DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

No es un secreto a voces, lo sabe todo el mundo. También nosotros que a diario vimos como la trágica rutina del sicariato se extendió como una sombra maldita hasta casi normalizarse por completo. Es el final de una historia que no tiene final feliz.

Comenzó el 10 de mayo como un rumor en la apacible mañana en Paraguay: “Sicarios habían atentado contra el fiscal Marcelo Pecci en la Isla de Barú, Colombia”. No sabíamos la magnitud. No hacía mucho su esposa había publicado en las redes que ambos iban a ser padres. “No puede ser”, fue lo primero que pensé. Entre llamadas que suenan sin respuestas llegaban las primeras imágenes para confirmarnos lo peor.

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Dos sicarios llegaron en una moto acuática, cuándo no, por tierra o por agua, uno de ellos bajó y sin decir palabra disparó dos certeros balazos, Pecci cayó muerto. Allí, a orillas de ese mar de una belleza inigualable.

Dicen que la muerte duele más cuando llega de sorpresa, cuando aún no es tiempo, ni es la persona. 16 minutos tomó la acción desde que los sicarios alquilaron la moto. 16 minutos que separaron la esperanza de la frustración.

Pecci era fiscal especializado contra el crimen organizado y de reconocida experiencia en unidades de narcotráfico, lavado de dinero y financiamiento al terrorismo. Investigó grandes casos, de esos que dejan marcas. Formó parte de la investigación que concluyó en el operativo A Ultranza Py, la mayor operación antidrogas de la historia del país. Algo colosal.

También investigó el atentado en el cual asesinaron al empresario Mauricio Schwartzman, quien presuntamente cumplía funciones dentro de una organización criminal que es investigada en el marco de dicho operativo.

Otro caso que indagaba era el homicidio en Mariano Roque Alonso de Fátima Rejala, la mujer quien habría trabajado para el clan Insfrán, también investigado en el operativo A Ultranza Py.

El terrible atentado del anfiteatro José Asunción Flores, en San Bernardino, también estaba a su cargo, en el crimen había un trasfondo de narcotráfico, según arrojaron las pesquisas.

El cuádruple crimen en Pedro Juan Caballero, que ocurrió el 9 de setiembre pasado, también fue investigado por él. En este suceso fue asesinada la hija del gobernador de Amambay, Haylee Carolina Acevedo. También Kaline Reinoso de Oliveira, de 22 años, y Rhannye Jamilly Borges de Oliveira, de 19 años, y Osmar Vicente Álvarez Grance, alias Bebeto, quien habría sido el objetivo de los sicarios.

Más alejado en el tiempo lideró también la operación Halcón I, donde se incautaron más de 300 kilos de cocaína en zona de San Pedro; en la misma línea investigativa se incautaron de otros 350 kilos de cocaína a bordo de la avioneta Cessna 206 monomotor con matrícula boliviana.

El procedimiento Zootopia en el 2017, se trató del desmantelamiento de la mayor estructura aérea del Primer Comando Capital (PCC) en Paraguay. También estuvo a cargo de la operación Austral en el 2018, en los que se hacían cuatro allanamientos simultáneos en Itapúa y San Pedro y se incautaban de 448 kilos de cocaína, 7 aeronaves y 5 personas resultaban detenidas.

Dicen los expertos que el mensaje fue claro y apuntó al Ministerio Público. No importa dónde ni cuándo, la sombra de la muerte estará ahí. Esa parece ser la impronta, una impronta que ve como funcionarios desprovistos de tecnología y muchas veces expuestos se enfrentan a grandes corporaciones del narcotráfico arriesgando su futuro.

Para nosotros queda la imagen de los zapatitos en la playa para recordarnos que debemos exigir a nuestras autoridades que los culpables deben pagar por sus crímenes, porque el futuro no tendrá futuro sin un compromiso verdadero.

Pero claro, esa es… otra historia.

Etiquetas: #Zapatitos#playa

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