• Por el Dr. Miguel Ángel Velázquez
  • Dr. Mime

Quienes pasaron por la terrible experiencia de sortear al virus, ya sea hospitalizados o no, independientemente del grado de gravedad desarrollada, saben lo estresante que es ello desde el momento del diagnóstico y aún después de haberse recuperado. Si no era poco vivir con la espada de Damocles del contagio pendiendo sobre nuestras cabezas, el hecho de recibir el resultado positivo y todo lo que ello conlleva es una prueba de fuego para la salud mental y la resiliencia de cualquier persona. Y no hay un solo ser humano que pueda decir que no se ha sentido estresado una vez al menos en estos 16 meses que llevamos de trastorno de nuestras habituales costumbres, sobre todo sociales.

Un reciente estudio publicado en la JAMA (Journal of American Medical Association), realizado en Italia a pacientes que habían estado hospitalizados por covid-19, expresó que un 30,2% de la muestra había desarrollado trastornos de estrés postraumático (TEPT). En particular, los diagnósticos vinculados con los TEPT fueron: episodio depresivo (17,3%), episodio hipomaníaco (0,7%), trastorno de ansiedad generalizada (7%) y trastornos psicóticos (0,2%). La mayoría de los pacientes con estos trastornos era mujer (55,7%) con una edad media de 55 años. Un gran número de ellas presentaba antecedentes de trastornos psiquiátricos (34,8%) y delirio o agitación durante los cuadros agudos de covid-19 (16,5%). Algo llamativo es que los síntomas de los trastornos de estrés postraumático se presentaron con mayor frecuencia en la etapa posterior a la enfermedad. En este sentido, un 62,6% de los participantes experimentó más de 3 síntomas de los anteriormente mencionados. De hecho, si analizamos toda la literatura médica disponible a la fecha, los hallazgos meta-analíticos indican que un 32,2% de las personas que atravesó una infección por coronavirus sufrió algún tipo de TETP.

¿Cómo superamos esta situación que atenta contra la salud mental? El primer paso para superar el TEPT es entender cómo se “tranca” y por qué no mejora por sí mismo. Debemos entender que el sistema de amenaza de nuestro cerebro (manejado por la amígdala cerebral) estuvo y permanece activo, alertándonos de peligros reales o supuestos, y que debemos “bajar los decibeles” de la hiperrespuesta de ese sistema. Por ello, hay que “conducir” al cerebro hacia la “relajación” del sistema de alarma. Una manera eficaz es procesar los recuerdos (sobre todo de los pacientes que estuvieron en salas de UTI aislados y en contacto con otras realidades de pacientes que, lamentablemente, no pudieron ganar la guerra). Estos recuerdos, generalmente, tienen las características de ser muy recientes e inmediatos, sumamente vívidos, de aparición constante, involuntaria y de difícil manejo voluntario, y como si fuera poco, muchas veces fragmentados; es decir, incompletos. Se almacenan en zonas de la memoria diferentes; por ejemplo, al aprendizaje, porque lo hacen con la impronta emocional negativa de lo pasado. Para ello, interviene la terapia conductivo-conductual, que es la que trabaja con los pensamientos y creencias porque estas impulsan a los sentimientos: se deben revertir los conceptos que causaban angustia para poder superarlos.

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Otras veces, encaramos “estrategias” que tienen el efecto contrario al buscado. Por ejemplo, evitamos recordar lo pasado o hablar de ello “para no revivir los momentos”. Cuando hacemos eso, los sucesos quedan sin procesar, y no se elaboran los duelos correspondientes o no se culminan los procesos, relegando al olvido de “no pensar para no sentir” y nunca terminando de cerrar el ciclo que, por dentro, nos sigue consumiendo. Esto hace que los pensamientos “reboten” y resurjan de repente con mucha fuerza y haciendo más daño que habiéndolo procesado gradualmente. Igualmente, el hecho de entregarse al alcohol o las drogas (“permitidas” o no) hace que realmente no nos sintamos mejor y que caigamos peligrosamente en la adicción.

¿Qué tratamientos se recomiendan? Buscar ayuda psicológica primero y si no es suficiente, recién ahí encararlo con ayuda de la farmacología. Los métodos psicológicos que podrían emplearse en el tratamiento del TEPT podría ser terapias cognitivas del comportamiento que incluya desensibilización de los recuerdos, exposición a la memoria del trauma, darle sentido a lo sucedido y reformular las estrategias de afrontamiento. Tomemos en cuenta que el covid es una enfermedad más DE LA CABEZA que de los pulmones. Sigamos peleando, vacunémonos y nos leemos la semana que viene.

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