Con el triunfo que en la noche del pasado domingo obtuvo en la provincia de Mendoza Juntos por el Cambio (JxC), la principal coalición opositora en la Argentina, se aseguró hasta el momento que a partir del venidero 10 de diciembre será gobierno en ocho provincias –Jujuy, Chaco, Santa Fe, Corrientes, San Juan, San Luis, Mendoza y Chubut– sobre un total de 24. Esa cantidad, sin embargo, podría verse aumentada por cuánto el 22 de octubre –dentro de 26 días– cuando se desarrollen las elecciones presidenciales; junto con ellas, se definirán quiénes gobernarán en Entre Ríos, Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Coincidentes encuestas sostienen que “por lo menos en dos de ellas podrían triunfar los candidatos de JxC”.
Por su parte –siempre hasta la medianoche del domingo último– la coalición oficialista Unión por la Patria (UP) también será gobierno en nueve provincias: Salta, Tucumán, Formosa, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja, Misiones, La Pampa y Tierra del Fuego.
El peronismo cordobés –no kirchnerista– gobernará la provincia de Córdoba, en tanto que las patagónicas Neuquén, Río Negro y Santa Cruz serán gobernadas por otros partidos. Claramente, ningún estado provincial será territorio administrado por ningún aliado ni referente del señor Milei. Sin embargo, y pese a ello, las consultoras que investigan el comportamiento electoral de la ciudadanía y el estado de la opinión pública dan cuenta que el candidato del partido La Libertad Avanza (LLA), Javier Milei, lidera la intención de voto a presidente, pero advierten que “habrá un segundo turno electoral”.
Este dilema –o si se quiere, este desafío a la comprensión– ya es parte sustancial de las comunicaciones reticulares. El colega periodista y académico Marcelo Cantelmi, en la noche del domingo, en su cuenta X, posteó: “Las encuestas o son manipuladas o macanean. No sabemos cuál de los tres derechistas puede ganar. El tramposo onda delictiva. El otro populista autocrático, pero también populista o la chica liberal elegida por el establishment”. Miles de mensajes circulan en esa línea y así lo expresan.
Incomprensible. Tanto aquí como en el exterior. De hecho, el presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, días atrás en el transcurso de la cumbre del G20 interrogó a su homólogo local Alberto Fernández y, en la semana que pasó –en Naciones Unidas– al de Brasil Luis Inácio Lula da Silva para saber de y sobre Javier Milei. Ninguno de los dos mandatarios pudo explicarlo adecuadamente, pero Lula –según coincidentes fuentes seguras– sencillamente sostuvo que si el libertario triunfara “sería un gran retroceso para la democracia regional”. ¿Será Milei un ideólogo poliédrico egocentrado para el que todo aquel que lo contradiga o, simplemente piense diferente, sea responsable o parte del fracaso argentino? ¿Serán estos para la ciudadanía argentina tiempos de voto táctico, de voto estratégico, de voto pensado para ungir a un presidente que solo sea poderoso en la Casa Rosada (sede del Gobierno federal) y en todos los ámbitos administrativos dependientes del poder nacional, careciente de alguna mayoría en el Congreso de la Nación? Poco probable. No sirve de nada decir que la Argentina está en una encrucijada. Desde muchos años se suele escuchar ese diagnóstico inútil que ya no sirve ni como titular para un diario. Es un significante vacío. Tampoco es exacto imaginar que, así las cosas, en la medianoche del domingo 22 de octubre, cuando se conozcan los datos del escrutinio provisorio, que de las urnas emergerá algo nuevo que, como un hito, marque un antes y un después en este país en el que sus líderes parecieran querer hacer de él lo que ni siquiera imaginan.
Las tres fuerzas que claramente tienen posibilidades de ganar las presidenciales impulsan programas que ideológicamente emergen de la derecha liberal. Nada nuevo para dejar atrás tantos años de discursos progresistas que, a la postre, solo consiguieron construir una opción como la que encarna el señor Javier Milei que la expone con gritos destemplados y actitudes exóticas
Claramente autoritario, ese candidato presidencial que no triunfa en ninguna provincia, pero que se encuentra en lo más alto de todas las encuestas que circulan aquí cuando los especialistas miden “intención de voto” para presidente, consciente o inconsciente de que carecerá de fuerza parlamentaria suficiente para ejecutar legal y legítimamente sus políticas, propone inconstitucionalidades.Así se lo hizo saber el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, quien al diario El País de España le explicó que “si la dolarización (que propone Milei) elimina el peso, es inconstitucional”. El jurista, claramente, apoya su parecer en el contenido del artículo 75 de la Constitución Nacional que en el inciso 6 dice que “corresponde al Congreso (…) establecer y reglamentar un banco federal con facultad de emitir moneda, así como otros bancos nacionales”. Para que quede claro: “Liquidar el Banco Central” o “dolarizar” solo será posible mediante una reforma constitucional que, para ser declarada, deberá ser aprobada por mayoría especial.
También el Parlamento deberá aprobar cualquier opción de democracia directa como lo son las consultas populares o los plebiscitos no vinculantes que el candidato de La Libertad Avanza expresa que convocará para saber si el pueblo aprueba o desaprueba sus iniciativas.Javier Milei tiene malos modos, por decirlo de alguna manera. Recientemente, un grupo de cursas villeros liderados por el padre Pepe di Paola en el transcurso de una misa para desagraviar al papa Francisco de algunas expresiones del candidato que consideran ofensivas no dudaron en expresar que lo perciben como “inestable emocional”. El presidente de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) Óscar Ojea, obispo de San Isidro, además, le exigió “respeto” hacia el pontífice en su calidad de jefe de Estado.
Paralelamente, un grupo de 170 economistas del más alto nivel en la Argentina –algunos de ellos con reconocimiento externo y prestigio académico– en un documento que hicieron público rechazaron sus propuestas. Javier Milei, a voz en cuello, los categorizó de “fracasados”. Unos pocos días atrás, el empresario Eduardo Eurnekián –el séptimo hombre más rico de la Argentina– señalado aquí y en el Financial Times como mentor y financista de Milei, públicamente le pidió que “se calme” porque “no nos hace falta otro dictador”. Por si algún detalle faltara exaltó la figura de la candidata de JxC, Patricia Bullrich, y hasta sugirió que la votaría.
A su tiempo, el dos veces exministro de Economía Domingo Cavallo, inventor de la convertibilidad en tiempos del presidente Carlos Menem (1989-1999), aquel del 1 a 1 entre el peso y el dólar, dice que “Milei se equivoca cuando habla de dolarización”.
Pero, pese a todo, las encuestas coinciden en señalarlo en lo más alto de las preferencias electorales. ¿Cuestiones emocionales? Es posible. Se suele afirmar que las emociones son el combustible que mueve el voto. Veremos.