Una rapiña generalizada al Estado es la que estamos observando más que nunca durante los últimos meses de este gobierno, que merecidamente recibió el calificativo de “desastre” desde sus ini­cios.

El #DesastreKoMarito que se había hecho muy popular por las negligencias del Gobierno, las denuncias de corrupción, los privilegios desmesurados para los amigos, los escándalos entreguistas, caso del acta de Itaipú, se agravó y llevaron a terapia intensiva al país con caren­cias extremas en rubros sensibles como salud, educación, trabajo, etc. Prácticamente se está rematando el Estado, viendo cómo desangran el presupuesto público con gastos delirantes, mientras la gente llora miserias a diario.

Las licitaciones son presas de las angurrientas y descaradas administraciones que inventan razones para gastar, en un año político en el que hay un candidato oficialista que apuntalar, así como varios altos funcionarios cuyos obje­tivos en este momento se confunden entre lo proselitista y lo institucional.

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Licitaciones han desencadenado pasarela “de oro”, computadoras y compras de software que, según expertos, son como para misiones de la Nasa. Nuestro medio publicó también recien­temente una nómina de limpiadores “mau” y cómo contratos de limpieza se convierten en un negociado en el Instituto de Previsión Social (IPS).

Pululan denuncias de licitaciones amañadas a favor de los amigos, como el caso de la empresa de un amigo del Vicepresidente que acaparó contratos durante este gobierno. La preferen­cia dejó a 24.000 niños con aulas inconclusas por obras abandonadas, y el Ministerio de Edu­cación derrochó un valioso tiempo en el que se pudo reacondicionar miles de establecimien­tos escolares.

En estos días también estalló la millonaria compra de regalos en Petropar. El presidente del ente, Denis Lichi, candidato a gobernador de Cordillera, quería gastar G. 1.500 millones en globos, termos, kit de asados, remeras, pines y una variedad de 49 obsequios cuando los pre­cios de los combustibles están por las nubes, con alertas continuas de aumento y habiendo tantas carencias por la fuerte crisis económica.

El festín con la compra de regalos generó la reac­ción en el Senado y, gracias a una pronta inter­vención, se canceló junto con otras dos descabe­lladas licitaciones que estaban en marcha.

Larga lista de llamados se puede observar en la página de Contrataciones Públicas, al parecer las instituciones del Estado, en su mayoría, se están rigiendo por la política de compras com­pulsivas en estos últimos meses de gobierno de Mario Abdo Benítez.

Las insaciables adquisiciones incluso obvian la falta de presupuesto, y si hay que dejar plantada otra deuda, no tienen problemas, como lo están haciendo en el Ministerio de Obras Públicas. El plan es endeudar al país para “modernizar” casetas de buses a precios “de oro”, llenar de cámaras las paradas y los colectivos, superponer adquisición de GPS con los ya existentes, todo para gastar US$ 12 millones.

Nadie del MOPC todavía se dignó a dar la cara por el megagasto que prevén mediante otro crédito, cuando el sector de la construcción, eje principal de la economía del país, aguanta una fuerte crisis precisamente por deudas de esta cartera estatal, que suman unos US$ 400 millones. Esta situación afecta al empleo de unas 40 mil personas, según los referentes, pero para este gobierno esta deprimente cir­cunstancia pasa desapercibida.

Este escenario debe tener muy en alerta a la ciudadanía que, ante un gobierno copado por aspirantes políticos más abocados a la cam­paña electoral que a sus funciones, es la espe­ranza para salvaguardar los bienes del Estado de los oportunistas y devoradores.

El Senado dio muestra de moral y rigor para frustrar el despilfarro de compra de regalos en Petropar, pero eso es apenas un caso. No basta solo con el pronunciamiento en sesión de una vez a la semana.

Requeriremos de la atención de todos, de la presión de la prensa y la opinión pública para frenar los negocios que solo se generan para meter mano en el bolsillo de los contribu­yentes.

Los entes de control deberán dar más señales de eficiencia y requerirán de mucha fortaleza para no flexibilizarse a las presiones políticas. Es un momento político muy desgastante para la ciudadanía que debe tolerar las peleas entre adversarios, además de que los que están en el poder despilfarren recursos.

Por ello, la vigilancia y el control que la gente puede ejercer serán más que necesarios para blindar de alguna manera el patrimonio del Estado de licitaciones direccionadas y repartija de cargos como favor político.

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