Luis Ríos - Fotos: Tim-Saccenti

El pasado 14 de abril Metallica publicó un nuevo disco de estudio. Reminiscente es la palabra que mejor describe el conjunto de 12 canciones que esta agrupación ofrece buscando más que nada sentirse cómodos con lo que hacen. Si bien ya no están en sus mejores años, la calidad continúa.

Pasaron ya más de 40 años desde que un grupo de adolescentes desahuciados y frustrados con la sociedad tomaron por asalto la bahía de San Francisco. En conjunto con otros jóvenes de su misma edad que sentían lo mismo y que además aborrecían la música que pasaban las radios, organizaron sus propias fiestas con su propia música. Así, entre cabezazos al aire, empujones, gritos y mucho alcohol nació un nuevo movimiento: el thrash metal.

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Su historia es harto conocida, enarbolando la bandera de la contracultura en los 80 y convertidos en el ícono de la traición a los ideales en los 90. “Metallica se vendió”, es una frase clásica de aquella época. De la demanda a Napster con la naciente cultura de la música en internet a estrenar shows completos en vivo a través de sus redes sociales para que la gente no se sienta sola en pandemia. De recorrer la noche en la costa oeste de California a ser la primera banda en tocar en la Antártida. La leyenda de Metallica es tan gran y pesada como su nombre.

Ahora, volvamos al presente. Es el año 2023, todos sus integrantes ya abrazan los 60 años, aquellas cabelleras rubias y naranjas hoy se convirtieron en tupidas barbas de gris plateado y brillante. Es hasta irónico que veamos a James Hetfield tomando mate para arrancar su día. Más allá de la influencia de su esposa argentina, en Latinoamérica sabemos que ese es un ritual inequívoco del paso del tiempo.

EL TIEMPO

Hablando del paso del tiempo, los últimos 15 años nos han mostrado a una banda que ya no necesita camuflarse en las tendencias para captar un nuevo público. De hecho, no lo quieren y no lo necesitan. Si sus fans traen a sus hijos –y nietos– ellos están agradecidos, pero no es su público objetivo. De hecho, aquella presentación con Lady Gaga en los Grammys del 2017 fue una señal de que si van a haber colaboraciones con artistas de esta generación, deben ser muy cuidadosas y más trabajadas que a principios de siglo. Además, “The Metallica blacklist” tiene sus cosas buenas y malas.

Después del muy cuestionado “St Anger” del 2003, la banda decidió escarbar en sus propios cimientos para girar hacia lo que ellos consideraban que era lo mejor, con lo que se sentían más a gusto y que, finalmente, fue lo que los unió en 1980. En 2008, llegó “Death Magnetic” que, aunque aún tenía toques algo experimentales, indicaba una búsqueda más tradicionalista. Ocho años pasaron hasta que “Hardwired... to self-destruct” irrumpió en 2016, el trabajo más sólido del siglo XXI para esta agrupación. De aquel Lulu de 2011, mejor no hablamos por respeto a la memoria del gran Lou Reed.

LA ACTUALIDAD

Aquí estamos, siete años después con “72 seasons”, el undécimo álbum de estudio del grupo musical estadounidense. Lanzado el 14 de abril de 2023, bajo su propio sello Blackened Recordings. El álbum es producido por Greg Fidelman, quien produjo el álbum de estudio anterior de la banda. Es el segundo álbum que lanzan a través de su label y, al igual que su predecesor, todas sus canciones tienen un video musical.

Es el álbum (seguido solamente de “Load”) con mayor minutaje de su carrera, con una duración total de 01:17:13. Tanto críticos musicales como su fanbase afirman que es debido a su complejidad y matices progresivos, pero eso lo vamos a desgranar ahora.

En líneas generales, el disco se presenta en una era en que las canciones promedian los 2:30 a 3:00 minutos con 12 nuevas canciones de largo desarrollo que en su mayoría superan los seis minutos. Temas pesados en su composición, pero acelerados en su ejecución, como camiones atropellando una subida en plena ruta y a toda velocidad para atropellar algún bache en la siguiente bajada.

Es una vuelta a los años dorados marcados del sonido heavy/thrash. “Lux æterna” ya fue un adelanto de a dónde iba a ir. Pero el disco se inicia con una canción homónima, con una intro construida a base del bajo y la batería que van creando una expectativa de explosión. De esas que hoy la propia industria ya no quiere por la inmediatez y los estudios de marketing que dicen que hay que captar al oyente en los primeros tres a cincos segundos. Cosas de la industria que a ellos no les importa. La primera canción es toda una declaración de intenciones y muestra la ambición por sobreponerse a las mermas físicas que el tiempo pudiera haber provocado en ellos.

