Madre y Patria coinciden en su celebración y ella no es una coincidencia, y no solo por razones históricas, sino por la naturaleza de tales conceptos que reúnen lo más sublime y respetable.
El mejor homenaje a la Patria y a la Madre, cuya celebración recordamos hoy, es el compromiso de trabajar por un futuro mejor, saliendo de tanta historia de frustraciones que arrastramos como nación.
Este compromiso no debe agotarse en la retórica o en la discusión mediática, sino debe trasladarse alguna vez al territorio de las definiciones estructurales; esto es el cambio en la calidad de los liderazgos que garanticen una patria más justa, mejor enfocada en el bienestar de sus ciudadanos y por lo tanto con mayor patriotismo.
En vano son las recordaciones protocolares tan llenas de versos vacíos y de simple reiteración de calendario si los que nos representan en la función pública no cumplen con valores que garantizan un Estado que se desempeñe con honestidad, probidad y eficiencia.
Tampoco servirá el solo ser conscientes de estas carencias tan tradicionales de nuestra democracia si tal conciencia no se articula con el accionar concreto. Tal accionar se corresponde con lo que la Constitución consagra como oportunidad periódica para revisar la gestión de las autoridades y proceder a castigarles con el rechazo o premiarlos con los votos.
En este orden también vale generar conciencia crítica suficiente para que separemos el potencial auténtico de las buenas propuestas del canto de sirena de quienes prometen lo que nunca habrán de cumplir.
Particularmente en lo relativo a la madre es importante resaltar en este contexto la necesidad de establecer políticas públicas adecuadas para las mujeres, de manera que ellas accedan a todas las oportunidades, no sufran las odiosas discriminaciones que aún son frecuentes en nuestra cultura y, por sobre todo, que acaben los hechos más lacerantes que sufren como género: los feminicidios, cuya frecuencia se ha incrementado en los últimos años.
La madre, por lo tanto, así como la patria, no es solo una fecha de pausa conmemorativa en el calendario patrio, sino un momento para reflexionar profundamente sobre el rol que les asignamos no solo en lo emotivo, sino, fundamentalmente, en la racionalidad de los actos personales y en las políticas públicas.
En estos tiempos en que vivimos la severidad de la pandemia hemos sufrido el castigo de imperdonables hechos de corrupción en nuestro país; es saludable y patriótico que no nos cansemos de exigir que se haga justicia y sus responsables sean convenientemente sancionados.
Cuidar la patria es también resguardarla de las personas que la perjudican y provocan pobreza social: los deshonestos en la función pública. Erradicar esta epidemia es fundamental para la salud de la patria.