Por Paulo César López paulo.lopez@nacionmedia.com - Fotos: Nadia Monges

En esta visita guiada a la Casa Hassler de la mano de la museóloga Alejandra Peña repasamos algunos episodios de la historia de San Bernardino, fundada por colonos alemanes en la posguerra del 70. La floreciente villa acunó en su seno progresos inéditos para la época y acogió a ilustres visitantes, muchos de los cuales se quedaron a vivir para siempre bajo la vista del majestuoso lago Ypacaraí, entre ellos el científico suizo Emil Hassler, en cuya memoria fue bautizado el museo, reinaugurado con un nuevo guion en agosto pasado.

La emblemática Casa Hassler de San Bernardino abrió un nuevo periodo de su vida institucional a fines del pasado agosto gracias a un proyecto liderado por la museóloga Alejandra Peña, autora de un nuevo guion museológico y museográfico que fue implementado con recursos de los fondos concursables de la Secretaría Nacional de Cultura (SNC) con una contrapartida de la comuna local.

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La primera en recibirnos fue Adriana Farías, asesora de Cultura de la Municipalidad de San Bernardino, quien explicó que la iniciativa de abrir esta nueva etapa empezó en marzo, puesto que si bien el museo ya existía hace muchos años, los objetos estaban acumulados, pero no contaban una historia. Por ello, recurrieron a Alejandra Peña para la elaboración de un nuevo guion museográfico tomando como base un guiado preexistente.

Bajo la orientación de Alejandra, un equipo de Nación Media realizó un apasionante recorrido no solo por la historia de San Bernardino, sus fundadores, las primeras olas migratorias y sus visitantes de más renombre, sino también a través de las características de su entorno natural y del lugar que ocupa dentro de un nicho ecológico más amplio.

PREHISTORIA

Cuando le preguntamos qué nos cuenta el museo respecto a la historia de los orígenes de San Bernardino, para la pelota y nos aclara: “Yo les invito a que empecemos por el inicio, ya que esta historia empieza hace millones de años”. Como punto de partida, nos conduce al hall del museo, donde unas ilustraciones explican el lugar de San Bernardino dentro de la cuenca del lago Ypacaraí.

En contraste a lo que pregonan los relatos fundacionales, los primeros habitantes no fueron los migrantes europeos, sino las tribus de cazadores-recolectores que se asentaron en el lugar hace 7.000 a 8.000 años, además de los animales prehistóricos que hollaron estos suelos hace millones de años como el megatherium, el glyptodon y la macrauchenia.

Peña explica que la información presentada a manera de ilustraciones dirigidas a un público infantojuvenil busca romper la idea de que los museos son lugares aburridos y solo para gente “entendida”. “Queremos romper ese paradigma. El museo es un lugar para apropiarnos, para venir a distendernos entre amigos y este es un museo que plantea preguntas”, afirma.

TIEMPOS DIFÍCILES

Como parte de la política de colonización del gobierno de Bernardino Caballero, en cuyo homenaje fue denominada la villa, en el periodo de la posguerra del 70 el Estado paraguayo brindó a los colonos europeos –fundamentalmente alemanes, pero también franceses, belgas y suizos– las herramientas, semillas y otros insumos, así como la cobertura de los costos de traslado para instalarse y trabajar la tierra en nuestro país para levantarlo de la postración luego de una guerra de exterminio.

Sin embargo, muy pronto un grupo de visionarios cayeron en la cuenta, allá en los albores de 1800, del potencial turístico más allá de las actividades agrícolas, siempre sujetas a las fluctuaciones climáticas. Otro factor que potenció el crecimiento fue el traslado de muchas de las negociaciones diplomáticas al pujante poblado a raíz de que Asunción fue devastada y saqueada por las tropas de ocupación, que permanecieron por diez años luego de finalizada la contienda.

“En ese momento San Bernardino era la cara bonita que el Paraguay podía mostrar. Era un lugar industrioso, empezaron los hoteles, había buenos servicios. Era el único lugar del Paraguay donde se podían brindar servicios de alta calidad turística. La industria del turismo en Paraguay se inicia en San Bernardino”, explica y luego añade que el cruce desde Asunción se hacía por el lago, ya que no había caminos.

