• Por Emilio Daniel Agüero Esgaib

El libro 1 de Juan fue escrito por el apóstol Juan, quien era el más joven de los apóstoles, pero fue el que más vivió y el único que murió de causas naturales. Se calcula que falleció a los 100 años, escribió el evangelio de Juan, las tres cartas: 1, 2 y 3 de Juan y Apocalipsis, cuando ya era viejo en la isla de Patmos, en Grecia, donde estaba recluido a causa de predicar a Cristo.

Cuando Juan escribe esta carta, allá por los años 85 o 90 d.C., él ya era bastante mayor; tal vez tenía unos 80 años, y ya hacía aproximadamente 60 años de la resurrección y ascensión de Cristo al cielo. Es decir que habían pasado ya muchos años, muchas persecuciones, muchas tribulaciones, muchas muertes, exilios y torturas y mártires por doquier, cuando el apóstol, ya anciano, escribe esta carta inspirada por el Espíritu Santo, como una necesidad ante la introducción de herejías y mentiras sobre Cristo. Una de ellas, y la de mayor aceptación, era que Cristo no vino en un cuerpo humano y por lo tanto, no murió ni resucitó. El comentario bíblico de la Nueva Traducción Viviente dice: “Si nos damos cuenta de algún suceso, por lo que hemos escuchado de boca en boca, existe la posibilidad de que en algún punto la información haya sido mal entendida. Sin embargo, si escuchamos el testimonio de un testigo directo, entonces la palabra de esa persona tiene un valor especial. Juan, en su primera carta a la iglesia dice con toda claridad que él, sin duda alguna, vio a Jesucristo con sus propios ojos y que de verdad lo conocía. Esta carta fue escrita para refutar a un grupo herético que se había constituido dentro de la iglesia. Este grupo trastornaba la enseñanza de los apóstoles sobre la persona de Jesucristo y negaba que Jesucristo hubiera venido realmente en un cuerpo físico. A fin de contrarrestar esas falsedades, Juan sostiene que él, al igual que los demás apóstoles,habían visto y tocado a Jesucristo”.

Este testimonio lo encontramos en su carta escrita a las iglesias, específicamente en 1 de Juan 1.1-4, y es de un gran valor testimonial y apologético, ya que en ella podemos ver el testimonio de un testigo directo de la persona de Cristo. Lo que mayor valor le da a esta porción es que ya habían pasado varias décadas y muchas persecuciones, el apóstol estaba exiliado en la pobreza, el sufrimiento y la aflicción y, a esa altura, ya no valdría la pena que él siguiera defendiendo un supuesto complot perpetrado décadas antes entre sus compañeros, para un fraude que sería el fundamento de una nueva religión, como lo acusaban y acusan los escépticos.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Este testimonio escrito desde el dolor y el abandono nos habla de un suceso real e histórico por el que, al defender su veracidad, muchos murieron. Pero el anciano apóstol aún lo seguía reteniendo, a pesar de su avanzada edad y sus muchas aflicciones, y dice: “Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros…”. Si todo fue una farsa, ¿qué motivaba al anciano y sufrido apóstol a perseverar aún en una mentira que solo les acarreo muerte y dolor? Para mí no tiene mucho sentido esa insistencia, a no ser que haya sido verdad.

Esta carta también es tomada como parámetro y como un material de evaluación personal, para ver si realmente estamos en la fe cristiana, si somos realmente cristianos, para saber si realmente tenemos salvación.

Dejanos tu comentario