• Por el Dr. Juan Carlos Zárate Lázaro
  • MBA
  • jzaratelazaro@gmail.com

Tenemos 3 tipos de empatía a saber:

-Empatía cognitiva: capacidad de entender la perspectiva de la otra persona.

-Empatía emocional: capacidad de sentir lo que otra persona siente.

-Interés empático: capacidad de entender lo que otra persona necesita de vos.

La primera de ellas permite a los líderes comunicarse de formas que tengan sentido para los demás; una habilidad esencial para lograr el mejor rendimiento de sus subordinados.

Ejercer la empatía cognitiva requiere que los líderes piensen sobre los sentimientos en lugar de sentirlos directamente.

Es una cualidad típica de las personas que tienen una actitud de investigar y profundizar. También es resultado de la conciencia de uno mismo, dado que nuestro cerebro cuenta con unos circuitos ejecutivos que se activan cuando pensamos sobre nuestros propios pensamientos.

La empatía emocional, por su parte, es importante para gestionar bien el área de clientes y entender las dinámicas de grupo. Necesitás entender tus propios sentimientos para entender los de otros. La empatía emocional se puede aprender. Los que se sienten completamente perdidos en una situación pueden mostrar esta empatía esencialmente fingiéndola hasta que aparezca.

Si actuamos de forma solícita, mirando a la gente a los ojos y prestando atención a sus expresiones, incluso cuando no tienes un especial deseo de hacerlo, puedes empezar a sentirte más implicado.

El interés empático, que está estrechamente relacionado con la empatía emocional, te permite algo más que sentir lo que sienten los demás: saber qué necesitan de vos. Entender cómo podemos lidiar con nuestro impulso de empatizar con los sentimientos de los demás nos ayudará a tomar mejores decisiones cuando el flujo emocional de otra persona amenace con sobrepasarnos.

Cuanto más distraídos estemos, menos podremos cultivar las formas más sutiles de la empatía y la compasión.

Muchos de nosotros nos enfrentamos a situaciones en nuestras organizaciones en las que un empleado comete un error grave que puede llegar a arruinar un proyecto importante. Es habitual reprender al empleado de alguna manera. La amonestación lleva implícita la idea de que una forma de castigo será beneficiosa: el trabajador aprenderá una lección.

Expresar una frustración también puede alivianarnos del estrés y la rabia que nos ha provocado el error cometido, pudiendo alertar al resto del equipo para que se mantenga alerta y se eviten futuros errores.

Las investigaciones demuestran que los sentimientos de afecto y las relaciones positivas en el trabajo influyen más en la lealtad de un empleado que la cuantía de su nómina.

Si somos indulgentes con nuestros funcionarios, no solo potenciaremos su lealtad, sino además conseguiremos que aquel que observe tu conducta te admire más y te preste mayor colaboración.

La capacidad de tomar perspectiva es muy valiosa. Los estudios han demostrado que ayuda a darse cuenta de aspectos de la situación que pueden pasar desapercibidos y que ademas se lleva a mejores resultados en las relaciones y las negociaciones.

Cuando la confianza, la lealtad y la creatividad son altas y el estrés es bajo, los empleados son más felices y productivos.

Las interacciones positivas incluso hacen que los empleados estén más sanos y necesiten menos días de permiso por bajas médicas.

La felicidad importa mucho en el trabajo, es el pensamiento de algunos. Como no va a importar si muchos de nosotros pasamos la mayoría de nuestras horas allí. Las alternativas (frustración crónica, descontento y odio absoluto a nuestros empleos) no son aceptables. Los sentimientos negativos afectan a la creatividad y la innovación, además al trabajo en equipo.

Las emociones intensas marcan el tono del grupo. Hay un intenso vínculo neurológico entre sentimientos y cognición. Pensamos de manera más clara y creativa cuando nuestros sentimientos son en gran medida positivos y los desafíos son los adecuados.

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