Luego ingresamos a la primera sala del museo, que retrata la fundación y los primeros migrantes alemanes a través de textos sencillos y encarados con cierto dejo de humor como una anécdota sobre una carta recibida por el gobierno de Cándido Bareiro de parte de un tal Otto, quien afirmaba que un grupo de alemanes de Berlín deseaban instalarse en el país y sondeaba sobre qué les daría el Paraguay a cambio. La misiva fue tomada como una broma de algún fanático de la filatelia que escribía con la esperanza de recibir una respuesta para hacerse con estampillas de nuestro país para enriquecer su colección.

Sin embargo, el interés era real de parte de personas que huían del desempleo y la escasez imperantes en Alemania como consecuencia de la Guerra Franco-prusiana. En ese contexto, circulan las versiones de que en un lejano país de Sudamérica hay un lugar con tierras fértiles, abundante agua y buen clima.

LOS PIONEROS

Fotografías coloreadas de la época, viejos baúles donados por los descendientes de los migrantes pioneros, los cabos de un barco, los reglamentos de a bordo y un código QR que reproduce los sonidos del puerto de Hamburgo de aquellos postrimeros años del siglo XIX recrean vívidamente lo que fueron las duras condiciones que debían soportar los viajeros durante la larga travesía en busca de la tierra prometida en la que buscaban la prosperidad y felicidad que le fueron negadas en su propio país.

Tras el viaje, otro apartado del museo nos relata lo que fueron aquellos primeros tiempos con la exhibición de los implementos agrícolas que fueron proporcionados por el Gobierno, así como cartas que eran escritas a los parientes de Europa en las que hablaban sobre cómo les iba en la nueva vida que habían emprendido.

Peña resalta que las epístolas que se conservan dan cuenta de que no se podía percibir tono de queja en los colonos y que estos destacaban que el Gobierno había cumplido proveyendo todo lo que había prometido. Esto sin duda fue facilitado por la misma matriz de pensamiento de la época de fomento de la migración europea para generar el anhelado progreso, más aún luego de la hecatombe de la Guerra Grande.

No obstante, es preciso hacer la salvedad de que –aclara Peña– el trabajo agrícola no era exclusivo de los hombres y desde los primeros periodos registrados hay constancia de la activa participación de la mujer en las labores de subsistencia, no circunscribiéndose por tanto su rol al ámbito doméstico.

El recorrido sigue por los escenarios de la vida cotidiana con la recreación de un dormitorio, una cocina y una escuela. Un friso dedicado al artista y fotógrafo alemán José Fresen ofrece una imagen idílica de la Asunción decimonónica con postales que recorrieron el mundo a manera de “recortes de la realidad porque a metros de esta foto muy bien recortada –dice señalando una imagen del Palacio de López– había una miseria espantosa, había hambre, prostitución”.

SECRETOS DE LA TIERRA

El Paraguay de entonces, bajo el impulso del pensamiento positivista en boga, emprendió varios proyectos de colonización asumiendo que el progreso solo sería posible trayendo a nuestro país brazos europeos para reconstruir la nación. Sin embargo, la mayoría de estas tentativas fracasaron, siendo probablemente la migración alemana a San Bernardino una de las pocas experiencias exitosas de este tipo.

Cabría afirmar que el etnocentrismo de muchos de los colonos les hacía ignorar los conocimientos de la gente local sobre los ciclos climáticos, las características del suelo, entre otras particularidades geográficas, por lo que sin la colaboración y ayuda de la gente local ninguna iniciativa de esta envergadura hubiera podido coronarse con el éxito.

En este sentido, el museo rinde justo tributo a sectores a menudo invisibilizados en los mitos fundadores. Así, hay un espacio dedicado a los cosechadores de piri del lago, puesto que la población local fue muy importante para el establecimiento de la colonia con el suministro de las primeras soluciones a las necesidades de vivienda y techo, además de los conocimientos básicos sobre los ciclos naturales ideales para la siembra y cosecha.

Muy al contrario de la fase de las penurias y necesidades, una vitrina atestigua la época de esplendor con una exposición de las vajillas de los hoteles y otros artículos sofisticados que dan cuenta del elevado nivel de los servicios ofrecidos y del refinamiento gourmet. En este terreno San Bernardino fue pionera en la producción de varios artículos de consumo que no se conseguían ni en la capital como panes y mantequilla, además de que fue asiento de la primera cervecería del país, que fue creada por la familia Herken.

