El gran negociado de las compras de alimentos covid en Ciudad del Este, que pasa desapercibido para las noticias que difunden los medios tradicionales de comunicación, así como en los discursos de aquellos políticos que fungen de patriotas y luchadores contra la corrupción, fue ratificado días pasados por la Contraloría General de la República (CGR).
Contra la corriente mediática y de ciertos sectores políticos negacionistas de la corrupción imperante en partidos opositores, nuestro equipo de investigación había hilado fino y confirmado en detalles la forma en que la administración de Miguel Prieto aprovechó la pandemia del coronavirus para así, en nombre de los más vulnerables, armar licitaciones en beneficio de los amigos, transgrediendo la Ley de Contrataciones Públicas.
Es así que, de entrada, al inicio de la pandemia, con el argumento de la “urgencia impostergable”, Prieto y los suyos aceleraron una compra de alimentos por vía de la excepción por valor de G. 2.949 millones que, por los documentos hallados, en realidad fue pensada para el bolsillo de los amigos.
No hubo la urgencia, según Contraloría y la auditoría del proceso licitatorio reconfirmó lo que nuestro medio había develado: amañaron la compra, falsearon procedimientos y además no existen notas de remisión que avalen la entrega de los 25.000 kilos de alimentos que debían consignarse para respaldar que los insumos llegaron a la población beneficiaria.
El apuro era llenar el bolsillo de los amigos que, si cumplieran requisitos, estaban de aquí a la luna de adjudicarse los contratos con los que se los premió. Esta maniobra usando la desgracia de los pobres es algo que Prieto y los suyos cargarán sobre sus espaldas hasta que el peso de la ley les pase la factura.
Muchos omiten hablar del tema, pero con el último dictamen de la Contraloría quedó firme la denuncia que en Ciudad del Este fraguaron una licitación en la que, para blanquear el proceso, invitaron a papá e hijo y completaron la cantidad de tres invitaciones con el negocio de una amiga a quien Prieto le acababa de dar un jugoso contrato. Lo más alevoso es que los convidados no tenían la capacidad financiera ni técnica para cumplir con el contrato, ya que son pequeñas despensas sin el movimiento financiero requerido para el volumen de la compra.
De esta maniobra había surgido la despensita Tía Chela, en el ojo de la tormenta por su minúsculo movimiento, sin stock para lo que se había comprometido con la Municipalidad del Este y que se pasó comprando facturas con una cadena interminable de intermediarios para tratar de justificar lo que no tiene, la cantidad de mercaderías que en teoría proveyó.
Contraloría ya avisó de esto a la Fiscalía, que por cierto el fiscal Juan Ledezma sigue dando vueltas sin avances en más de un año y medio de investigación. Ahora el agente del Ministerio Público tiene sobrados elementos para hacer cumplir la ley y resarcir el daño si lo cuantifica.
Pero el caso Tía Chela no es el único caso tramposo descubierto. Hay un patrón de conducta de Prieto y su administración en la ejecución de licitaciones amañadas.
Así es el caso del humilde constructor de pozo artesiano que figura como proveedor de 50 mil kilos de harina y miles de kilos de otros insumos; sin embargo, él no está enterado, según había confirmado. De vuelta en el esquema aparecen los amigos de Prieto.
Vanessa Florentín, dueña de Vanemi SA, dedicada al negocio inmobiliario y la construcción, la misma firma utilizada para respaldar la provisión de alimentos en el contrato Tía Chela figura como invitada en la otra licitación covid de insumos de la canasta familiar, adjudicada al humilde constructor de pozo artesiano de nombre Buena Ventura Morínigo.
Vanessa es sobrina de don Morínigo y junto con ellos aparece como invitado un disc-jockey, hermano del padre del hijo de Vanessa. Otra licitación covid armada en familia.
En medio de esta comilona también está otra compra adjudicada por urgencia impostergable a la familia de los amigos, como es el caso de la clínica móvil, contrato que favoreció al cuñado de la concejala Valeria Romero, muy cercana a Prieto. La Contraloría también terminó confirmando que es un vehículo mau, que las invitaciones consignadas a grandes concesionarias no existen y, además, que lo ofertado es diferente a lo entregado.
No se puede tapar el sol con un dedo; los dictámenes de la gran tragada son contundentes, el interés en estos vergonzosos actos en Ciudad del Este debe ser de interés público y dejar de especular con argumentos ya desacreditados como la persecución política. Este es el momento en que el fiscal a cargo debe proceder con firmeza y compromiso para que los que jugaron con el dinero público y amañaron licitaciones asuman las consecuencias de sus actos.