Liberty, Illinois.
Es posible que la guerra comercial de Donald Trump cause daños duraderos a la agricultura estadounidense. Por lo regular, la calma desciende sobre el cinturón agropecuario de Estados Unidos en noviembre. Casi todas las cosechadoras han terminado de moverse por los campos; los camiones han acarreado las cosechas a los elevadores de granos, y los agricultores se retiran a las salas de sus casas para descansar. Este año, por lo menos en un sentido, deberían sentirse especialmente satisfechos. Randy Sims, quien cría cerdos y cosecha granos en el área occidental de Illinois, produjo 75 fanegas de soya por acre, un tercio más que en el pasado. De hecho, se espera que la producción de soya estadounidense en el 2018 alcance 4690 millones de fanegas, una cifra récord. Lo que no se sabe es quién las comprará.
Los agricultores estadounidenses se encuentran al centro de la guerra comercial del presidente Donald Trump. Más de una quinta parte de las exportaciones agrícolas son objeto de nuevos aranceles. Entre enero y septiembre, las exportaciones de cerdo a México y China cayeron un 31 y un 36%, respectivamente. Las ventas a China de soya, la mayor exportación agrícola de Estados Unidos, se han desplomado un 98% desde enero. “Estamos muy preocupados”, aseveró David Williams, quien trabaja 3.800 acres de tierra en Michigan. Voló a Shanghai para asistir a una conferencia a principios de noviembre con un grupo de agricultores dedicados a la soya que quieren mantener sus relaciones con importadores chinos, con la esperanza de que el enfrentamiento comercial termine pronto. Mientras tanto, el Departamento de Agricultura de Estados Unidos espera que los ingresos generados por las granjas bajen un 13% este año. Se pronostica que la razón de endeudamiento de las granjas aumentará a su nivel más alto desde el 2009.
Es una situación reminiscente de los años ochenta, cuando Estados Unidos suspendió la venta de granos a la Unión Soviética, aumentaron las tasas de interés, los ingresos se hundieron y muchos agricultores abandonaron la industria. Por ahora, los niveles de deuda siguen subiendo, aunque todavía son manejables. Sin embargo, gran parte depende de cuánto tiempo se mantengan los aranceles. Para cuando concluya la guerra comercial, quizá ya hayan causado un daño perdurable.
Los agricultores estadounidenses son titanes del comercio internacional. Entre el 2000 y el 2017, el valor de las exportaciones agrícolas casi se triplicó. Las exportaciones abarcan más de una quinta parte de la producción de las granjas. Los granos van al extranjero en los mayores volúmenes. Conforme aumenta el consumo de carne en el mundo, los criadores de ganado requieren más alimento para sus animales, lo que aumenta la demanda de soya. El año pasado, las exportaciones ascendieron a 21.600 millones de dólares, más del doble del valor del maíz, que ocupa el segundo lugar en las exportaciones.
SUBSIDIOS
Estos éxitos se deben, en parte, a algunos subsidios del gobierno que incentivan la producción, como pagos a las granjas que aumentan cuando los precios de las materias primas bajan. Estas ayudas benefician principalmente a las operaciones de gran talla: las granjas con ingresos de por lo menos 167.000 dólares recibieron casi el 70% de los pagos de materias primas en el 2016, según el grupo de expertos Heritage Foundation.
Algunas medidas para impulsar la productividad también han ayudado. Sims, por ejemplo, ahora utiliza datos sobre el rendimiento para ajustar la aplicación de fertilizante. Utiliza drones para revisar si los cultivos presentan algún daño causado por insectos. Los agricultores muchas veces cubren las semillas antes de sembrar, para evitar que se pudran o la aparición de parásitos. A los ambientalistas les preocupa el impacto en el agua y en la biodiversidad. Sin embargo, la producción ha florecido.
Esto ha ayudado a bajar los precios del maíz y la soja desde hace algunos años, a pesar de que la tierra, los fertilizantes y la semilla todavía son relativamente caros. Así que la guerra comercial se ha originado en un momento muy poco propicio. Trump anunció los aranceles a las importaciones de acero y aluminio en marzo, e incluyó a México, Canadá y Europa en mayo. En represalia, México, el segundo mayor importador de cerdo estadounidense por valor, aumentó sus aranceles al 20%. Los aranceles de China al cerdo, de hasta un 70%, y del 25% a la soja, pesaron todavía más.
