Óscar Lovera Vera, periodista

Semproniana sabía que algo más sucedió y que podría explicar la muerte de Pedro en el puesto militar, pero no tenía dinero para ir contra ellos, aunque tal vez existiría otra oportunidad que ayudaría a la mujer a conocer la verdad.

El cuerpo de Pedro estaba en un cajón que describía toda la importancia que las Fuerzas Armadas le daban a sus conscriptos. Sin embargo, ahí no estaría lo más grave. Semproniana estaba quebrada por la pérdida de su hijo y no quería entrar en razón al momento en que la Fiscalía le solicitaba una autopsia del cuerpo, ya que la duda no era solo de ella. Ya invadió a todos y necesitaban que permanezca en la Morgue Judicial de Sajonia para realizar los estudios y determinar el origen y dinámica de aquel disparo.

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Semproniana no comprendía qué significaba eso y se negó. Para ella su hijo murió y, si bien la duda sobre la causa de su fallecimiento la consumía, el dolor por no ver más a Pedro, su mayor esperanza, era superior y esa misma tarde a finales del año 2000 el cuerpo del soldado fue llevado hasta la casa en la ciudad de Luque.

EFECTO DOMINÓ

Fue ahí cuando comenzó el efecto en cadena para disolver en el tiempo la investigación sobre el soldado de papel. Ese adolescente no solo murió en una circunstancia que rebosaba de incertidumbre, ya que en dos ocasiones argumentaron accidente, sino también habrían obtenido documentación paraguaya para un menor de edad de nacionalidad argentina, por lo que se trataba de más de un delito.

Semproniana solo quería esos minutos de privacidad con el cadáver de su hijo, llorarlo y lamentando no haber estado al momento en el que se lo llevaron para intentar impedirlo, pero eso tendría un efecto devastador en la pesquisa al dejar sin norte a los investigadores.

En aquel tiempo la fiscal que tomó el caso fue María Teresa González de Daniel, quien fue la encargada de intentar convencer a Semproniana para que autorice el procedimiento. En una conversación con un reportero rememoró aquel momento.

–Le manifesté que aguardábamos la presencia del médico forense de la Fiscalía, el doctor Carlos Garrigoza, quien iba a ver si podría determinar la causa del deceso y lo que nos interesaba, el orificio de entrada, el de salida del proyectil y la trayectoria del mismo. Además, si se constataban signos externos de violencia física o no. Le manifesté también que en caso de que existan dudas yo esa misma noche iba a estar ordenando el traslado del cuerpo a la morgue a ese efecto, pero cuando se constituyó el forense al examen médico –el cual yo presencié– y que se hizo conjuntamente con el Departamento de Criminalística, no hubo necesidad de practicar la autopsia, según dejamos constancia en un acta. El doctor Garrigoza determinó cuál era el orificio de entrada, el orificio de salida y la trayectoria del proyectil. No se constataban signos externos de lesión física en el cuerpo del occiso.

El médico Carlos Garrigoza hizo lo mismo recordando su procedimiento. En una extracción hecha de un relato concedido a un canal de televisión precisó el punto llamativo de la inspección que hizo del cuerpo de Pedro.

–Básicamente, lo que llamaba la atención, en esa oportunidad, era la presencia de una herida importante, digamos, en la región del mentón con áreas de quemaduras y tatuaje en esa zona. Eso era lo que llamaba la atención. Y otro orificio en el cráneo, en la región frontoparietal. En esas circunstancias, y teniendo en cuenta los objetivos, bueno, yo las cosas preliminares no sé, porque básicamente nuestra función como médicos forenses es establecer las causas de la muerte de una persona.

Un especialista en balística aportó su teoría sobre la muerte de Pedro; este fue el perito Carlos Aquino. Igualmente, lo mencionado fue una extracción de un diálogo con un reportero que entregó los elementos al especialista para que teorice sobre qué pudo ocurrir con el soldado ante las dudas sobre una eventual autoeliminación.

