Con la decisión mayoritaria de la Cámara de Diputados se des­activó el juicio político a las máximas autoridades políti­cas del país. Y con ello se neutraliza uno de los conflictos más delicados de la crisis actual. Sigue siendo absolutamente justi­ficada la inquietud ciudadana pese a que algunos la quisieron transformar en focos violentos, que pusieron en riesgo la vida de las personas con los incendios en los edi­ficios.

Aunque la conducción del Gobierno pueda causar justificadamente el malestar de la ciudadanía, la corrección de sus erro­res no se puede pedir con el uso del terror. Nadie debería pretender enmendar lo que está mal usando como instrumento la destrucción y la fuerza bruta, porque sin dudas el remedio será mucho peor que la enfermedad.

Oportunamente, el papa Francisco salió al cruce de esta situación para señalarnos lo que tenemos que hacer en esta circunstan­cia. Francisco, quien siempre ha demos­trado su especial cariño por el Paraguay, no ha dejado pasar esta oportunidad para dar­nos un mensaje claro y contundente: no a la violencia y sí al diálogo entre los paragua­yos. Preocupado por las noticias que le lle­gaban desde nuestro país pensó en los que habitamos esta tierra. En medio de sus múl­tiples ocupaciones de jefe de más de 1.300 millones de católicos del mundo, hizo una pausa para pedirnos que no nos peleemos y que busquemos limar las asperezas y solu­cionar nuestras dificultades hablando civi­lizadamente como hermanos que somos.

Para que reflexionemos serenamente nos recordó que la violencia siempre engendra violencia y que a veces termina muy mal. En su oración pidió a Cristo, con la interce­sión de Nuestra Señora de Caacupé, que se pueda encontrar el camino de un diálogo sincero para hallar las soluciones adecua­das a las actuales dificultades, y así cons­truir juntos la paz tan añorada.

“La violencia siempre es autodestructiva. Con ella no se gana nada, sino que se pierde mucho, y a veces todo”, sentenció con sabi­duría. El Papa tiene mucha razón. En este especial momento de nuestro país, en que nos encontramos en medio de la tragedia sanitaria que ya ha causado más de 3.500 muertos y los graves problemas de salud que afectan a miles de compatriotas, no es hora de pelear.

Estamos en medio de una cruenta guerra que cada día va cobrando nuevas víctimas que debe ser motivo de unión para combatir juntos al mismo enemigo. Y no es la opor­tunidad para que grupos políticos, sociales o económicos, dando la espalda a esa reali­dad, quieran aprovecharse para sus intere­ses egoístas sin importarles el país y el des­tino de su gente.

Nadie puede ser tan insensible y olvidar el dolor de tantos compatriotas, por lo que todos los sectores deben enterrar el hacha de guerra para fumar la pipa de la paz. Aparte de mantener una dura lucha contra la pandemia mediante los cuidados sanita­rios recomendados, tenemos que ponernos a trabajar. El Paraguay necesita en estos momentos la reactivación del aparato eco­nómico y se tienen que aprovechar para ello las buenas condiciones del mercado inter­nacional, el excelente clima y las posibilida­des de crecimiento.

Las perspectivas que se prevén para este año señalan que el producto interno bruto (PIB) puede aumentar un 4%, según el Banco Central del Paraguay. Otros organis­mos y especialistas hablan de porcentajes parecidos. Estos cálculos que se hicieron antes, sin considerar la crisis institucional, podrían variar ahora por el influjo negativo que puede ocasionar la inestabilidad polí­tica y social. El temor que abrigan los espe­cialistas no es vano, porque una situación endeble puede influir muy mal en las posi­bilidades de recuperación.

Este es el momento en que el país se debe concentrar con todas sus fuerzas en laborar por la recuperación como una de las partes vitales de la lucha común contra la pande­mia y sus consecuencias. Que aumente la producción, crezcan los servicios y se reac­tive el comercio ayudarán no solo a que se genere mayor riqueza, mejore el consumo, sino a mantener los empleos y a que se creen miles de nuevos puestos de trabajo.

Para que ello ocurra hay que apostar por el diálogo fraterno que incentive el trabajo, lo que permitirá la reactivación del país.

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