Trump se reunirá con el presidente chino Xi Jinping, durante la cumbre del G20 este mismo mes, pero ninguno de ellos puede conceder mucho. En setiembre, Trump concretó un nuevo acuerdo para remplazar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte con Canadá y México. El problema es que no afecta de ninguna forma los aranceles de Estados Unidos al acero y el aluminio, así que se mantienen los aranceles de México al cerdo. De hecho, los aranceles impuestos por Canadá y México como medidas en represalia eliminan la moderada ganancia en exportaciones que produciría el nuevo acuerdo, según los análisis de la Universidad de Purdue, por lo que la pérdida neta en exportaciones agrícolas ascenderá a 1.800 millones de dólares.
Cuando se cierra un mercado de exportación, puede ser difícil colocar los bienes correspondientes en otro. El cerdo, por ejemplo, puede transportarse a México en camiones refrigerados. Es más caro congelar y enviar el cerdo al otro lado del océano.
DEMANDA RESTANTE
Los agricultores que cultivan soya temen que la demanda y los flujos comerciales cambien de manera permanente. El interés de China por las importaciones se debilitaría si los productores redujeran la proteína de soya que contiene el alimento para cerdos o si, como temen algunos comerciantes, el gobierno decide exhortar a la población a consumir mejor pollo o carne, que necesitan menos soya que el cerdo. Es posible que Brasil y Argentina lleguen a cubrir la demanda restante. Wallace Tyner, de la Universidad de Purdue, calcula que Brasil tiene otros nueve millones de acres de tierra de cultivo que podría cambiar al cultivo de soya con relativa rapidez. “La pérdida de mercado que enfrentamos en el corto plazo le abre la puerta de par en par a la competencia”, se lamentó Jim Sutter, del Consejo de Exportadores de Soja de Estados Unidos.
El precio de la soya estadounidense se ha abatido en comparación con el de la brasileña. Muchos agricultores deben aceptar un precio todavía más bajo del que publica la Cámara de Comercio de Chicago, pues es difícil para los elevadores almacenar y transportar grano para el que no hay muchos compradores. Williams ha tenido que vender su soya con un descuento. En Dakota del Norte, que por lo regular envía soya a barcos en el noroeste del Pacífico, algunos elevadores han dejado de comprarla por completo.
Algunos economistas de la Universidad de Illinois calculan que la granja promedio en el área central de Illinois asumirá una pérdida total de 70.000 dólares el próximo año. Una encuesta reciente de la Reserva Federal en la ciudad de Kansas reveló que entre julio y septiembre se otorgó un tercio más de préstamos a las granjas que en el mismo periodo del año pasado. La mayoría del aumento no fue para comprar maquinaria nueva, sino para apoyar las necesidades básicas de la actividad agrícola. Quizá los agricultores decidan plantar más maíz el año próximo, en vez de soya, pero esa no es una solución permanente. Si siembran maíz más seguido, sin rotar cultivos, baja el rendimiento.
SILOS MÁS GRANDES
En el 2015, el 51% de la producción se generó en granjas con ventas de por lo menos un millón de dólares, en comparación con el 31% en 1991. La controversia comercial quizá agilice la consolidación. Las granjas más grandes tienen más efectivo para invertir en tecnologías para impulsar el rendimiento y la escala para lograr que los compradores les den mejores términos. Sims es uno de los muchos granjeros de gran talla que han invertido en silos más grandes para poder almacenar sus cultivos mientras espera a que mejoren los precios.
También es posible que el gobierno se involucre más en las actividades agrícolas, una acción con efectos confusos. Después de haber interrumpido el flujo comercial global, Trump utilizó 12.000 millones de dólares del dinero de los contribuyentes para compensar de manera parcial las pérdidas de los agricultores. El interés por su bienestar quizá mantenga el apoyo a un nuevo proyecto de ley para el sector, pero la versión que prefieren los republicanos de la Cámara de Representantes incluiría a los granjeros más ricos en los pagos. Sims espera que Trump logre mejores términos para los agricultores. “Estoy dispuesto a soportar la tormenta”, afirma. Pero lo más probable es que, para cuando el presidente logre concretar un acuerdo, sin importar cuál sea, la agricultura estadounidense se habrá vuelto menos competitiva y será muy diferente.