COMENTARIO

Por Sergio Cáceres Mercado

Sociólogos del arte como Vytautas Kavolis indican que la creatividad artística suele incrementarse en los períodos de reconstrucción social que siguen a procesos desintegradores como las guerras. En el caso paraguayo, es llamativa la producción literaria y la calidad literaria en la posguerra del Chaco en comparación a lo que se publicaba antes.

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La novelística de Gabriel Casaccia, por ejemplo, da un salto cualitativo en la década de los 50 cuando aparece “La Babosa”. Sus dos anteriores novelas se publicaron en 1928 y 1940, y no tienen la potencia analítica de “La Babosa” y de las que le siguen; sin embargo, la guerra no tiene casi cabida en su obra, tema que sí lo ensayarán otros escritores paraguayos.

También en los 50 aparece Augusto Roa Bastos con sus cuentos y en 1960 lanza su primera novela, “Hijo de hombre”, la cual lo ubica inmediatamente en el mapa de la gran literatura latinoamericana.

En esta obra la guerra ocupa un lugar central, en especial los capítulos finales “Destinados”, “Misión” y “Excombatientes”. Aunque la guerra contra Bolivia será tema en obras de otros autores, ninguno llegará a la altura literaria de las páginas de “Hijo de hombre”. Jorge Ritter, por ejemplo, publicará en 1975 su tercera novela, “La tierra ardía”, en la que recuerda con técnica novelada sus experiencias en el frente chaqueño.

La literatura que mencione a la guerra chaqueña o la tenga como motivo central es numerosa y no podremos enumerarla toda. Sin embargo, en teatro se debe destacar a Julio Correa con su “Sandia yvyguy” y luego “Tereho jey frente pe”. En poesía, Josefina Plá dedicó todo un poemario a la memoria de los excombatientes para el cincuentenario del evento bélico: Los treinta mil ausentes (1985).

Sin embargo, los mismos sociólogos advierten que no hay leyes sociológicas que puedan aplicarse como tales; es decir, en todos los casos. Justamente, a la hipótesis de Kavolis se opone la obra de Arnaldo Valdovinos, un soldado que en plena contienda chaqueña publica un poemario “Bajo las botas de una bestia rubia” (1933) y la novela “Cruces de quebracho” (1934); lo mismo hace otro combatiente, Santiago Villarejo, con su célebre novela “Ocho hombres” (1934) y luego unos cuentos en el volumen titulado “Hooohh lo saiyoby” (1935), ambos dedicados a la guerra y que son considerados de gran valía literaria. Por

supuesto, en poesía, no hay que olvidar a Emiliano R. Fernández, cuyos versos luego quedarán en populares canciones.

Vemos así que la Guerra del Chaco aparece desde sus mismos inicios en la narrativa y en la poesía, y luego será llevada a las tablas por nuestros dramaturgos. En dichas páginas podemos encontrar descripciones que muchas veces superan a las crónicas más realistas, pues varios de sus autores estuvieron en combate o cubrieron la contienda como periodistas y se enteraron de primera mano de las penurias del frente.

Así como la Guerra contra la Triple Alianza es una temática (Juan Bautista Rivarola Matto, Margarita Yegros) o la Guerra civil del 47 (Helio Vera, Esteban Cabañas), es empero la del Chaco la que más páginas ha ocupado en nuestra constelación literaria. Dos guerras internacionales y varias revoluciones fratricidas fueron suficientes para inspirarnos. Ahora hay que esperar que nuestra literatura siga creciendo al ocuparse de las mismas.

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