Las operaciones realizadas por la Fuerza de Tarea Conjunta que concluyeron con tres comba­tientes del EPP abatidos refieren a un avistamiento del mencionado grupo en plena movilización nocturna con sus elementos de campaña. Es evidente que la presencia de las fuerzas del Estado en el escenario donde se mueve la guerrilla criminal es un buen comienzo para repre­sentar lo que deben representar los solda­dos de una nación: la expresión de la justi­cia en los casos de confrontación interna, así como representan a la soberanía en los conflictos supranacionales.

Es importante que el Estado se enfoque en una tarea puntual para acabar con la fuerza de estas organizaciones armadas que a consecuencia de diversas coyuntu­ras siguen siendo letales. Ellas se nutren del propio terror que siembran en las vecindades, pero al mismo tiempo reclu­tan a combatientes jóvenes (hoy ya no hay duda de que con el pago económico y no por causas “justicieras” como presen­tan) y la propia motivación y el sosteni­miento de estas bandas tiene por interés lucrar con el temor de los propietarios del área de influencia a quienes acosan con sus “impuestos revolucionarios”, más la repugnante práctica del secuestro que es razón de sus más importantes ingresos.

Por lo tanto, no se trata de “20 gatos locos” como dicen algunos con intención de sub­estimar la tarea de las fuerzas del Estado, sino que –evidentemente– estamos en presencia de soldados de una causa crimi­nal que tienen además sus brazos logísti­cos y políticos que operan para sostener una operación criminal que solo ha traído luto y dolor a muchas familias paraguayas durante más de una década.

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No existe altruismo, sino extorsión cri­minal, no tienen causas más que la ope­ración de una maquinaria que secuestra y cobra “coimas de convivencia”, no les interesa el entorno, la vecindad ni el pue­blo paraguayo más que para grabar sus videos que –por fortuna– la mayor parte de los medios de comunicación ya ha asu­mido la madurez de no difundirlos. Por lo citado, debe establecerse un consenso al respecto de poner fin a esta forma de criminalidad que así como hoy existe en el Norte, mañana puede establecerse en otra región del Paraguay.

Si bien el Estado tiene herramientas con la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) para encarar una lucha más integral contra esta banda armada, todavía falta que se perfeccionen aspectos, que se desarrolle una tarea más sistemática, que exista un mayor nivel de exigencia en relación con la inversión de tiempo, equipamiento, sol­dados y logística en la zona de combate.

Cortar de raíz con estas provocacio­nes que luego germinan en un estado de terror y se terminan vinculando con otros flagelos, como el narcotráfico, el rollo trá­fico y el crimen internacional, represen­tados por núcleos como el PCC. Una tarea prioritaria debe ser la de evitar que estas formas de criminalidad se coordinen, operen en conjunto, existiendo ya hoy evi­dencias de acciones coordinadas entre el EPP y los narcocultivadores y traficantes.

Es responsabilidad de las autoridades que una operación que pudiera generar una disminución en el poder letal del EPP no sea un episodio aislado, sino forme parte de un plan mucho más estructurado que termine con la puesta a disposición de la Justicia de todos los soldados del EPP, de sus operadores logísticos y de sus colabo­radores en general.

Nunca convivir con organizaciones cri­minales armadas debe ser una situación que se naturalice o que forme parte del destino de la nación; pelear contra los núcleos que promueven la violencia y la muerte debe ser una misión constante que involucre no solo a los operativos y sus mandos, sino a la comunidad en gene­ral a través de sus representantes en los estamentos y poderes del Estado.

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