El Teatro Urgente trajo a Lisandro Rodríguez hasta Asunción. El actor, director y dramaturgo argentino busca llegar a lo más hondo del trabajo escénico. Para ello, (literalmente) cava pozos en su espacio

. Desde "Suiza" -un ciclo que refrescó el under bonaerense hace unos años- hasta hoy, su interés es construir y deconstruir constantemente. Ese es su modo de "curiosear" e ir armando un lenguaje propio.

Por Natalia Santos (nataliasantos@lanacion.com.py).
Lisandro Rodríguez y Maruja Bustamante, durante el encuentro en Asunción. Fotos: Natalia Santos.[/caption]

"Yo soy Messi, no hablo", bromeó muy serio Lisandro Rodríguez haciendo alusión al teñido rubio que porta y al hermetismo inicial. Eso, durante la charla en La Casa del Teatro que fue una suerte de broche para el taller Teatro Urgente que desarrolló –en Nhi Mu- en la colita del mes de setiembre. Durante cuatro días de encuentro con trabajadores de la escena local, él siguió con la línea que cruza toda su obra: la pregunta permanente.

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"A mí me cuesta mucho considerarme dramaturgo o director o actor. Yo creo que hago un poco de todo". Así inició su presentación durante el conversatorio en el que estuvo acompañado de su colega Maruja Bustamante.

"De todas formas yo pienso el teatro como una totalidad. Voy pasando por distintos lugares de acuerdo a la necesidad que tenga o al proyecto que se va desarrollando y cómo yo me puedo acomodar en él", sostuvo.

Elefante

Confesó que tiende más a dirigir. Y esa tarea la puede encarar con textos de otros, con propuestas performáticas o partiendo de algo más generado por los actores.

"Mi trabajo lo baso en un espacio que tengo hace más de 10 años que se llama Elefante Club de Teatro. Ahí es donde monto el 80% de las cosas que hago. Entonces, creo que en algún punto si me tuviera que definir diría que soy como un empleado del Elefante, que a la vez es mío", remarcó.

Una sala de 10x4 y una antesala -que es la cocina de una casa vieja- son sus espacios de experimentación. "La obra que tengo tiene que ver con un modo de producción muy particular que está basado en ese espacio. (Estoy) siempre tratando de estirar al máximo los límites de esa espacialidad", contó.

La tarea de Lisandro es tomar ese lugar tan pequeño y resignificarlo constantemente. Todo el tiempo siente -según confesó- que está agotando las posibilidades y que se tiene que mudar.

"Ya es el tercer espacio que tiene Elefante (que alguna vez se llamó La casa del Hombre Elefante). No sé cuanto más va a durar. Este es el más largo. Yo también vivo arriba de la sala, por lo que hay algo de vida y trabajo que está muy mezclado, muy en diálogo y no sé cuánto va a durar eso", relató.

Curiosidad laboratorial

A Rodríguez le interesa el trabajo escénico no solamente desde la actuación o de la escritura, sino también desde la posibilidad de mezclar e intercambiar con otras disciplinas. Música, pintura o cine… Todo entra en el diálogo.

"Siempre intento estar atento a cuáles son las inquietudes que tengo, la curiosidad que tengo y que eso me pueda permitir como curiosear en cosas que no conozco mucho y que voy aprendiendo a través del trabajo", señaló.

Para él, los talleres son laboratorios más de lenguaje que de actuación. Son para pensar -desde distintos puntos de vista- eso que se está poniendo en escena. "Son para abrir un espacio más para deconstruir el trabajo, que para seguir acumulando material. A veces es necesario limpiar y preguntarse sobre eso que uno está haciendo", expresó.

La dirección

Detalle de "Duros". Foto: Elefante. Club de Teatro.[/caption]

Reconoció Lisandro que le gusta estar medio en la sombra, fumarse un puchito en la vereda mientras espera, preguntarle a la gente sobre qué les pareció lo que vieron, poner la música antes de las funciones. Como director, le gusta mucho acompañar a los actores en su proceso, preguntarles cómo andan, comer y cocinar después de la función.

"Con la búsqueda tiene que ver -por más que dirija un texto de otro- con cómo me lo apropie y qué me pasa a mí en ese momento", subrayó Lisandro, quien encuentra precioso que en teatro todo vaya mutando.

Contó que como las obras le duran un tiempo, termina dirigiendo casi como si la dirección ya no le perteneciera, que le gusta tomar lo que le dicen, tanto si le gusta como si no. "Me parece que ahí el trabajo se vuelve muy permeable. Me gusta entrar en esa zona de estar perdido, de desconfiar del material, de poder todas las funciones verlo como un cuadro que todas las veces me da la oportunidad de seguir manchándolo".

El deseo

"La Mujer Puerca", con dirección de Lisandro Rodríguez.[/caption]

Desde el boletero hasta el baño limpio, todo le resulta importante a Lisandro. Todo está pensado para iniciar el relacionamiento con el público, para abonar y hacer fértil el terreno en el que se da el movimiento, el intercambio espectador-artista.

"No (hay que) creer que le tengo que enseñar algo al otro o que (el otro) tenga que identificarse con lo que le estoy diciendo. Es echar un problema y ver qué pasa. Eso me gusta y en la medida en que puedo vincularme con eso, el trabajo se me vuelve deseante. En la medida en que se vuelve deseante, el trabajo se vuelve vivo y dan ganas de seguir haciendo", reafirmó.

