DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

Lo escribí hace un tiempo, pero es una historia que se repite por miles. Julio es la excusa para volver a hablar de las desigualdades y de una lucha que casi nadie se anima a pelear. Una generación sin futuro.

Julio tiene la mirada perdida y una sonrisa que se percibe triste. Tiene 17 años y toda una vida encima. Duerme, entre niños y adolescentes debajo del viaducto de Eusebio Ayala y Madame Lynch. Lo veo del otro lado de la pantalla de la tele y puedo sentir su frustración, su agonía, su resignación.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Los noticieros de la mañana están al aire y Julio es protagonista de las noticias. Cuenta que consume dos latitas de cola de zapatero por día y, aunque parezca una contradicción, asegura que eso no le saca el hambre. Lucha contra ello desde que se despierta.

Llegó de Ciudad del Este en busca de trabajo, pero las oportunidades de hallarlo se reducen si no hubo posibilidades de estudio. Unos 280 mil niños y jóvenes de 6 a 18 años están fuera del sistema educativo y más de 72 mil estudiantes que terminan la secundaria cada año no trabajan.

Hace más de 10 diez años había 1.584.990 pobres (32,1% de la población) y no hizo más que crecer. La mayoría de la población pobre estaba entonces en el sector rural; hoy está en las ciudades.

Pero Julio no conoce las estadísticas. Ni siquiera le importan. En sus brazos tiene las marcas de la calle. Sus cicatrices denotan la batalla diaria por la supervivencia. Dijo que no mató a nadie, pero que se defiende. Quién sabe.

No todo lo que escuchamos puede ser cierto, ni todo lo que vemos dimensiona la realidad. En las calles los códigos son ajenos al común de la gente. Es como una gran prisión, donde miles de personas sobreviven encerradas en un círculo repetitivo y repulsivo.

Las imágenes siguen recorriendo ese mundo y lo que vemos asusta, indigna, hiere. Unos niños duermen juntos. Son pareja. Cubren el frío de la madrugada con pasacalles destrozados.

Julio cuenta su trágica historia sin perder la sonrisa. Hace dos semanas que no se baña. Limpia vidrios para sobrevivir y no siempre la recompensa es justa.

En Paraguay, según la Secretaría de la Niñez y la Adolescencia, unos seis mil niños trabajan en las calles. Trabajar es un decir. La mayoría pide limosnas, mendiga para sobrevivir.

Julio es otra excusa para exigir que las autoridades hagan su trabajo. Julio se multiplica en las calles de todo el país. En cada semáforo, en cada viaducto, en cada construcción abandonada donde no llegan las miradas y crece silenciosa y humillada una nueva generación de jóvenes sin futuro.

Etiquetas: #Desesperanza

Dejanos tu comentario