El martes 29 de diciembre, a las 9:00, en todas las provincias de la República Argentina, se inició la inmunización con la vacuna anticovid-19 al personal de salud y a otras personas, hecho que fue consi­derado histórico por los medios de ese país en la lucha contra la pandemia que ya causó más de 42.000 muertos en esa nación. Una hora antes, en el Paraguay, en un acto oficial presidido por el presidente de la República, el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, aseguraba a los periodistas que, a más tardar y con seguridad, para mayo o junio ya tendríamos la vacuna aquí, aunque estimó que la primera par­tida podría llegar ya en marzo, pero que no podría asegurarlo en este momento.

Un día antes, el lunes 28, en la lejana República Popular China, un tribunal condenaba a 4 años de prisión a la perio­dista Zhang Zhan, que fue la primera en divulgar la existencia de los brotes ini­ciales de la enfermedad en la ciudad de Wuhan, por “difundir información falsa”. También ese día, en nuestro país los prin­cipales hospitales públicos estaban des­bordados por los numerosos nuevos casos que se presentaban, según explicación de los médicos. Tanto que hay una treintena de pacientes derivados a terapia intensiva en los centros sanitarios privados.

Estos distintos hechos que se dan en dife­rentes lugares geográficos del mundo, que aparentemente no tienen nada que ver unos con otros, tienen, sin embargo, un objeto común: la gran incidencia de la pandemia y el afán de rescatar a la socie­dad de esa amenaza cada vez más fuerte. En este marco de situaciones hay realida­des que se tienen que señalar para corre­girlas, aunque su comunicación pueda resultar incómoda a más de uno.

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A gran parte de la sociedad paraguaya que mira con atención la evolución de la enfermedad no le resulta fácil compren­der que mientras en algunos países veci­nos ya se ha iniciado la vacunación contra el covid-19, Paraguay no haya asegurado aún la adquisición de partidas de vacunas para poder garantizar la inmunización de los que habitamos este país. Aunque las naciones que ya recibieron las dosis no han obtenido aún grandes cantidades, como las que necesitan por el volumen de su población.

Técnicos del área de salud han explicado que otros países de la región ya tienen las dosis porque para el desarrollo de esas vacunas han colaborado en las fases de preparación. Que cuando nuestro país fue consultado para ello no fue incluido, igual que Uruguay, porque no tenía alta inci­dencia del virus. Y que el hecho de expo­ner a la población del país a un ensayo como el señalado, tiene como premio el poder recibir las vacunas antes que otras naciones.

El Paraguay que, gracias a la acertada decisión del Gobierno en marzo pasado, uno de los primeros en iniciar la lucha contra la pandemia, con el confinamiento total, tomando medidas sanitarias diver­sas para enfrentar la emergencia sani­taria, incluso antes que la Argentina o Brasil, está en estos momentos en des­ventaja. Este inconveniente se da por el atraso de por lo menos tres meses frente a estas naciones en la tarea de inmu­nizar a su gente contra la enfermedad. Teniendo como marco la novedad que en varios países de la región ya se está comenzando a aplicar las dosis para pro­teger a su población.

Hay que señalar que esta tardanza es res­ponsabilidad de las autoridades nacio­nales, que, evidentemente, no actuaron en esta ocasión con la misma rapidez y eficiencia que hace nueve meses atrás cuando se inició el ataque del virus.

Los funcionarios podrán dar muchas explicaciones para aclarar el retraso en tener las vacunas mencionadas. Proba­blemente no mientan ni exageren en sus palabras, e incluso puede que tengan razón en sus justificaciones. Pero hay que señalar también que la demora en la tarea de inmunizar a los paraguayos ocasionará más enfermos y acarreará más muertes que si se vacunara a la gente tres o más meses antes de lo que se tiene previsto.

Sin necesidad de buscar culpables, hay que puntualizar que los hechos que podrían ocurrir por dilatarse la compra de las vacunas no son precisamente para aplaudir.

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