Para Lisandro, un trabajo empieza con una punta, con una visión, con una imagen, con un encuentro con alguien, con el deseo de trabajar con otra persona, pero inevitablemente el trabajo está cruzado por la mirada que el creador tiene del mundo, por más que eso después "sea travestido por un tema determinado".

"(El trabajo) está atravesado por la mirada que uno tiene. Desde ese lugar, creo que el mundo corre a tal velocidad que siempre se mantiene el deseo. Cuando estás terminando una obra ya querés empezar a contar cosas que te están pasando. El teatro te permite seguir tirando materia a esa misma obra que creés que ya está terminada".

El lenguaje

En medio de la charla –intervenida por Maruja por momentos para hablar de Lisandro- saltó muchas veces el tema del propio lenguaje. Eso a raíz de la singularidad de una obra que tiene ahora Elefante en cartel: Duros. La misma se desarrolla en un pozo, y es el público el que ilumina con linternas.

Taller dictado por Lisandro Rodríguez.[/caption]

Lisandro entonces tomó la pelota que picaba y resolvió hablar de los procesos. "Me pasa mucho con el taller y las cosas que coordino. Es como que cada vez me diera más cuenta que se necesita más autonomía (…) que se entienda el trabajo no como un saber en particular, porque no hay que tener un don especial para hacer este trabajo, tiene que ver con una voluntad. Obviamente no sé si cualquiera puede hacer teatro, pero cualquiera que tenga la voluntad de hacer teatro puede hacer teatro", estableció.

Entonces, Lisandro mencionó que se le revelan cosas todo el tiempo, sobre todo cuando está en el lugar de docente o de coordinador de laboratorio. "Ése es mi lenguaje. Estar todo el tiempo desarmando la convención que uno genera sobre el trabajo. (…) Es como tirarle el problema al otro: ¿por qué hacés eso? Preguntate por qué estás haciendo eso y no que eso se vuelva un trabajo intelectual. Empezar a reflexionar sobre el trabajo, cómo observamos, qué miramos, qué nos importa. Por qué nos cuesta tanto decir lo que nos duele en escena. No para decirlo específicamente, sino para plantear algo que nos importe, nos interpele, sin caer en la solemnidad o en la seriedad del teatro", lanzó como reiterando un cuestionamiento que le sobrevuela siempre.

La incógnita perpetua –al parecer- ayuda a Lisandro a ir masticando hasta llegar al despojo de las convenciones teatrales. Él –lo aclaró suficientemente- no cree que deban ser destruidas porque estén mal, sino para preguntarse realmente que está haciendo uno. Y en la elección de repetir o desechar es que se va construyendo lenguaje.

"Hamlet está muerto. Sin fuerza de gravedad", con puesta y dirección de Lisandro Rodríguez. Foto: Elefante. Club de Teatro.[/caption]

Modelo para (des)armar

Para Lisandro lo que hace estar vivo al teatro es lograr sacar al actor o actriz del lugar de actor-actriz y ponerlo en un lugar de creador. El texto –en este camino- es algo más que aparece. Lo importante sería así, el dialogar con el cuerpo, sus marcas, sus historias y sus experiencias, y eso no tiene que ver con la estética que cada uno pueda tomar, sino que uno elija.

"Es correr todo el tiempo en el tratar de construir. Quitar en vez de seguir poniendo. Es revisitar. Es como los que prueban perfume y tienen una bochita de café y cada tanto la aspiran para neutralizar. Todo el tiempo volver a repensar. Sino todo se vuelve una herramienta y a mí me cuesta pensar desde ese lugar. Lo importante (en teatro) es que se arme y se pueda desarmar lo que uno hace. Y todo el tiempo estar al tiempo de quebrarse", condensó.

Lisandro Rodríguez en el Cine

Fin de semana, de Moroco Colman es la película que lleva la imagen de Lisandro Rodríguez este año al Festival de Cine de San

Lisandro Rodríguez en "Fin de Semana".[/caption]

Sebastián. En la ópera prima del director cordobés hace de un personaje un poco violento que se encuentra varias veces con la protagonista, con la que tiene una historia. Sobre la experiencia dice que fue muy lindo filmarla, pero que todavía no la vio.

Entonces, las preguntas surgen desde La Nación Digital para quien ya recibió el premio de Mejor Actor en el Festival de Biarritz 2013 con "La Paz", filme de Santiago Loza.

-El cine no te es ajeno. Tenés varias películas ya…

-Sí, hice algo como actor en cine. De hecho me siento más cómodo en cine que en teatro.

-¿Por qué?

-Porque en teatro me gusta dirigir, me gusta acompañar desde ese lugar. Me gusta también actuar, pero me es más amable dirigir, estar afuera ahí medio en la sombra.

-Y ¿qué te permite el cine como actor? ¿Qué es lo que te atrae?

-Que se termina. Me gusta el cine. Me embolan mucho los tiempos del cine, pero cuando uno encuentra la dinámica de la toma y la retoma se arma algo que me gusta, y me gusta que sea ahí y que se termine. Claramente el teatro es lo opuesto, que me gusta eso del teatro, pero me gusta más como director que como actor. Como que lo disfruto más. Creo que el actor de teatro se sabe actor de teatro se asume como actor de teatro. Tiene casi como un oficio, además de si actúa bien o actúa mal. Es el oficio de saber hacer funciones (…) pero saber que voy a actuar (en teatro) me cuesta. El cine se hace una vez, dos veces, tres, pero es un tiempo determinado. Me siento más a gusto allí.

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