La honestidad, del latín honestus, es la cualidad de honesto. La palabra hace referencia a aquel que es decente, deco­roso, recatado, pudoroso, razonable, justo, probo, recto u honrado, según detalla el dic­cionario de la Real Academia Española (RAE). Una cualidad es un rasgo, un componente per­manente, diferenciado, peculiar y distintivo de una persona o cosa que contribuye, junto con otros, a que alguien o algo sea lo que es y como es. Es una característica que se con­sidera buena o positiva. En los conceptos expuestos hay abundantes significados para ahondar sobre los mismos. Es amplísimo el léxico que contiene el mundo de las concep­tualizaciones. Por lo que hay que difundirlo, para ello en primer lugar hay que conocerlo. Y al hacerlo hay que aprenderlo, y eso requiere practicarlo y sentirlo propio. Vivirlo.

El léxico es el conjunto de palabras que con­forman un determinado lecto y, por exten­sión, también se denomina así a los diccio­narios que los recogen. Las disciplinas que se ocupan del léxico son varias: lexicografía, semántica, semiótica, pragmática y filoso­fía del lenguaje. Es vital el mundo del cono­cimiento. En este caso se hace presente en distintas áreas del saber, todas abocadas al dominio de los vocablos.

Al expresarnos ingresamos naturalmente al extenso territorio de las oportunidades para utilizar unas u otras palabras. El uso que le damos forma parte de la capacidad de elec­ción que cada uno tiene. Ésta se nutre de lo que aprendemos, permitiendo que se amplíe lo que denominamos vocabulario. Entonces es relevante ahondar en las formas de enta­blar accesos con los diccionarios, obras que existen en diferentes versiones y formatos, todas dispuestas a ser leídas y comprendidas.

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Las costumbres y las convenciones sociales se alimentan del comportamiento lingüístico de sus habitantes. Y por lo tanto el abanico de contenidos a ser compartido facilita las con­diciones para entablar los vínculos. Si nos remitimos al término honesto, podemos hacer uso de sus sinónimos, tales como intachable, cabal, leal, íntegro, austero, desprendido, des­interesado, comedido, puro, modesto. Claro que es necesario individualizar y contextua­lizar, conforme a la situación, para realizar la correcta utilización de los mismos. Pero para eso hay que estar preparado, y ésta es una de las notables virtudes de las sociedades foca­lizadas en el valor de la formación integral de sus habitantes.

Prácticamente todo está reflejado en el idioma. El vocabulario grafica la vida social y el ambiente donde se vive. Además de dar indicadores de cómo es la convivencia. ¿Qué temas movilizan a cada sector?, ¿de qué manera hacen sus peticiones?, ¿qué vivencias demuestran la coherencia de sus dichos?, ¿qué virtudes son las cultivadas y transmitidas para fortalecer los mensajes que las simbolizan?

Ocuparse de las palabras es un desafío per­manente. De alguna manera ellas expo­nen a quienes las usan, para después darle espacio y tiempo necesarios a las acciones u omisiones, que le darán la bienvenida a muchas cualidades, entre ellas a la de ser honesto.

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