NUEVA YORK

El gigante petrolero es el primero en su industria en vincular el pago de sus jefes a las emisiones. Las empresas petroleras internacionales se enfrentan a la disyuntiva entre su deber de entregar valor a los accionistas y el hecho de que la manera en la que obtienen esos rendimientos amenaza al planeta. Una interrogante clave es si pueden reducir las emisiones de los gases de efecto invernadero sin destruir sus negocios. El 3 de diciembre, Royal Dutch Shell fue mucho más allá que ningún otro gigante petrolero en su insistencia en que es posible hacerlo. La empresa anunció que establecería objetivos específicos para reducir las emisiones de carbono cada tres a cinco años, con la meta de disminuir su huella neta de carbono a casi la mitad para el 2050.

Shell también pedirá a sus accionistas que recompensen a los ejecutivos por gestionar la transición a energías más limpias, aunque todavía está definiendo los detalles. Particularmente, sus objetivos abarcarán no solo las emisiones de su propia producción de petróleo y gas, sino las de todos los automóviles, camiones, aviones y fábricas que en última instancia queman el producto.

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Shell usará las ventas de sus productos para calcular sus emisiones posteriores. Otros cambios incluyen revisar sus vínculos con los grupos de cabildeo que buscan socavar las acciones para mitigar el cambio climático (la industria del petróleo y el gas gastó 126 millones de dólares en cabildeo en Estados Unidos el año pasado; solo cuatro industrias más gastaron una suma superior). Estas medidas no tienen precedentes y nos recuerdan lo mucho que el resto de la industria debe hacer todavía.

Las principales empresas petroleras, a pesar de sus críticos, siguen siendo un elemento fundamental de las carteras de inversión, debido a que pagan dividendos importantes y confiables. Los dividendos de Shell no han disminuido desde la Segunda Guerra Mundial. Lejos de ahuyentarlos, los principales veinte inversionistas institucionales a nivel mundial representan un porcentaje creciente de sus accionistas. El año pasado, mantuvieron un 27 por ciento de las acciones de las principales empresas petroleras, lo cual representa un aumento, comparado con el 24 por ciento en el 2014.

APOYO AL ACUERDO DE PARÍS

No obstante, las resoluciones de los accionistas en relación con el cambio climático se han vuelto una característica común de las asambleas anuales. Desde el 2014, el número de votos de dichas resoluciones ha aumentado más del doble. Hace un año, 310 inversionistas preocupados por el daño ambiental reunieron 32 billones de dólares entre ellos y crearon un grupo llamado Climate Action 100+ para coordinar esfuerzos. Ahora, las grandes petroleras manifiestan su apoyo al Acuerdo de París. Sus jefes dirigen la Iniciativa Climática de Petróleo y Gas, un esfuerzo voluntario para reducir las emisiones de sus operaciones.

A pesar de ello, los máximos ejecutivos petroleros tienen opiniones muy distintas sobre qué tan drásticamente deberían evolucionar las empresas. Las estrategias relacionadas con el cambio climático están comenzando a bifurcarse. Por ejemplo, BP destinó casi trece millones de dólares este año para echar por tierra una iniciativa electoral que se proponía crear un impuesto al carbono en el estado de Washington.

Algunas empresas, incluida Shell, se han deshecho de la mayoría de sus participaciones en arenas petrolíferas, una de las fuentes de petróleo con mayor nivel de emisiones de carbono, pero Exxon Mobil Corp. sigue siendo un propietario importante.

El propio anuncio de Shell equivale a un cambio radical. Su director ejecutivo, Ben van Beurden, descartó recientemente objetivos vinculantes a largo plazo en materia de carbono por ser “insensatos”. Shell sería vulnerable a demandas si no cumpliera con las metas, mencionó. No obstante, tras negociaciones con los inversionistas, encabezados por Robeco, un fondo de inversión de alto riesgo, y el Consejo de Pensiones de la Iglesia de Inglaterra, que supervisa en última instancia el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, Shell acordó establecer metas a corto plazo que servirán a una ambición de más largo plazo.

Según un abogado especializado en la industria energética, el hecho de que Shell pueda ajustar sus objetivos disminuye su riesgo jurídico. Los demás gigantes petroleros estarán atentos para ver si Van Beurden puede proteger tanto al planeta como a los dividendos de su firma.

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