El presidente Javier Milei admitió que La Libertad Avanza (LLA), el partido de gobierno, se encamina hacia “un reordenamiento ideológico”. El anuncio lo protagonizó en Roma, La Eterna, después de una madrugada insomne durante la que visitó el Coliseo –el Anfiteatro Flavio– allí erigido desde el año 80 de Nuestra Era por iniciativa, en el 72, del emperador Vespasiano. Horas más tarde contempló el David de Miguel Ángel. La visita oficial a Israel había quedado atrás. Era el momento de esperar para ser recibido por el papa Francisco y coincidir con el pontífice en consagración de Mama Antula, la primera santa argentina.

Los estudiosos de la ciencia política suelen afirmar que el poder está en todas partes. Pero advierten que –quienes aspiran a él– deben encontrarlo, tomarlo, reconocerlo y finalmente ejecutar con autoridad. Dos palabras claves: poder y autoridad.

El jefe de Estado, después de un par de días de ser derrotado en la Cámara de Diputados, donde su proyecto de ley ómnibus no fue bien recibido y, en consecuencia, decidió retirarlo de la consideración de los legisladores –aunque en ningún momento lo admitió públicamente– claramente descubrió con esa actitud que el 55,65 % de las voluntades electorales que lo acompañaron el balotaje lo legitimaron, le dieron el triunfo, pero es casi un espejismo porque el poder popular no habita en sus inmediaciones. De allí el anuncio de “reordenamiento” en Roma. En ese sentido, todos los trascendidos apuntan a un acercamiento con el PRO (Propuesta Republicana), el partido que fundara el expresidente Mauricio Macri (2015-2023).

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De concretarse esa estrategia que supera lo colaborativo parlamentario para ingresar –según se cuenta informalmente desde el oficialismo– en el espacio de una eventual alianza entre LLA y el PRO para gestionar el Gobierno, el ecosistema político argentino se modificará sustancialmente.

Javier Milei, el pasado 22 de octubre –en el primero los turnos electorales– se ubicó en el segundo lugar con el 29,99 % de los votos, en tanto que Patricia Bullrich de la coalición Juntos por el Cambio (JxC), entonces presidenta del PRO y actual ministra de Seguridad, detrás de él, obtuvo 23,81 % de los sufragios. Ambos detrás del peronista Sergio Massa que resultó ganador con 36,78 %. Para que quede claro, la voluntad popular señaló al PRO y a JxC para ser opositores. Con ese formato se diseñó el Congreso.

La derrota parlamentaria para Milei fue un trago demasiado amargo que –hasta que llegó a Roma– lo transitó con disgusto extremo, exabruptos, insultos e improperios, aunque a sus allegados y al periodismo, en Jerusalén, los exhortó a que “no se equivoquen (porque) no perdimos. ¡Ganamos!”.

Sin embargo, Javier Milei supo que esa derrota que negó fue el resultado inevitable de la impericia, la ignorancia, el olvido o el desconocimiento del reglamento parlamentario de los negociadores que, en su nombre en la Cámara de Diputados, decidieron mandar “a comisión” el proyecto de ley ómnibus muy recortado que el mandatario envió para su análisis y aprobación al Parlamento.

Al parecer, coincidentes trascendidos que se originan en el oficialismo sostienen que el presidente Milei, informado en Israel que a su iniciativa original con 664 artículos le eliminaron 365 para que fuera aprobada en general, sentenció: “Prefiero no tener ley antes que una ley mala”. Claramente, marcó un rumbo. “Si no es todo, es nada”, como proponía en un mensaje de campaña la señora Bullrich.

Luego, fue el tiempo de los insultos que, en muchos casos, llegaron a través de la red X y, en otros, ante periodistas en una suerte de rueda de prensa improvisada en Israel en la que abordó temas de política doméstica. “Conjunto de delincuentes”, “ladrones”, “parásitos”, “mugre de la política”, “traidores”, “kirchneristas con buenos modales” por pensar distinto y/o por cumplir promesas de campaña de los legisladores ante sus electores. Vale recordar que los diputados representan al pueblo que espera que cumplan con el mandato que les otorgaron con el voto popular. Divulgó, además, fotos de aquellos legisladores que no acompañaron su proyecto legislativo.

Más tarde, en Instagram y en hebreo, el jefe de Estado consignó algunos párrafos bíblicos con los que proyectó su visión sobre el episodio parlamentario que desnudó las carencias políticas de LLA.

“Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte. Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel. Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?”, dice el primero de esos párrafos bíblicos traducido al español.

Las que destrozó Moisés, poco más de 3 siglos atrás, para quienes creen y consideran ese relato como sagrado, “eran obra de Dios (...) grabada sobre las tablas”. ¿Qué punto de contacto existe entre el proyecto de ley ómnibus del presidente Milei –absolutamente terrenal– obra de Federico Sturzeneguer, economista, expresidente del Banco Central (BCRA) y en la actualidad asesor (¿ministro sin cartera?) sin cargo que dispone de una oficina en la Residencia Presidencial de Olivos, 20 kilómetros al norte de la Casa Rosada, sede del gobierno federal argentino con aquellas escrituras, finalmente conocidas como “Los diez mandamientos”?

Tan Incomprensible como banal encarnar lo secular en lo bíblico. Particularmente en un país institucionalmente laico que, desde la reforma constitucional de 1994, ser católico dejó de ser obligatorio para llegar a la Presidencia. Desmesurado cuando el credo de todo funcionario –el jefe de Estado lo es– sí y solo sí debe ser la Constitución Nacional que, en el momento de asumir, jura cumplir y hacer cumplir.

Algunos gobernadores también fueron blancos de la iracundia presidencial. El de Córdoba Martín Llaryora, el de Santa Fe Maximiliano Pullaro –bajo amenaza de muerte por los cárteles del narcotráfico junto con su familia que debió ser evacuada de su domicilio hacia una casa de seguridad– y el de Salta Gustavo Sáenz, fueron categorizados como “impíos” por reclamar en favor de los territorios que gobiernan.

Interrogante. A la luz de los sucesos comentados, ¿qué es lo que el mandatario no comprende de la división e independencia de poderes de Robespierre? ¿Leyó y analizó “El espíritu de las leyes”, libro sagrado –sí– de todo Estado Democrático de Derecho? La política es una ciencia. De ninguna manera una religión. En consecuencia, tampoco debiera ser un acto de fe ni exigir a la ciudadanía ni a sus representantes que así la asuman.

Mañana –martes 13– el presidente Javier Milei y su comitiva regresarán a la Argentina después de abrazar ostensiblemente en público al papa Francisco, quien como se supone debe ser un religioso, no rechazó tanta efusividad con la que el mandatario pudo haberlo sorprendido después de un prolongado tiempo en el que le dedicó fuertes maltratos discursivos.

También se habrá reunido con la primera ministra italiana Georgia Meloni y quizás, junto a ella, decida si en los próximos días viajará a los Estados Unidos para reunirse con el expresidente Donald Trump, sometido a más de una docena de investigaciones en la justicia federal de ese país por posibles delitos cometidos durante sus días en la Casa Blanca y fuera de ella antes y después de ser mandatario.

Solo 64 días pasaron desde que el jefe de Estado asumió la responsabilidad de gobernar con gestos claros desde ese día de querer y dar la espalda al Parlamento, que como poder del Estado dio muestras claras –en ese mismo lapso de tiempo– de empeñarse para cumplir con el rol constitucional que no puede ni debe eludir.

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