DESDE MI MUNDO

  • Por Carlos Mariano Nin

El cambio climático es una realidad, lo escuchamos a diario, pero quizás no le estemos prestando atención, pese a que está entre nosotros, aquí, en el polo, África o la China.

No solo es un fenómeno ambiental sino de profundas consecuencias económicas y sociales.

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Los países más pobres, que están peor preparados para enfrentar cambios rápidos, están sufriendo las peores consecuencias. Y sí… esos somos nosotros.

Los expertos analizan los cambios de clima, el nivel de la capa de ozono, la temperatura de los océanos o las migraciones masivas de animales. Pero desde donde estamos, nosotros, los que no entendemos mucho, el cambio pasa por otras variables.

Lo vemos a diario, lo sentimos a diario.

Flores floreciendo fuera de época, frutas que se adelantan, y enfermos, muchos enfermos. Tantos que no son casualidad.

Los cambios bruscos de temperatura y el acecho de peligrosas enfermedades son nuestros más urgentes termómetros para medir una realidad que va creciendo de la mano ambiciosa del hombre.

Lo peor es que no es mucho lo que el mundo hace en conjunto, y las predicciones no son alentadoras.

Casi 200 países reunidos días pasados en Glasgow, Escocia, adoptaron un documento que refleja los intereses, las contradicciones y el estado de la voluntad política en el mundo de hoy, pero…

“Es un paso importante, pero no es suficiente”, claro, esto no lo digo yo, lo dijo el propio secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, así sin la i y con s al final.

El titular de la ONU añadió que es hora de pasar al “modo de emergencia”, poniendo fin a las subvenciones a los combustibles fósiles, eliminando el carbón, poniendo un precio al carbono, protegiendo a las comunidades vulnerables y cumpliendo el compromiso de 100.000 millones de dólares de financiación para el clima.

“No hemos conseguido estos objetivos en esta conferencia. Pero tenemos algunos elementos para avanzar”, dijo. Es lo que nos toca. No más.

Hoy creo que este es un problema global que trasciende a las fronteras y las acciones individuales, que cada país pueda tomar. Nada nunca será suficientes si no hay un esfuerzo y un compromiso mundial más allá de las ambiciones humanas.

Los científicos suavizan la situación, pero la verdad es que el cambio nos está matando.

Es la verdad que sentimos y que se traduce en una serie prolongada de temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos sin precedentes en todo el planeta.

Esta misma semana, un video publicado por un grupo de expertos de la Universidad de Dundee, Escocia, mostraba cómo el cambio climático está derritiendo dramáticamente los glaciares de Islandia.

Al explicar el fenómeno los científicos destacaban que el rápido ritmo de deshielo en verano está superando significativamente la recuperación durante los meses de invierno.

Mientras acá, el Chaco se está pelando, las dunas de Itapúa están desapareciendo, el calor es cada vez es más insoportable y el frío casi no mata los mosquitos como antes. Hoy podemos tener 45 grados y mañana amanecer con 15. No son buenas señales… pero es lo que hay.

Lo que sí podemos hacer nosotros, simples mortales, es mitigar el impacto poniendo nuestro compromiso en no destruir más la naturaleza.

Todo cuenta y todo es importante si las acciones son colectivas. No vamos a solucionar el problema, pero podremos decirles a nuestros hijos que hicimos lo que pudimos para que ellos, al menos, sigan la lucha para salvar al planeta.

Hoy creo que las potencias están más sumidas en buscar nuevos planetas habitables que hacer habitable el único planeta que tenemos…

Pero claro… esa es otra historia.

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