Es común que los hijos únicos carguen con el estigma social que los caracteriza como egoístas, conflictivos y con serios problemas de relacionamiento. No obstante, lejos de estas creencias, la realidad es completamente diferente: todo depende del tipo de crianza y el carácter que vaya forjado el niño conforme se vaya desarrollando.

La psicóloga clínica Anabeth Wentzensen, terapeuta familiar y máster en terapia cognitiva conductual, explicó en conversación con La Nación/Nación Media que no existe como tal el “impacto psicológico” de crecer sin hermanos. El “hijo único” no necesariamente enfrenta déficits en habilidades sociales o es más egoísta y malhumorado en comparación a aquellos niños que crecen con hermanos.

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“Esto es un mito. Todo va a depender de la crianza que se le brinde a ese niño. Si la crianza tiene un estilo sobreprotector o permisivo, el chico sí tendrá estas dificultades: problemas de autoestima y para relacionarse con otras personas. También se sentirá el centro de atención, no entenderá de límites y normas, tendrá tendencias a sentirse indulgente”, detalló.

Por el contrario, con una crianza sana y positiva, los “hijos únicos” tienden a desenvolverse con mayor independencia y madurez, puntualizó la profesional. “Como no tienen hermanos con quién compartir responsabilidades, podrán desarrollar mayor madurez y autoestima debido a su relacionamiento más estrecho con sus progenitores y otros adultos”, agregó.

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La psicóloga clínica Anabeth Wentzensen es terapeuta familiar y máster en terapia cognitiva conductual. Foto: Gentileza

Ventajas y desventajas

El impacto a nivel cognitivo y social en un hijo único en su mayoría se debe al contexto en el que crece el niño. “Además de la madurez y la autoestima, también se destacan la autonomía e independencia temprana y las relaciones estrechas con los progenitores”, recalcó Wentzensen.

Por otra parte, no tener hermanos también puede ser una desventaja para un niño, recordó la psicóloga. “Quienes crecen sin hermanos pueden presentar la necesidad de aprobación de parte de los padres, presiones excesivas y sentimiento de soledad, ya que no tendrán con quién jugar y compartir experiencias tristes y alegres propias de cada edad y etapa”, añadió.

Más allá de que los niños puedan compartir o no su desarrollo con hermanos, Anabeth Wentzensen recordó que la atención y acompañamiento de los padres en las distintas etapas de crecimiento tienen un rol importantísimo y significativo. “Dentro de esta misión se incluye enseñar a expresar las emociones, a pensar, a comunicarse asertivamente con los otros, a tomar decisiones, además de brindar amor, protección , un ambiente sano y estable, sin altercados”, resaltó.

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