El paso anodino del liderazgo actual de Itaipú Binacional, sometido y avasallado por un inescrupuloso oscuro politiquero de cuarta línea de apellido Soria, quedará para la historia como el segundo episodio triste del actual proceso, aparte de la responsabilidad de esferas aún superiores en lo que se dio en llamar “La entrega de Itaipú” y que estuvo a punto de derribar al propio presidente de la República en un juicio político, siendo luego salvado, en una cuestionable decisión, por sus propios adversarios políticos internos de la ANR.

Aunque los medios aliados de esta gobierno, enriquecidos por la abundante pauta publicitaria de la binacional, prefirieron ignorar deliberadamente estos hechos; se ha comprobado que los gastos sociales tuvieron un trato discrecional, favoreciendo descaradamente a empresas ligadas a altos empleados de la Itaipú, quienes solo fueron apartados de sus cargos, sin que existiera sumario alguno para medir las consecuencias legales de sus actos de mala fe. Y fue por lo que dijimos en líneas precedentes: no hubo temperamento de autoridad, sino sometimiento pusilánime, para defender los intereses de la institución. En todos los frentes, tanto en el manejo interior de lo que nos corresponde como país, como en el relacionamiento con sus pares brasileños del Directorio Ejecutivo y del Consejo de Administración. Es, casi seguro, una de las peores gestiones en la toda la historia de la Itaipú.

Todo lo construido durante el gobierno anterior en cuanto a la trasparencia en el ejercicio del poder fue sistemáticamente degradado por el actual mandatario y sus hombres más cercanos. Itaipú es su más claro ejemplo. El proceso de selección para ingresar a la binacional fue aplicado durante la presidencia de Horacio Cartes. Y aunque la suspicacia siempre estuvo latente, los hechos terminaron por convencer hasta a los más incrédulos cuando, entre los que aprobaban los exámenes, aparecían hijos e hijas de vendedores ambulantes, lavanderas, empleadas domésticas y humildes obreros, quienes habían concluido la facultad mediante el sistema de financiamientos para estudiantes de escasos recursos.

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Ahora, ese camino donde los más capaces sobresalen fue dinamitado por un equipo de mediocres y obsecuentes que es incapaz de enfrentar a los mandos superiores con inteligencia y firmeza para así devolver a la entidad los códigos de la rectitud, la integridad y el mérito.

Que los directores y consejeros de la Itaipú Binacional, empezando por su director general, carecen de idoneidad para ejercer sus funciones queda patentizado en la ausencia de la autonomía moral en sus procedimientos. Eso, sumado a otros dos pilares que justifican que una persona sea apta para el cargo: competencia (el saber hacer) y la responsabilidad por los resultados. Ninguno de estos componentes podemos avizorar en los procedimientos utilizados en la apurada convocatoria para llenar vacancias en que 17.000 interesados se disputarán 220 cargos.

Apurada y amañada, a juzgar por las denuncias que venimos realizando desde hace varios días, en que se ha verificado cómo pasantes y aprendices, ligados familiarmente a muchos empleados con altos cargos, se preparan para tomar por asalto el concurso de presunta selección. A pesar de estas irregularidades, de requisitos elaborados a la medida de algunos participantes –como, incluso, lo comprobó un diario colega–, los directores han optado por la obediencia sumisa y abyecta para continuar adelante, a tambor batiente, de acuerdo con lo que el mismo confirmó el pasado viernes durante su conferencia de prensa. Una acción que no se compadece de los criterios de mínima colaboración administrativa con quienes asumirán el poder el 15 de agosto de este año.

¿Cuál es el apuro de llenar las vacancias? Es más, ¿hay necesidad de cubrir todos los lugares que quedarán vacíos a razón de la jubilación de un centenar de empleados, atendiendo a que la margen derecha, o sea, nosotros, tenemos superpoblación de funcionarios en comparación con la margen izquierda? ¿Se va a parar el funcionamiento de la hidroeléctrica si se posterga por tres meses esta convocatoria para garantizar toda la trasparencia que hoy no tiene?

Definitivamente, no. Lo triste de todo esto es que personas sin ninguna formación intelectual ni moral, como es el caso del asesor de Responsabilidad Social de Itaipú, Gerardo Soria, cumpliendo con su papel de estafeta de Abdo Benítez, es quien da instrucciones al director general. Quiere ubicar a todos sus leales –que ya están trabajando en la binacional– antes de que concluya este periodo presidencial. Es más, el propio Soria está fabricando un sindicato para tratar de conseguir estabilidad laboral. Debería saber que los cargos de confianza no pueden caer bajo esa figura jurídica, más aún, para los que ingresaron a la institución violando la exigencia legal de concursar. De ser una institución que lideraba en capacidades técnicas este proceso está entregando “La Itaipú de Soria”, a esa medida, al galope de una mediocridad que da vergüenza a brillantes funcionarios técnicos que trabajan en la binacional.

Pero esas situaciones serán dirimidas en las instancias jurisdiccionales pertinentes y esa es una inexcusable obligación del gobierno entrante. Si las autoridades arriesgan su futuro con elegir entre la bolsa sucia y la integridad, allá ellas y que respondan ante las instancias que corresponden.

Lamentablemente habrá una impunidad que como siempre quedará en la sombra: la de los grupos de medios que vendieron su silencio durante cinco años. Paseaban por sus espacios televisivos a una funcionaria que luego negoció con agua tónica y está procesada; convirtieron en estrella a un ministro que era amigo de narcos y hoy está procesado, y la cuenta es larga.

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