Nota y estilismo: Matías Irala

Fotografía y edición digital: Manuel Meza

Producción: Juan Angel Monzón

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¡No estoy loco! Mi realidad es simplemente diferente a la tuya”, menciona el sonriente Gato de Cheshire a la joven Alicia. Su comentario aparentemente absurdo, revela un juicio que cuestiona directamente nuestra interpretación de la locura. ¿No es acaso este estadío mental una construcción propia de nuestro entorno? Alicia reflexiona sobre su situación, comprendiendo que la única demencia que existe es la que ella misma puede crear.

Y es justamente ese mundo irracional creado por el escritor Lewis Carroll el que logra abrir profundas grietas sobre la realidad a partir de los curiosos personajes que van acercándose a la inocente Alicia. Convertida en material de culto, la obra de Carroll nace aparentemente de una inspiración bastante cercana: su vecina Alice Liddell.

Hija de Henry Liddell, eclesiástico del colegio La cruz de Cristo y Lorina Hannah, una mujer perteneciente a la pequeña nobleza inglesa, fue la menor de varios hijos del matrimonio. Eventualmente, la familia estrechó lazos con el escritor Charles Dodgson (popularmente conocido bajo el seudónimo de Lewis Carroll) quien encontraría en las hijas del matrimonio Liddell y especialmente en la pequeña Alicia, la excusa perfecta para desentrañar el curioso País de las Maravillas.

¿Cómo inspiró la pequeña a crear una novela de carácter universal? La verdadera Alicia dejó varios testimonios en un libro que posteriormente decantaría en novela autobiográfica tras su muerte en 1934. “Muchos de los cuentos del señor Dodgson nos fueron relatados por el mismo en nuestras excursiones por el río. Desembocamos bajo un particular árbol de abeto, y repetimos la frase mágica con mis hermanos: ‘Cuéntanos una historia’ y ahí liberó por primera vez la historia del País de las Maravillas”.

Fascinada por la narración, Alice pide al cautivador escritor que transcriba el relato al papel con la intención de inmortalizar para siempre la peculiar historia. Dodgson cumplió con su palabra y en la Navidad de 1864, regala a la niña el primer ejemplar netamente ilustrado y redactado por él mismo.

¿Pero en qué punto coexisten tanto la Alicia real como la ficticia? Es claro que la Alicia de Carroll no está sugestionada netamente por el carácter de Liddell, el escritor aseguró en varias oportunidades que no se inspiró en ningún niño para crear la narración.

A pesar de las extensas investigaciones, no se pudo confirmar a ciencia cierta cuál fue el detonante exacto para el papel de Alicia, lo que sí es claro que la pequeña Liddell cobró cierto protagonismo al ser ella misma la propulsora de una de las mayores obras de la literatura infantil.

Ya de adulta, la señorita Liddell contrae nupcias con un importante noble, disfrutando de una acaudalada vida en su mansión de Cuffnells, en Hampshire. Para la primavera de 1926, la mujer sufre los arrebatos propios de la realidad, su marido fallece y eventualmente contrae deudas que la obligan a vender varios objetos de valor; entre ellos, el manuscrito original que le había regalado Carroll, el cual entrega por 15.000 libras esterlinas.

Decodificando la psicología del País de las Maravillas

¿Quién decide qué es lo apropiado? Y si decidieran que lo apropiado es usar un salmón en la cabeza, ¿lo usarías? Para mí un corsé es igual que un salmón”, reflexiona Alicia al ser cuestionada sobre sus atuendos convencionales. ¿Cuál es el valor que deja una narrativa llena de frases satíricas y aparentemente sin sentido? Justamente nada, es la ausencia del carácter aleccionador tradicional de otros textos infantiles lo que hace de esta novela una obra de tintes liberales.

Y es ahí que el papel de Alicia muestra su costado ecléctico, individualista porque a pesar de las numerosas situaciones por las que atraviesa llena de juegos, situaciones extrañas y personajes poco habituales, sigue manteniendo intacta su personalidad reafirmando a partir de los hechos del País de la Maravillas su atractivo inocente e infantil.

La novela también es un espejo a la identidad que rodea nuestra cotidianidad. En la escena donde encontramos al Sombrerero Loco, anclado a su tradicional mesa de té de las seis para celebrar su “No cumpleaños”, el escritor da una punzante crítica a los comportamientos asumidos que nunca son cuestionados. La protagonista a lo largo de la historia se acostumbra a la libertad, la aventura y al despertar del sueño, encuentra que “La vida normal es aburrida y algo estúpida, porque nos dicen que debe seguir su curso normal”.

Carroll también insertó sus inclinaciones por las ciencias matemáticas dentro de la novela, uno de los guiños principales a las cuestiones algebraicas que tanto apasionaban al autor es cuando Alicia cae en un hoyo interminable, recordando el concepto del límite matemático. En el capítulo 5, la paloma compara a las niñas con de serpientes; ya que ambas criaturas comen huevos aludiendo al cambio de variables, técnica empleada para resolver ecuaciones.

El personaje despótico de la Reina de corazones abre una antesala hacia el carácter intolerante que rodea al comportamiento humano. Narcisista, rígida y controladora, resuelve los problemas pequeños y grandes de manera extrema: decapitando a todo lo que la ofenda.

La incertidumbre de la adolescencia también se refleja en la historia. El encuentro de Alicia con la Oruga Azul libera la pregunta acusadora del insecto: “¿Quién eres realmente?”, a lo que una acongojada Alicia responde que no sabe debido a que cambió tantas veces de estatura.

La exigencia del mundo adulto se sintetiza en la ansiedad del Conejo Blanco, quien siempre observa su reloj. “Dios mío, voy a llegar tarde”, repite constantemente a la protagonista. Su comportamiento apresurado manifiesta la conducta paranoica y la imposición a veces exagerada que ponen los adultos a los niños.

Alicia: Una lúcida locura

El año pasado, la película Alicia detrás del espejo devolvía el clásico a las pantallas de cine, de la mano del director James Bobin y bajo la producción del mentor Tim Burton.

¿Como ha sobrevivido al paso del tiempo esta historia? El exceso de elementos aparentemente descabellados es justamente la muestra exacta para entender nuestra realidad. Lewis Carroll convierte a Alicia en un eslabón tan neutral, capaz de satisfacer intelectualmente a niños y adultos a través de su curiosa visión y, sobre todo, dejándonos una valiosa herramienta: nuestra imaginación.

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