En 1898, el periódico estadou­nidense New York Press, en un artículo titulado “We called them Yellow because they are yellow” (Los llamamos amarillos porque son amarillos), explicaba por qué unos años atrás acuñó la palabra “prensa ama­rillista”. Su contenido era un genial juego de palabras usando la palabra yellow, que significa tanto amarillo como cruel y cobarde. Este periodismo sensaciona­lista busca generar emociones o impre­siones en los lectores con el material que presenta. Es decir, para beneficiar sus propios intereses modifica la percepción y los sentidos de los lectores dejando de lado algunos elementos de la verdad de los hechos y exageran otros, para así cau­sar el impacto deseado en la gente.

En mayo del año pasado, al diario brasi­leño O Globo de Brasil le llamó la aten­ción el volumen de reales que es reme­sado desde Paraguay al vecino país. Si bien la operación está avalada por el Banco Central del Brasil, el Comité de Proceso Administrativo Sancionador (Copas) de dicha banca matriz inició una investigación, que ahora finalmente con­cluyó. Por unanimidad los miembros del comité afirmaron que no existe ninguna irregularidad en la operación conocida como “importación de reales”, razón por la cual ordenaron archivar la causa.

Al amarillismo del diario brasileño y en su delirio con el caso Lava Jato sostenía una supuesta investigación respecto a la sospecha de que no hay actividad comer­cial en Paraguay capaz de justificar ese volumen de movimientos.

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Con su característico estilo yellow, un medio de comunicación local, con base en el matutino brasileño también intentó modificar la percepción y los sentidos de los lectores nacionales, su sensaciona­lismo llegó incluso a pretender vincu­lar este caso con la investigación a Darío Messer, quien está procesado por lavado de dinero en el vecino país.

El diario local, para cumplir su come­tido, apuntó al Banco Basa como uno de los involucrados en tan terrible trama. En la construcción de su verdad, dejó “ingenuamente” de lado una parte de la verdad, nunca publicó que el banco Atlas –empresa de su grupo comercial– tam­bién se dedica a realizar las mismas ope­raciones, la exportación de reales desde Paraguay a Brasil.

La maliciosa campaña montada en un intento por dañar la imagen del Banco Basa terminó dañando la imagen del país, perjudicando a la industria financiera en general del Paraguay, a los comerciantes de frontera, a los compradores brasileños, entre otros efectos colaterales.

El entonces ministro de Hacienda, Benigno López, y el actual presidente del Banco Central del Paraguay, José Can­tero, debieron viajar al vecino país para reunirse con sus pares y explicar la ver­dadera situación, que, por supuesto, la sabían perfectamente las autoridades del Banco Central del Brasil porque las ope­raciones de exportación de reales a ese país se hacían con su aval.

Pasó más de un año del prejuicio mediá­tico a la industria financiera de Paraguay y al comercio de frontera. La verdad se impuso sobre la “prensa amarilla” y el mezquino sensacionalismo de un grupo financiero y de comunicación.

Solo la ignorancia, la crueldad y la cobar­día pueden negar que en Paraguay las normas tanto en materia prudencial, regulatoria como en materia de preven­ción de lavado de activos son tremenda­mente rigurosas. Son normas que rigen en el ámbito penal, por lo que es mate­ria muy delicada y la industria finan­ciera nacional lo toma con muchísima seriedad. Por el bien del Paraguay ante el concierto internacional es bueno que en esta ocasión la verdad de los hechos haya enfrentado al amarillismo y además le haya ganado.

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