“Shadows follow” y “Screaming suicide” traen una reminiscencia a aquellos primeros discos, capaz sin tanta rapidez, pero con la misma intensidad y agresividad. El propio Hetfield dijo en entrevistas que tuvo que hacer un trabajo vocal más fuerte para este trabajo. Por supuesto, es distinta a aquella que cantaba “Hit the lights”, pero él es capaz de mimetizarla a lo que están tocando sus compañeros. “Sleepwalk my life away” va más hacia ese sonido posterior al álbum negro, pero sin salirse de la línea del concepto de su nuevo lanzamiento. “You must burn!” es pesado, lento y poderoso. Siete minutos sólidos y potentes en los que también se sienten algunos toques de esa música alternativa de los 90, pero que no incomodan a lo que viene siendo este camino. Los solos de Kirk Hammett, siempre filosos.

“Lux æterna” trae la velocidad heavy/power y le deja el escenario listo a “Crown of barbed wire”, que trata de evocar aquellas épicas canciones contra la opresión que estaban en el disco “Ride the lightning”. Una fórmula que también le dio mucho rédito al Metallica de los años 80 y que atendiendo a algunos acontecimientos recientes como la toma del Capitolio o el crecimiento de figuras que, a través de teorías conspirativas y desinformación, buscan acercarse al poder, puede ser una interesante banda sonora.

“Chasing light” y “If darkness had a son” traen riff potentes del estilo de “Kill ‘em all”. En conjunto, ambas alcanzan los 15 minutos. Muchas progresiones, muchos ensambles, algunos solos en el medio de las ametralladoras que Lars Ulrich usa de batería. De hecho, el danés ha afirmado, en entrevista con Metal Hammer, que el proceso de grabación de discos de la banda de San Francisco se complica cada vez más a medida que pasan los años. “Es frustrante sentarse con 17 jodidas versiones distintas de un conector entre el puente y el tercer solo de guitarra de una canción”, confesó.

“Too far gone?” es un adecuado puente para la última cabalgata. “Room of mirrors” es una de esas canciones agresivas que se utilizan como apertura o en la previa de algún set de hits durante sus shows en vivo. Eso no quita que sea una gran canción. Ulrich toma las riendas y conduce la composición a través de cinco minutos en los que por la mitad aparece un solo que nos trae recuerdos de “Masters of puppets”. La segunda parte también se nutre de la esencia de su tercer disco que tantas alegrías nos dio y así llegamos al gran final.

Para este último track, hay que explicar que Metallica nunca ocultó su gusto por el doom metal. (Incluso en algunas grabaciones del vilipendiado “St. Anger”, hay demos que suenan a stoner doom). Este subgénero del heavy metal se distingue por su atmósfera lenta y pesada, de tonalidad oscura con riffs graves. Eso es lo que vemos a lo largo de los 11 minutos con 10 segundos que “Inamorata” dura. Si le faltara más doom, ahí está la extensión de la canción.

Así llega al final este nuevo viaje de 77 minutos de duración en el que la banda da a entender que ya no le afecta la industria, que no se trata de cortarse el pelo o mostrarse greñudos para intimidar. Se trata de hacer música y cuando esta es espontánea, el impacto va a ocurrir. ¿Serán más o menos los que escuchan? A esta altura ya no importa. La leyenda está cimentada y simplemente se alimenta de todo. Incluso de los detractores, que también los hay en este nuevo disco, pero tampoco se ponen a pensar en ellos porque simplemente ya lo han hecho todo.

MIRANDO AL FUTURO

Metallica insiste en su viaje autorreferencial al pasado, a los grandes discos iniciales de su carrera. “Hacer un disco es tomar 12.247 decisiones en 18 meses y esperas haber acertado en más que en las que fallaste. Aun así, no lo sabrás con certeza hasta dentro de unos años, porque todavía estás en el proceso. Ojalá pudiera idealizarlo y decir que estamos sentados y que hay un destino, pero básicamente es solo trabajo. Escribes una canción, luego escribes otra y al final tienes un álbum”, dijo Lars en la misma conversación con Metal Hammer. Este trabajo además es inclusivo porque, según Billboard, Metallica se convertirá en la primera banda de rock que lance videos con lenguaje de señas estadounidense (ASL, por sus siglas en inglés) para cada canción de su nuevo álbum. El lanzamiento comenzó con el video oficial del tema homónimo “72 seasons”, en el que Amber Galloway, la intérprete de ASL favorita de los fans en los festivales, está a cargo. El proyecto es una colaboración entre la propia banda, la organización sin fines de lucro Deaf Professional Arts Network (DPAN) y Amber G Productions, de Galloway.

No sabemos hasta cuándo Metallica seguirá en la carretera, pero hasta que eso pase disfrutemos de lo nuevo, lo viejo e incluso de lo desagradable, que también es parte importante para comprender por qué pasaron de ser un grupo de chicos muy ruidosos a llenar estadios alrededor del mundo y que como un sueño hecho realidad nos alcanzó aquel 24 de marzo de 2014 en el Jockey Club del Paraguay.

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