Expertos en psicología, psiquiatría y en el tratamiento de la adicción a las nuevas tecnologías coinciden en que esta dependencia se puede prevenir con el fomento de buenos hábitos de uso desde edades tempranas, donde padres y madres también deben tomar conciencia de que su comportamiento y relación con dispositivos, redes sociales y videojuegos influyen directamente en los menores.

En los últimos años, la nomofobia se ha convertido en una gran preocupación tanto para las familias con niños como para profesionales que tratan de combatir este miedo irracional a estar sin teléfono móvil, que se ha convertido en un dispositivo en constante uso y en todos los ámbitos.

Estos últimos coinciden en que no es fácil erradicar esta necesidad, entre otras cosas, porque las pantallas en general y los ‘smartphones’ en particular se han convertido en las vías de comunicación preferidas por los jóvenes con su grupo de iguales.

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En este sentido, un grupo de expertos ha valorado la medida implementada por padres y profesores de la ciudad de Greystones (Irlanda), que se han unido para establecer un código común que prohíbe el uso de los ‘smartphones’ entre sus hijos y alumnos hasta que estos alcancen la escuela secundaria.

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Con esta decisión, se busca mitigar los efectos nocivos de las nuevas tecnologías, como son la exposición a contenido inapropiado, adicción y dependencia de estos dispositivos, casos de ciberacoso y ‘sexting’ o la pérdida de privacidad. A esto se añaden otros peligros físicos como los problemas de visión, la mala postura o la falta de sueño.

Debido a esta serie de consecuencias negativas favorecidas por el uso habitual de las nuevas tecnologías, desde el centro especializado en salud mental Ita Argentona consideran que una medida como la que han tomado en Irlanda “no es una propuesta fuera de lo común ni irrealizable” y que favorecería a los niños antes de generar esa dependencia a los móviles, una medida que también se podría extrapolar al uso desmesurado de las consolas y los videojuegos.

“Es una medida factible, teniendo en cuenta que no se retira de forma aislada, sino en grupo, lo que genera un marco normativo que permite a los niños comprender más fácilmente esta medida”, considera uno de los psicólogos de este centro, Aleix Cortés.

Este especialista, además, insiste en que al retirar los dispositivos “se recuperarían espacios de ocio y se trabajarían nuevas habilidades, como la gestión del aburrimiento, la autorregulación y las habilidades de socialización”.

En este sentido, el psiquiatra del área de Infancia y Adolescencia del Instituto de Psiquiatría del Hospital Gregorio Marañón (AdCom Madrid) Ignacio Civeira ve preocupante que los menores encuentren un refugio en la tecnología cuando tienen problemas, lo que puede desfavorecer el autocuidado.

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“Estamos viendo más tasas de depresión, ansiedad, fracaso escolar y pérdida de libertades”, sostiene, y adelanta que por permanecer conectados a través de estos medios tecnológicos los más jóvenes incluso “dejan de ducharse, de dormir lo que deben o de comer a sus horas”.

El psicólogo del Servicio de Adicciones Tecnológicas (SAAT), Luis Padilla, ve muy claro cuál es el motivo de que esto suceda: “Cuanto más se usan estas herramientas, más se desean, sean redes sociales o videojuegos”, comenta, recalcando que la medida llevada a cabo en Irlanda “sería realista siempre que fuesen en consonancia y en la misma dirección todos los agentes educativos en todos los contextos: familiar, educativo y social”.

Los expertos coinciden, por tanto, en que no solo son necesarias “unas leyes que rijan el uso que se hace de las tecnologías”, según el CEO de Desconect@, Marc Masip, sino que también es fundamental una toma de conciencia por parte de los padres de estos niños, que deben tener en cuenta cómo sus comportamientos pueden influir en los menores.

“La sociedad ha normalizado el uso de móviles desde edades muy tempranas. Esto es comparable, por ejemplo, con el hábito de fumar. Todo el mundo sabe que es nocivo, pero no todos piensan lo mismo sobre el abuso de los medios tecnológicos”, matiza Civeira.

El directivo de Desconect@, considera que “el problema está en que en España la psicología es intervencionista, nunca preventiva”, motivo por el que cada vez es más necesaria una formación con la que los menores puedan saber cuáles son los efectos que puede tener el uso constante de las tecnologías en su vida diaria.

La vida cotidiana demuestra una dependencia importante a los teléfonos móviles. Foto: AFP

La prevención

Con respecto a la decisión de las familias irlandesas, Cortés cree que, para evitar situaciones de frustración y conflictos familiares ante la retirada de las pantallas, “conviene dar una serie de pasos de concienciación”.

“Es saludable avisar con antelación de que se les va a quitar el teléfono móvil y explicar los motivos concretos por los que se ha tomado esa decisión”, asegura, mientras que Padilla insiste en que “si ya hay una situación de abuso o de dependencia instaurada en el uso de la tecnología, sí que sería conflictivo en el entorno familiar”.

De ahí que coincidan en que es recomendable retirar estos dispositivos cuanto antes, en caso de tomar como referencia la medida irlandesa. “A partir de los 12 años, con el inicio de la adolescencia, incrementa la necesidad de comunicación con el grupo de iguales. La tecnología adquiere especial relevancia porque les permite estar en contacto con sus iguales, porque se reduce la importancia del contexto familiar y la figura de sus padres como referentes”, añade Padilla.

A pesar de ello, los expertos consultados insisten en que “sin el apoyo de los padres, la concienciación fuera del ámbito familiar”, como puede ser en colegios e institutos, “no sirve para nada”, en palabras de Civeira.

Cómo reconocer una adicción

El apoyo de las familias, no solo sirve para concienciar -y, por lo tanto, prevenir la dependendencia- a los más jóvenes en los usos nocivos de la tecnología, sino que también es esencial durante el proceso de recuperación en caso de que se adviertan casos de adicción.

“En nuestras sesiones de tratamiento siempre participan los padres”, comenta Masip, que incide en que las más enriquecedoras son las grupales “puesto que en ellas pueden compartir sus problemas con otras personas de su edad y sexo y les hace sentirse más comprendidos”.

A pesar del posible desapego familiar una vez se alcanzan edades más avanzadas, suelen ser los padres los que detectan una serie de señales que indicarían que sus hijos pueden ser dependientes de los teléfonos móviles o las redes sociales: aislamiento, bajo rendimiento académico, etc.

En cualquier caso, “hay que valorar la dimensión de la persona y saber distinguir entre lo que es un uso abusivo por factores como el aburrimiento y una adicción a la tecnología o a los videojuegos”, sostiene el psiquiatra de AdCom Madrid.

En este sentido, los expertos coinciden que son “más las niñas” las que se encierran en plataformas como Instagram o TikTok “porque en ellas son más habituales los problemas de autoestima”, según el director ejecutivo de Desconect@.

Los datos ofrecidos por la Fundación Barrié vienen a evidenciar lo que comenta este experto: un estudio llevado a cabo entre 10.000 adolescentes de entre 12 y 18 años de 59 colegios de Galicia encontró que había un número mayor de niñas -un 29,2 por ciento, frente a un 22,1 por ciento de chicos- que reconocían ser adictas a su teléfono móvil.

El Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad tuvo las mismas impresiones en uno de sus últimos informes, ‘El uso de la tecnología por los menores en España’ (2022), donde determinó que la tenencia del móvil fue mayor entre las niñas que entre los niños (un 7 por ciento superior) en los últimos cinco años, en un contexto en el que el 96 por ciento de los menores de 15 años tiene teléfono móvil.

Fuente: Europa Press.

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