En términos sencillos, el ahorro es la diferencia entre el ingreso disponible y el consumo efectuado por una persona, o una entidad, sea cual sea la naturaleza de sus negocios.

En estos tiempos difíciles que nos toca vivir, muchas veces “arañamos” el día a día en lo económico y financiero, el ahorro en sí es una palabra bella, pero en la práctica no todas las veces podemos ponerlo en marcha por diversos motivos.

El que hoy día tiene la fortuna de tener un puesto laboral, pues lo debería definir al ahorro como una prioridad en su vida, en el mejor de los escenarios no menos del 10% de sus ingresos mensuales a dicho propósito.

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Lo ideal sería, por supuesto, que mes a mes el monto a ser ahorrado lo tengamos que descontar directamente de nuestros ingresos, de manera que el saldo lo destinemos a la cobertura de nuestros gastos rígidos, que o sí o sí debemos honrarlos.

Decimos que el ahorro no puede ni debe ser opcional, pues el que menos ingresos tiene es aquel que más deberá pensar y tomar conciencia de los grandes beneficios a futuro del mismo, planificando sus finanzas de tal forma a poder hacer frente a cualquier tipo de imprevistos que se pueda presentar y que nunca faltan.

Con esta terrible pandemia sanitaria tenemos un claro ejemplo: Cuántas personas internadas en los hospitales y sanatorios de nuestro país que precisan día a día un dineral para hacer frente a la compra de medicamentos que puedan ayudar a salvar la vida de nuestros seres queridos que están en cuidados intensivos aquejados por este maldito virus del covid-19.

Y cuántos de ellos tienen que recurrir a la solidaridad de amigos y allegados u organizando rifas, hamburguesadas, tallarinadas, etc., para hacer frente a estos ingentes gastos que suman cifras millonarias.

A muchas personas ante esta difícil coyuntura no les ha quedado más remedio que endeudarse, hipotecar su casa, vender o rifar sus vehículos, y que en cierto modo podría haberse visto atenuado un poco más si disponían de algún ahorrito como para acudir sus “chanchitos”.

Cuántos de nosotros solemos decir: Ok, empezaré a ahorrar el día en que gane un poco más, lo cual muchas veces se torna difícil, por no decir imposible, y al final queda todo de “labios para afuera”.

Lo importante es que podamos hacer del ahorro un hábito, lo cual solo es posible a través de un esfuerzo constante, pues lograrlo por mera casualidad sería algo medio utópico.

Debemos definir y planificarlo bien cuál sería nuestra meta de ahorro, y cómo lo lograríamos; pues si no lo hacemos, siempre seguiremos con el “cuento” de algún día lo haré y muchas veces ese bendito día nunca llega.

Las famosas excusas que se suelen dar en torno al muy buen hábito del ahorro son:

Por supuesto, fulano o fulana gana bien, le sobra como para poder ahorrar. Yo sin embargo tengo que sobrevivir con un escuálido salario.

Es sabido que muchas veces nuestros niveles de gastos van casi en correlación directa con nuestros ingresos.

Ganamos más y gastamos más. Lo importante es ahorrar por lo menos un 3% inicialmente y luego ir subiendo en forma gradual, hasta alcanzar el anhelado 10% de nuestros ingresos.

Al ahorro no se lo encuentra del lado del “cuánto gano”, sino a través del desarrollo de la necesaria educación financiera que nos diga hasta cuánto podemos gastar para no seguir apretados mes a mes.

Cuántas veces vamos al shopping y vemos en los escaparates algo que nos gusta. En realidad no los estamos precisando, pero no podemos sustraernos a nuestras emociones y zas, la famosa compra compulsiva se hace presente y luego cuando nos llega el extracto de nuestra tarjeta de crédito, nos rascamos la cabeza y autorreflexionando decimos “para qué diablos compré esto si en realidad no lo necesitaba”.

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