en su propia imagen y en la satisfacción de sus necesidades y deseos, sin considerar adecuadamente el bienestar o las necesidades de los demás)” en la era digital.

“CULTURA DEL RENDIMIENTO”

Básicamente, sostiene que la “cultura del rendimiento” y la productividad se exacerbaron a tal punto de que el modelo de explotación basado en la disciplina y la represión mutó a otro, basado en la autonomía y la autodisciplina. Es decir, en lugar de ser oprimidos por un poder externo (reglas, horarios, trabajo físico pesado, etc.), la persona se convierte en su propio opresor (obsesión por “ser eficiente”), cayendo en el agotamiento físico y mental.

Han explica que “estamos constantemente conectados, disponibles y obligados a producir (con éxito) en todas las áreas de nuestra vida”. La presión se internaliza, generando “una competencia constante y una sensación de insatisfacción crónica”.

AGOTADOS=ENFERMOS

En esta misma línea, Han teoriza que el cansancio es producto de la sobreexposición a la información y la hiperconexión digital, propias de nuestra época, que también contribuyen al agotamiento.

El agotamiento, a su vez, tiende a generar un impacto negativo en nuestra salud mental, al incluir factores que contribuyen a una sobrecarga cognitiva y a la dispersión de la atención. El cansancio prolongado dificulta la capacidad de concentración, genera inconvenientes para conciliar el sueño y aumenta la irritabilidad y el estrés. Además, debilita nuestro sistema inmunológico y aumenta la vulnerabilidad a enfermedades mentales como la depresión, la ansiedad y el agotamiento emocional, afecciones en galopante ascenso y con cada vez mayor impacto en la sociedad (por ejemplo, crecimiento sostenido de la tasa de suicidios, agresiones y violencia generalizada, etc.).

La fatiga constante erosiona nuestra energía y vitalidad. Nos sentimos hartos y sin motivación para participar activamente en la vida, repercutiendo en diferentes áreas de nuestra rutina, como el trabajo, los estudios y las relaciones personales.

La falta de energía y entusiasmo pueden llevar a la apatía, la desesperanza y la pérdida de interés en actividades que antes disfrutábamos. Esto indefectiblemente acarrea un impacto negativo en nuestra calidad de vida y bienestar general.

Han aboga por un equilibrio más saludable para promover el bienestar individual, fortalecer las conexiones sociales, fomentar la creatividad y la reflexión, y avanzar hacia una sociedad más sostenible. Considera que un enfoque más equilibrado nos permitirá vivir mejor, tanto a nivel personal como colectivo.

POSITIVISMO TÓXICO

De la crítica de Han tampoco escapan “la cultura contemporánea del positivismo y el optimismo”, argumentando que la obligación de ser siempre positivos y optimistas ejerce una presión adicional sobre los individuos y niega la posibilidad de experimentar emociones negativas (tristeza, melancolía o dolor), necesarias porque –según Han– nos permiten “reflexionar y cuestionar aspectos de la realidad que podrían estar causando sufrimiento o insatisfacción” (tomar conciencia de nuestros límites) y, en consecuencia, actuar para buscar alternativas/soluciones.



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