“Mañana (por hoy, lunes) en este país no será ‘san Perón’”, me dijo ayer –no sin tristeza– un viejo dirigente gremial peronista –un obrero, un laburante– que no pudo festejar colectivamente el 17 de octubre, enorme efemérides del peronismo, a la que llaman “Día de la Lealtad”. Comprensible. Fabián Bosoer, colega periodista, académico y escritor de fuste, escribe en Clarín y esclarece: “El peronismo cumple 76 años, y no sabe bien cómo celebrarlo.

No es para menos. Surgió como un movimiento que incluyó a los trabajadores como sujetos de derechos reconocidos y se reivindicó como expresión de los desposeídos, y hoy se encuentra gobernando un país con la mitad de la población sumida en la pobreza y un presente de contracción económica y penuria social en la que ya no es posible eludir sus propias responsabilidades descargándolas sobre otros”. Bosoer, que entre algunas de sus obras tiene títulos formidables como “La trama gremial”, “La lucha continúa”, “Saludos a Vandor” o, “El hombre de hierro”, en coautoría con Santiago Senén González, otro veterano justicialista, recuerda también que el filósofo José Pablo Feinmann sostiene –en el diario Página 12– que “un gobierno que está por llevar al 50% el índice de pobreza no puede decir de sí que es peronista (porque) el peronismo es dar trabajo, eliminar el hambre y la indigencia”. Más claro y mejor, no creo que sea posible.

Tanto Fabián como José Pablo dan cuenta crítica del hoy apoyándose en el pasado del peronismo que, como académicos que son, estudiaron y verificaron exhaustivamente. De allí que, el inexistente san Perón de hoy no tiene ningún otro sentido más que dialéctico. Inexplicablemente, este peronismo –que así se autodenomina, especialmente en tiempos en que la popularidad que supieron alcanzar los abandona– deviene en un poder que no tiene el perfume de las reivindicaciones ni la esperanza de ser alcanzados o alcanzadas por la movilidad social ascendente. De allí que el día de ayer y el de hoy, caros en la liturgia partidaria, pese al sol radiante y al cielo prístino, no es un “día peronista”. Por si algo faltara, tampoco es posible hacer “un asadito” tradicional.

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El precio por kilo alcanza a los $ 987,41. Casi 10 dólares, si se mide ese costo contra el valor de la divisa norteamericana en el mercado oficial. Contra el blue, US$ 5,28. “¿Alguien ha visto alguna vez un dólar?”, preguntó alguna vez el viejo general. La respuesta, hoy, sería que sí. Según la información oficial que suministra el gubernamental Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), en el último trimestre del 2020, unos 231.937 millones de dólares estadounidenses se encuentran en poder de argentinos y argentinas. De ellos, solo 7 de cada 100 billetes verdes se encuentran en el sistema bancario. El resto, debajo de los colchones. A ese cuadro de situación, es preciso añadir que cerca del 35% de las y los trabajadores argentinos se encuentra en la informalidad –en “negro”, para ser claros– y apenas 1 de cada 10 es empleo calificado.

No son muchos ni muchas los que, justamente, califican para ocupar eventuales ofertas laborales. Pero hay más en la tristeza peronista. Ayer, no hubo acto multitudinario en la Plaza de Mayo porque no se alcanzaron acuerdos dirigenciales para celebrar unidos, unidas. Ni la CGT (Confederación General del Trabajo), otrora “la columna vertebral del movimiento”, pudo acordar. El presidente Alberto Fernández, a través de un comunicado, justificándose en el Día de la Madre –que se celebró ayer– sugirió que, “después de las 16:00, movilizaran a las plazas” más cercanas a los domicilios. Sin embargo, Andrés Larroque, ministro de Desarrollo de la Comunidad, fue en sentido opuesto. Con todas las letras, sostuvo que “la gente quiere marchar”. El gobierno del presidente Alberto F. y de la vicepresidente Cristina Fernández miran con atención el próximo domingo 14 de noviembre.

Ese día, en este país, habrá elecciones parlamentarias para renovar un tercio de la Cámara de Senadores y la mitad de la de Diputados. En las recientes PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias), el 12 de setiembre último, el oficialista Frente de Todos (FdT) fue vencido por el frente Juntos por el Cambio (JxC), por 9 puntos porcentuales en todo el país. El oficialismo se propone dar vuelta ese resultado. Hasta hoy lunes, la casi totalidad de las encuestas serias que circulan y trascienden da cuenta que ese objetivo se torna casi dudoso y casi imposible de alcanzar. En el 2019, antes de la presidencial en la que el FdT venció claramente al entonces presidente Mauricio Macri (2015-2019), el por aquellos días candidato Alberto Fernández, dijo claramente: “Con Cristina sola no alcanza (para que gane el peronismo). Sin Cristina, no podemos”. Tuvo razón. Hoy, cuando faltan 27 días para votar y, a la luz de las nostalgias que despertó el Día de la Lealtad, “un fuerte interrogante se hace presente”, dice el viejo dirigente peronista ya aludido por este corresponsal: “¿Todos unidos, triunfaremos?”.

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