Es ineludible nuestra respon­sabilidad como sociedad de no generar más víctimas, en algunos casos con secuelas de por vida, a causa del uso de pirotecnias y explosivos.

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo son acontecimientos emblemáticos, nos invitan a la celebración del nacimiento, esto representa la vida, más aún en estos tiempos de pandemia en los que todos agradecemos el poder seguir respi­rando. Lastimosamente, estas festivi­dades también tienen sus riesgos que precisamente se traducen en la incon­ciencia del uso de fuegos artificiales, detonantes que terminan enlutando a muchas familias.

Se ha prevenido con información ruti­nariamente desde las instituciones pertinentes sobre el uso de explosivos y fuegos artificiales, muy nocivos para la salud, sin embargo, el despliegue de puestos de venta de estas bombas en comercios y avenidas nos da la pauta de que el nivel de adquisición es un resul­tado totalmente opuesto a las campañas de concienciación.

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Los artefactos pirotécnicos por lo gene­ral ocasionan lesiones en manos, cabeza y ojos dicen desde el Ministerio de Salud, con sus reiterados comunicados de evitar el uso de explosivos en fiestas.

Los médicos del Hospital de Trauma y del Quemado año a año ruegan a los padres que eviten la manipulación de explosivos y fuegos artificiales a meno­res, principalmente.

El último registro del fin de año 2020 dejó 7 víctimas por explosión de petar­dos, 4 de ellas son menores de edad. “Ahí vemos las fotos crueles, manos, dedos amputados”, lamentaba en conferen­cia de prensa el director del Hospital de Trauma al dar los reportes los primeros días del 2021.

Los padres deben ser implacables en la prohibición del uso de pirotecnia a sus hijos, principalmente menores.

Si bien este año el Ejecutivo promulgó la Ley N° 6754 que prohíbe la venta de estos artefactos a los menores de edad con las multas pertinentes por las infrac­ciones, la responsabilidad más inme­diata recae en los padres, la familia está para cumplir con el deber del cuidado y evitar que más niños sigan mutilándose a causa de la manipulación de petardos.

Los especialistas señalan que además de las quemaduras ocasionan traumas acústicas que pueden ser temporales o permanentes. Dependiendo de la mag­nitud del sonido pueden generarse todo tipo de daños, desde dolores hasta pérdi­das de la audición de manera severa.

No hay que olvidar que una población altamente susceptible a los sonidos fuertes son los niños con trastorno del espectro autista (TEA).

Es importante que la sociedad conozca y valide esta debilidad presente en nues­tros niños autistas y que los especialistas denominan hipersensibilidad auditiva o hiperacusia; que se caracteriza por una sensibilidad aumentada a los sonidos habituales, los cuales pueden ser incó­modos o incluso dolorosos para ellos.

La percepción de los estímulos externos como los sonidos que son considerados fuertes se tornan insoportables para los que padecen hipersensibilidad auditiva generando momentos de mucha angus­tia. Los padres y tutores de personas con espectro del autismo claman una mayor empatía por parte nuestra y se encuen­tran hace tres años en una campaña loable, digna de ser respetada y aplicada que es la de disminuir el ruido de esas bombas que para estas familias solo se traduce en sufrimiento.

El conocimiento que se tenga sobre el riesgo del uso de petardos sumado a una intensa campaña educativa, de la cual los medios de comunicación debemos formar parte, son cruciales para avan­zar hacia eventos sociales más armonio­sos, de los que todos puedan disfrutar.

No expongamos a mutilaciones ni con­secuencias infelices a nuestros niños a cambio de un momento de falsa emo­ción como es el manipuleo de bom­bas. Todos corremos riesgo, de ahí la extrema importancia de que los adultos nos comprometamos para no facilitar pirotecnia a los menores y como perso­nas conscientes, familias inclusivas, ser precavidos en su uso.

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