© 2019 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Sus ideologías son opuestas, pero sus maneras de ejercer el poder tienen mucho en común.

De acuerdo con todas las apariencias, son polos opuestos y enemigos. Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, es un grosero ex capitán del Ejército de extrema derecha. Andrés Manuel López Obrador, mandatario de México, es un aspirante a revolucionario de la izquierda.

Invitación al canal de WhatsApp de La Nación PY

Bolsonaro apela a lo peor de los brasileños, con sus diatribas en contra de las mujeres y las personas gays, su racismo casual y su afición por las armas y la tala de árboles en la Amazonia. López Obrador (conocido como AMLO) invoca el noble propósito de hacer un México más justo y menos desigual.

Sin embargo, a pesar de todas sus diferencias, los dos presidentes más importantes de América Latina tienen un parecido sorprendente en muchos aspectos. Después de estar casi un año en el cargo, cada uno enfrenta dificultades.

PASADO DORADO IMAGINARIO

En el sentido más puro, los dos son reaccionarios que evocan un pasado dorado imaginario. Bolsonaro idolatra la dictadura militar de Brasil de 1964 a 1985. AMLO, quien remarca que es un demócrata, cree que todo era mejor en México antes de que hubiera un giro hacia el “neoliberalismo” en la década de 1980.

Ambos son nacionalistas con poco interés en el mundo exterior y preferirían que el mundo exterior actuara de manera recíproca. Son creyentes, y han insertado la religión en el discurso político de Estados que hasta ahora eran seculares.

Bolsonaro, un protestante pentecostal, hizo campaña con el lema “Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”. De manera implícita, AMLO se compara con Cristo, quien fue “sacrificado… por defender a los pobres”. Los dos abogan por los valores familiares tradicionales, aunque ven diferentes amenazas en contra de ellos: la corrección política de izquierda en el caso de Bolsonaro, el neoliberalismo para AMLO.

Aunque Bolsonaro, cuyo Gabinete está lleno de oficiales, depende de una manera más evidente de la ayuda del Ejército, AMLO también ha apoyado el papel de las Fuerzas Armadas. Lo llamó “el pueblo, en uniforme”, y puso a un general retirado a cargo de la Guardia Nacional.

SIN RESPETO POR LA SEPARACIÓN DE PODERES

Ninguno de los dos respeta mucho la separación de poderes. Durante la campaña de elección de Bolsonaro, uno de sus hijos, Eduardo, declaró que solo se necesitaría “un soldado y un cabo” para cerrar la Suprema Corte. Tanto Eduardo como Paulo Guedes, el ministro de economía, han reflexionado sobre resucitar el A1-5, un decreto conforme el cual la dictadura suspendía las libertades y purgaba el Congreso. En México, el gobierno de AMLO intimidó a un juez de la Suprema Corte para que renunciara. Sus críticos temen que tome el control de la autoridad electoral cuando se elijan nuevos miembros el próximo año.

A los dos hombres les desagradan las organizaciones no gubernamentales, a las cuales consideran entrometidas. Bolsonaro ha hecho declaraciones absurdas al decir que las ONG (y Leonardo DiCaprio, una estrella de cine estadounidense) estaban detrás de los incendios en la Amazonia. AMLO canceló el financiamiento de organizaciones que ofrecen cuidado infantil y combaten el tráfico de personas.

PROMESAS SIMILARES

Los dos presidentes fueron elegidos con base en promesas similares: resucitar sus economías y, por medio de la fuerza de voluntad, eliminar la corrupción y el crimen. Están enfrentando estas tareas de manera distinta, y con niveles diversos de éxito. Los esfuerzos del equipo económico de Bolsonaro para reducir los compromisos fiscales insostenibles han recibido apoyo en el Congreso, a pesar del presidente, no gracias a él. La economía creció un 0,6 por ciento en el tercer trimestre en comparación con el segundo.

México tenía una sólida postura fiscal. Sin embargo, AMLO introdujo su propia versión de austeridad, y recortó los salarios gubernamentales y lo que él considera como desperdicio. AMLO y el sector privado sospechan el uno del otro. La economía de México se ha contraído hasta llegar a una recesión leve.

En el tema del crimen, a Bolsonaro se le puede culpar por un aumento en los asesinatos perpetrados por la policía, una situación que ha alentado. Se le puede atribuir poco del crédito por una caída drástica en el número total de homicidios este año, la cual empezó antes de que asumiera el cargo y se debe en gran medida al término de una venganza entre bandas de narcotraficantes.

AMLO tiene incluso menos de que jactarse: en México, la tasa de homicidios sigue en aumento, y hay masacres de bandas de narcotraficantes casi cada mes. Su política de “abrazos, no balazos”, con la cual ayuda a jóvenes desempleados, no parece estar funcionando. No ha logrado fortalecer las instituciones que combaten la corrupción. El gobierno de Bolsonaro ha intentado bloquear una investigación que reveló lazos entre sus hijos y milicias paramilitares en Río de Janeiro.

POPULISTAS

Lo que en realidad une a estos presidentes, que en apariencia se oponen, es que los dos son populistas. Se ven como salvadores y aseguran tener un vínculo especial con “el pueblo”. En términos de popularidad, AMLO es el ganador. Su índice de aprobación es de un 68 por ciento en comparación con el 42 por ciento de Bolsonaro.

¿Cuánto tiempo durará esta situación? Bolsonaro, quien ha delegado las políticas económicas a Guedes, está consciente de lo que no sabe, mientras que AMLO cree que sabe más que cualquiera. Brasil tiene más mecanismos de control sobre el poder presidencial que México. Esto quiere decir que AMLO no tendrá a quién culpar cuando las cosas empiecen a salir mal.

Dejanos tu comentario