La vida del Paraguay se ha visto sacudida muy fuertemente en las últimas semanas por aconte­cimientos muy dolorosos que no se pueden olvidar y que impiden toda indi­ferencia. Porque ante la tragedia humana y la muerte de seres queridos es imposi­ble estar impasibles por falta de sensibili­dad. Frente al asesinato del fiscal Marcelo Pecci, todo el país lloró, como se conmovió mucha gente cuando atentaron contra el intendente de Pedro Juan Caballero, José Carlos Acevedo, y se produjeron otros crí­menes en los últimos días. En medio de la angustia se puede concluir que esto no puede seguir así, que hay que poner fin a este infortunio colectivo.

Al mismo tiempo, en el trajinar de cada día la gente está sufriendo el aumento conti­nuado de los precios de los productos de consumo, la disminución de los puestos de trabajo, la caída en la producción de importantes industrias, el bajón en la acti­vidad de muchos negocios. Siente que los ingresos no alcanzan, que la incertidum­bre se agranda ante los sucesos de nuestro país y los avatares de la guerra entre Rusia y Ucrania, en un mundo cada vez más com­plicado.

La actividad económica del primer tri­mestre registró una caída acumulada del 2,7%, según el Banco Central del Paraguay (BCP). Que se debió al débil desempeño del área agropecuaria y al pobre compor­tamiento de un amplio sector de la indus­tria y el comercio. En el mercado laboral, a causa de las debilidades del movimiento económico, el desempleo creció y actual­mente se computan 317.000 desocupados.

Lo que hizo que la tasa de desocupación subiera al 8,5% comparado con el 6,5% que se tenía antes de la pandemia. Los más afectados son los trabajadores del sector primario, aunque en las industrias y la construcción hubo 90.000 empleos menos. En el área de trabajadores inde­pendientes, unas 105.000 personas no tienen actualmente ocupación y están sin poder ganarse el sustento. Estas cifras de la situación económica son importantes y revelan que no se pueden descuidar la producción, la creación de nuevos pues­tos de trabajo, que tienen una implican­cia social muy decisiva en el comporta­miento de la sociedad paraguaya.

En medio de este fuego cruzado de hechos que golpea a todos, inevitablemente mucha gente se plantea: ¿Qué hacer? ¿A quién recurrir?, ¿Qué actitud tomar? Lo que impone analizar la situación y ver cómo actuar en esta encrucijada. El poder público, representado por el Gobierno tiene la exclusividad de la defensa contra la inseguridad y el terrorismo criminal. En esta lucha deben participar todas las fuer­zas, como la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas, a través de una acción conjunta para garantizar la tranquilidad de la ciu­dadanía. Y en la sociedad nacional y la vida económica, el sector privado, compuesto por las empresas, los productores y los tra­bajadores es el principal motor en marcha.

La conjunción armónica entre ambos sectores es la única alternativa para salir adelante en este momento de crisis. Por­que, así como no es posible producir y crecer económicamente sin la participa­ción activa del sector privado, no se podría tener la seguridad necesaria para traba­jar sin la contribución del Estado. Por las disposiciones legales vigentes y por tener el monopolio legal de la fuerza, es el que debe ocuparse de asegurar la tranquilidad pública y amparar la vida de todos.

Otra tarea de suma importancia para enfrentar la situación actual es combatir la suba de precios, y en ese plan los ministe­rios y organismos del ramo deben inter­venir para que mejoren las ofertas de pro­ductos y no suban los artículos de mayor consumo. Un acuerdo entre el Gobierno, los supermercados, grandes tiendas y los proveedores puede impedir el alza exce­siva de los precios. Cosa que debe comen­zar con el valor comercial de los combusti­bles, que se puede aliviar estableciendo un tipo de cambio preferencial del dólar que se utiliza para la importación de derivados del petróleo.

La participación del Gobierno es impres­cindible en este momento muy especial. Debe plantarse con fuerza ante la dura rea­lidad y actuar con firmeza para la buena conducción de los asuntos del país. Porque tanto la protección física como el amparo económico son importantes, y en ambos asuntos el papel del Estado es fundamental.

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