A más de ello, también fue precursora en varios otros campos como la radiofonía, siendo el lugar donde se emitieron las primeras ondas de radio en nuestro país y se realizaban audiciones de música clásica capturando las señales de la estación oficial alemana. A estos logros hay que añadir una usina de luz eléctrica, lo que convirtió a San Bernardino en el primer pueblo de la República en contar con luz eléctrica propia. Este crecimiento también fue impulsado por el turismo de salud, puesto que ciudadanos insignes de todas partes del mundo vinieron a buscar alivio para sus maltrechos pulmones, entre ellos el escritor español Rafael Barrett.

En el rincón dedicado a la música, Alejandra muestra a unos niños los instrumentos de las primeras orquestas de la ciudad y asegura que los estudiantes de la localidad se destacan en los desfiles por su especial disposición para la música. “Conocen la guarania ‘Recuerdo de Ypacaraí’”, interroga a los pequeños visitantes. Estos responden afirmativamente. “Les voy a hacer escuchar la voz de su creador”, dice mientras toma su teléfono y escanea un código QR dispuesto debajo de los viejos instrumentos de viento. Entonces desde su móvil suena la voz del autor de la más representativa pieza de este género, Demetrio Ortiz, en una grabación cedida al museo de manera exclusiva por los herederos de los derechos de la obra.

PRECURSOR DE LA CIENCIA

En otra de las esquinas se deja constancia del rico legado del médico y botánico suizo Emil Hassler con una fotografía de tamaño real, una máquina de escribir, una lupa y algunos de los ejemplares de especies botánicas registradas por el célebre científico, que vivió medio siglo en nuestro país hasta su muerte en 1937, donde desarrolló una prolífica labor que ubicó al Paraguay en el mapa científico del mundo. Además, formó a notorios especialistas como Teodoro Rojas, que empezó como asistente del maestro suizo y luego hizo su propia colecta, logrando un importante destaque regional.

Aparte de ello, en su oficio de médico, Hassler se involucró en la asistencia a los heridos durante la Guerra del Chaco con la fundación de un hospital en lo que es actualmente el Club Náutico San Bernardino con la asistencia de la francesa de origen alemán Hilda Ingenohl, conocida como La Tigresa, quien fue piloto durante la Primera Guerra Mundial.

Peña nos enseña unas especies vegetales que llevan el nombre de Hassler y que fueron donadas por la doctora Rosa Degen, además de una lupa para hacernos revivir la experiencia del afamado naturalista, quien visibilizó a nivel planetario a nuestro país como Moisés Bertoni con la Stevia rebaudiana.

Hacia el final del circuito, cuando le consultamos sobre la línea teórica aplicada en este nuevo guion museográfico a su cargo, retrucó sin vacilar: “La museografía didáctica, definitivamente. Partimos de la base de que si no nos emocionamos, no aprendemos nada. Desde chiquititos las emociones te van guiando, aunque una emoción te puede bloquear también. Pero si vos involucrás a los chicos y estos pueden reconocer sus sentimientos e ir relacionándose con las cosas, yo creo que esa emoción puede ser la clave para el aprendizaje”.

En efecto, desde el inicio del itinerario hasta el final se siente la emoción emerger de los poros por la pasión puesta en la tarea de contar una historia a través de los objetos. Este recorrido guiado invita a derrumbar los prejuicios de que los museos son lugares fríos y distantes para dar lugar a una concepción más horizontal y recíproca a través de la cual el propio museo se enriquece a través del espectador y sus historias.


UN PERSONAJE ENIGMÁTICO

Foto: gentileza.

Entre tantos visitantes notables y enigmáticos que tuvo la ciudad, se destaca por su halo de misterio Mr. Walter Bauer (1887-1965), un astrólogo alemán de ojos azules, crecida barba y larga cabellera. Vivía como un ermitaño en una choza en la ribera del lago con la sola compañía de sus libros, instrumentos para observar los astros y numerosos gatos. Entre sus predicciones más famosas se cuentan que había advertido al entonces general José Félix Estigarribia que no viajara en avión apenas días antes de que el conductor de las tropas paraguayas durante la Guerra del Chaco falleciera al estrellarse la aeronave en la que viajaba junto con su esposa, Julia Miranda Cueto, y el piloto Carmelo Peralta. Asimismo, al autor de “El principito”, el francés Antoine de Saint-Exupéry, le auguró que no sería recordado por su oficio de aviador, sino que quedaría en la historia por su trabajo en el campo de las letras. También vaticinó la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial y predijo la Revolución del 47 como un “mar de sangre” que se avecinaba. Tan precisos eran sus presagios que en aquellos tiempos se hizo común la frase “Ya lo dijo Bauer”.

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