–Sin mirar el cadáver, y estamos hablando de conjeturas, a mi criterio pueden darse dos circunstancias. Una: que se haya utilizado una bala de punta hueca o una bala de punta blanda, que son las denominadas de caza que hacen una herida muy lacerante en el orificio de entrada, pero que normalmente no atraviesan, o sea quedan dentro del cuerpo. Dos: el otro caso sería que el arma haya estado en contacto con la piel. Entonces, los gases de la deflagración de la pólvora, que son los que impulsan al proyectil, al penetrar en el cuerpo humano rompen y laceran en gran parte lo que se da a llamar el orificio de entrada que duplica o triplica el tamaño. De ocurrir eso queda un tatuaje circular que corresponde al caño del arma. El orificio de entrada es ligeramente inferior al calibre del proyectil y el orificio de salida puede ser dos a tres veces superior al calibre.

A este aún confuso episodio se sumó otro médico forense, el doctor José Bellasai.

–En la revisión primaria de esta autopsia, en la que coincidimos ambos peritos médicos y el perito balístico, es que el orificio de entrada estaba en la región mandibular y el orificio de salida en la cabeza. Hay demasiados elementos que confirman esta hipótesis.

Para los tres expertos la forma en que murió Pedro era clara. El proyectil entró bajo el mentón y escapó por la parte superior de la cabeza, pero ¿qué lo pudo ocasionar? Si bien podría aplicarse algo del sentido común, no podría utilizarse esto dentro del rigor científico para esclarecer una muerte y menos dentro de una jurisdicción militar donde al menos dos veces se presentaron indicios de tortura y la víctima escapó una vez de su puesto. ¿Qué pasó realmente con Pedro?

EN EL BARRIO

Al ver lo que sucedía en los noticieros y las publicaciones de los periódicos, como los médicos y otros especialistas debatían qué fue lo que sucedió con Pedro, los vecinos decidieron unirse y colaborar para comprar otro ataúd para enterrarlo. Aquello en el que los militares entregaron a su madre era una simple caja que no representaba nada más que lo desechable que son los hombres para la milicia o, mejor dicho en este caso, un niño para la milicia.

Para demostrar su disconformidad con todo lo mal que trataron a la familia de Pedro, quemaron la caja mortuoria frente a la vivienda del soldado de papel. Miraban fijamente el fuego avivándose por encima del horizonte, queriendo que eso llegue como mensaje hasta los oficiales castrenses de cómo sus actos tendrán consecuencias en la vida de cada uno. Querían hacerles notar cómo no lo olvidarán, cómo aquellas cenizas a las que es reducido el cajón, así por siempre quedará el momento en que interrumpieron una siesta en el barrio, aprovechando la ausencia de una madre para raptar a un niño y hacerlo soldado.

Manipularon sus sueños, torciendo su incipiente vida a favor de la voluntad de una orden superior a la que no le importó el derecho de nadie. Eso que sentían, eso que gritaban al unísono, ¡justicia!, no lo podrán apagar de sus mentes.

Como acto probablemente divino la inhumación de los restos de Pedro tuvo un retraso. En jornadas de lluvia intensa en el mes de setiembre la obligación de aguardar a que amaine era lo mejor para que pudieran despedirlo como querían, todos juntos en el cementerio municipal de la ciudad. Algo de tiempo ganaría el destino, aplazando el acto, permitiendo que algo más suceda.

A los tres días Semproniana obtuvo la orden de defunción para enterrar a su hijo. Todo el barrio acudió al cementerio y lo despidieron con llantos que estremecían el alma. No existía consuelo y no alcanzaban a comprender qué sucedió con él.

Su ilusión por la vida uniformada era auténtica y, aunque su salud desmejoró mucho, los rumores sobre los golpes que recibía por ser argentino, aquella vez, solo esa única vez que lo vio no observó que sus sueños se hayan quebrantado por todo eso; al contrario, quería continuar. Entonces, ¿por qué Pedro habría querido quitarse la vida? Tal vez la verdad estaba muy cerca.

Algunos miembros de la comunidad argentina se enteraron por los incesantes reportes periodísticos que un niño de esa nacionalidad habría muerto en una guarnición militar en Paraguay.

En muy poco tiempo conformaron un grupo de intervención y lograron una representación jurídica para tomar acciones rápidas de manera que vía consular respondan a sus peticiones.

Tres semanas después de sepultar a Pedro, obtuvieron una orden judicial para la exhumación del cadáver y una orden de autopsia. Hasta ese momento el suicidio era lo que siempre argüía la milicia; sin embargo, la pericia esta vez diría otra cosa…

Continuará…


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