• Por Carlos Mariano Nin
  • Columnista

El día se perfilaba lindo. Despejado, con una temperatura agradable y un sol que hace algunos días se mostraba esquivo. Albino se sentó en la parada de colectivo como tantas veces. Frente al Mercado de Abasto el movimiento siempre es incesante. El ir y venir de gente es cosa cotidiana en el principal centro de abastecimiento de la capital.

Como tantos otros trabajadores, Albino se había levantado de madrugada como cada día. A veces ganarse el pan no conoce de sacrificios. La vida es dura en tiempos difíciles. Era cerca del mediodía cuando distraídamente se puso a contar el dinero que había ganado con la venta de chipas. Dicen que no se dio cuenta hasta que la mujer que se sentó a su lado sacó un cuchillo.

Albino intentó guardar su dinero en una riñonera que llevaba y hubo un forcejeo. Fue rápido y brutal. Dos certeras puñaladas lo dejaron tendido en el suelo. Por las heridas se le escapaba la vida. Los vecinos aseguran que los paramédicos tardaron más de una hora en llegar al lugar. Fue solo un condimento en esta tragedia.

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Al 26 de mayo, según los datos a los que pude acceder, el Servicio de Emergencias Médicas Extrahospitalarias (SEME) contaba en capital con solo 15 ambulancias operativas, de las 25 que hay en el sistema. 10 estaban en el taller. Es solo un dato más en esta desventura gigantesca.

Los investigadores siguieron las pistas de las cámaras de seguridad de los alrededores. Esta vez la tarea de los policías fue excelente. Poco después del crimen eran detenidas dos personas. Una de ellas resultó ser una adolescente, la otra, su pareja, un joven de 22 años.

Ambos eran conocidos por la policía. Ella había comenzado a delinquir a los 11 años, no tenía cédula pero si un prontuario policial, siempre en situación de calle, él ya había sido procesado por tenencia de drogas y robo agravado. Es un problema conocido.

Según datos brindados por el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia, hay cerca de 1.800 niños en situación de calle en zonas de Asunción y alrededores.

En el período de un año, que abarca de mayo del 2020 a mayo del 2021, se realizaron 12.013 abordajes en la calle, de niñas, niños y adolescentes, de los cuales 57% son de primera infancia, 26% de 9 a 13 años y el 17% corresponde a adolescentes. Un problema a la vista de todos que creció sigilosamente con la pandemia.

Toda una generación de jóvenes sin futuro, renegados contra la sociedad y apartados del sistema. Las drogas y el abandono hacen el resto. Los vecinos del Abasto fueron contundentes con respecto a la pareja: la adicción a las drogas empujó a ambos a la delincuencia.

Una encuesta revelaba hace poco que 7 de cada 10 niños, niñas y adolescentes en calle, requieren ser derivados a otros programas de protección social. Se conoce el problema, pero las instituciones no logran llegar o llegan tarde. Es la realidad. Esta pareja solo es la punta.

Donde ambos confesaron vivir, un edificio abandonado en los alrededores del mercado, a la vista de todos pero invisible a los ojos del Estado, las cámaras de televisión desnudaron que viven otras diez personas en condiciones infrahumanas.

Allí, en ese lugar, escondido al común de la sociedad, emerge un submundo criminal, donde se venden drogas, se reducen objetos robados y cuantos negocios ilícitos se puedan hacer en la calle. Está allí, pero nadie lo ve, hasta que matan a un trabajador a puñaladas para robarle unas pocas monedas de un trabajo decente y queda una familia sumida en el dolor.

Hoy todos estamos de luto por Albino. La sensación es que estamos estancados en una repetitiva cadena. Todos giramos en torno a la delincuencia, las drogas, la inseguridad, las instituciones con grandes presupuestos y pocos resultados… y la muerte. Esa invitada inesperada que parece burlarse de nosotros y nos espera en la calle y se sienta a nuestro lado… Pero sí, esa es otra historia.

Etiquetas: #Chipa#ensangre

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