Por Augusto dos Santos

Analista

La gente empieza a irritarse cada vez que salta el mismo genio publicitario de gobierno que promueve pulsar las cuerdas del patriotismo militarista o este otro que se obstina en presentar a las autoridades de salud como los miembros de la legión de superpoderes. Apelar al costado patriótico todavía se entendía (mirando el perfil nacionalista de una parte del pueblo) cuando los “héroes” del pokarê no habían llegado a compartir el territorio. Pero basta ver las redes sociales para asumir que los ciudadanos los tiene en el ojo, tanto a empresarios como a congresistas y asesores que, al parecer, estuvieron metidos en cocinar la tragada en medio de la miseria de salud.

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Tampoco es bueno exponer a las autoridades de salud, comenzando por Mazzoleni al escarnio de ser Superman. Primero y principal por una simple regla del manual básico del preescolar de la comunicación política: si alguien concentra confianza, hay que resguardarlo, no malgastarlo. La confianza es un colchón que sirve a la hora crítica; dilapidando su reconocimiento en pelotudeces como declararlo el hombre de acero no hace otra cosa sino ponerlo en un sitio artificial desde donde caer siempre será más duro.

Las autoridades de Salud deben recuperar la agenda. Para ello, el Gobierno debe reinstalarla sobre los hombros de las autoridades de Salud que tienen la cuota de fe de los ciudadanos (hago la salvedad de que estoy hablando de Mazzoleni y Sequera). Para que ello se produzca el Gobierno debe generar una línea de acción y debe dejar de producir otra: –Debe generar la línea de cuestionamiento a sus malos funcionarios. No basta que el Presidente diga: “que la Justicia se ocupe” porque es SU GOBIERNO el espacio donde se verificaron estos hechos y este gobierno tiene organismos de control que fracasaron estrepitosamente. Tanto que tuvieron que recurrir al viejo Sheriff Giuzzio, como en las historias del western spaguetti, para que entre caminando por el medio de la calle del pueblo azotado por la corrupción, arrastrando sus espuelas y con el graznido de un cuervo a tiempos simétricos. Lo peor es que finalmente tampoco le dieron tanto lugar y al final los que vuelven a aparecer en los últimos días son los controladores que –justamente– no vieron nada.

Al mismo tiempo, el Gobierno debe dejar de generar compromiso político sobre los hombros de Mazzoleni. No hay ninguna necesidad de condenarlo al ministro a lidiar contra los adversarios políticos del Gobierno. Justamente el que debería ser el elemento aglutinante debe mantenerse al margen. Por la misma lógica bancaria enunciada anteriormente: no debería dilapidarse el crédito de quien lo tiene en los tiempos críticos.

El hombre con crédito en un gobierno no es una bolsa de arena que sirve para proteger al resto, sino para tareas mucho más proactivas como continuar acumulando confianza. Por ello, fue innecesaria la atribución de días pasados sobre una supuesta persecución a Mazzoleni, primero porque tal persecución no existe, sino se trata de denuncias de supuestos hechos de corrupción. Y en segundo lugar porque –aun si tuviera su cuota de responsabilidad– el ministro de Salud aún se zafa de las críticas. Al colocarlo en la autopista política –tan prematuramente– no hacen más que condenarlo.

Por último, es importante que el presidente Abdo recupere la postura del inicio de este proceso; no hay nadie en una República –por más Superman que fuera– que puede suplantar el liderazgo de un Presidente. Es importante que el mismo mandatario se encamine a afirmar las agendas que necesitan afirmarse para este tiempo en el que –aparentemente– lejos del huir de la tormenta, nos vamos adentrando a su vórtice más riesgoso.

Etiquetas: #gobierno#salud

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