• Por Aníbal Saucedo Rodas
  • Periodista, docente y político

Los políticos son impredecibles en su mayoría. Consecuentemente, la política es un complejo crucigrama que puede leerse horizontal y verticalmente. Es por ello que los analistas con presunciones de clarividencia (no es mi caso, solo soy un comentarista) y los destemplados fanatismos llevan a temerarias y arriesgadas especulaciones de lo por venir. Las aproximaciones a una realidad probable se sostienen en la repetida observación de actos también repetidos con insistencia sistémica, aunque, a veces, involuntarios. Así vamos formulando hipótesis que los hechos se encargarán de confirmar o refutar. Pero ni los que aciertan ganan ni los que se equivocan pierden (reputación) en la célebre frase atribuida a don Cecilio. Los dichos o manifestaciones orales solo engordan los rumores si no somos capaces de leer entre líneas. Los privilegiados de una natural agudeza zahorí podrían clavar los dardos no tan lejos del blanco. O, quizá, acertar un pleno. La ausencia de algunas variables suele ser un inconveniente para afirmar el pulso. Y la puntería.

Como nuestra política no es muy amistosa con la lógica, algunos escenarios se reexaminan sobre lo nuevo e inesperado. Concordamos con que la lógica conlleva las leyes del razonamiento correcto (Fabrizio Pomata, octubre del 2017, Ciencias del Sur). Premisas que encierran ideas de concertación, partidos opositores, Asociación Nacional Republicana y elecciones generales del 30 de abril del 2023 nos animaban a formular algunas inferencias potencialmente válidas. La primera de ellas es que el presidente del Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), Efraín Alegre, no iba a ceder su candidatura en este tercer intento (como en las olimpiadas) para quedarse con la medalla dorada. Entonces, la palabra consenso era de pronunciación imposible dentro de la oposición. Mucho menos el método de las encuestas para unificar candidaturas en cuanto a la Presidencia y Vicepresidencia de la República. Mas algunos hechos puntualmente llamativos nos impulsaron a establecer conjeturas que se van cumpliendo. Otros, nos dejaron fuera de juego.

Entre esos hechos puntualmente llamativos citamos que en un mismo día se presentaron dos proyectos ideológicamente antagónicos a pesar de que todos mencionaban la urgencia de un frente único para derrotar al Partido Colorado. A la mañana del 20 de diciembre del año pasado, el Frente Guasu, liderado por Fernando Lugo, lanza el Ñemongeta por una Patria Nueva, proclamando que la “izquierda volverá al poder”. El ex presidente y ex obispo regresaba muy eufórico, ya lo escribimos en otros artículos, del VII Encuentro del Grupo de Puebla que se realizó en Ciudad de México a finales de noviembre del año pasado, donde los participantes se comprometieron a evitar el “desembarco fascista” en América Latina. Durante esa reunión, Lugo había señalado a algunos medios periodísticos que “la derecha está acorralada” y que “el progresismo tiene un futuro prometedor en la región”. En horas de la tarde, del mismo lunes 20, Efraín Alegre anuncia la constitución de una Concertación Nacional 2023 que tenía como sustento la Mesa de Presidentes de Partidos Opositores. Lugo, obviamente, estuvo ausente. A partir de ese momento ya era razonable deducir que la concertación iba a tener dos direcciones.

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Era difícil, pero no imposible –por aquello de que la política está divorciada de la lógica–, suponer que la izquierda unida, que ambiciona retornar al poder, pudiera diseñar un eje programático común con el sector más ortodoxo del liberalismo paraguayo, la derecha recalcitrante del Partido Patria Querida o la columna del medio –sin identidad doctrinaria– a que juegan los representantes del Partido Encuentro Nacional. Nuestra suposición se materializa en realidad –con el “por ahora” siempre prudente– el 25 de febrero de este año, cuando el Frente Guasu y su brazo ideológico pensante, el Partido Movimiento al Socialismo (P-MAS), se retiran de la concertación que lidera de facto Efraín Alegre. Aunque argumentan que sería una ausencia temporal, el 20 de abril los delegados de diferentes partidos y movimientos políticos que integran el Ñemongeta eligen a Esperanza Martínez (Participación Ciudadana) como precandidata presidencial. Dos días antes, los otros partidos firman el preacuerdo de concertación.

Donde erramos fiero fue en que Euclides Acevedo difícilmente pueda convertirse en el “plan B” del presidente Mario Abdo Benítez, ante la enorme desventaja que el candidato oficialista, Hugo Velázquez, tiene ante el aspirante del movimiento Honor Colorado, Santiago Peña, de acuerdo con encuestas que, incluso, manejan dentro del Gobierno. Pensábamos que el ex canciller nacional tenía pocas chances de imponerse en una concertación en las internas simultáneas del próximo 18 de diciembre, para recibir, luego, el respaldo del jefe de Estado. Principalmente, por falta de estructura en las bases. Igual que Kattya González, Soledad Núñez o Sebastián Villarejo. Candidaturas meramente testimoniales. Sin embargo, el fundador del movimiento Nueva República decidió probar espolones fuera del ruedo de la concertación. Va directamente a las finales.

Y Euclides vuelve a sorprendernos cuando, semanas atrás, aseguró que tres serán los candidatos en las generales del 2023: “Un colorado, Efraín Alegre y “probablemente, yo”. La sorpresa ya no viene por parte de su precandidatura, sino porque hizo descabalgar, ignorándola, a la candidata del “centro progresismo”, Esperanza Martínez. El ex presidente del Partido Revolucionario Febrerista y del Partido Encuentro Nacional no es adicto a los lapsus. Al contrario, utiliza una premeditada ironía aun en sus olvidos, también premeditados. Qué mensaje enviaba con esa omisión lo sabremos el 27 de junio cuando termina el plazo para inscribir concertaciones y alianzas en el Tribunal Superior de Justicia Electoral. Nada es realidad hasta que ocurre, diría aquel filósofo correlí. Buen provecho.

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