Los movimientos de la moneda china propagan noticias inusuales.

Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), es un orador refinado, claro y directo. Sin embargo, el 13 de septiembre, después de la reunión sobre política monetaria del banco, hubo un momento fuera de lo común en el que sus aseveraciones resultaron un tanto vagas. Cuando le preguntaron cómo podría reciclar el BCE el dinero derivado del vencimiento de bonos una vez que concluya su programa de compra de esos instrumentos, afirmó que no habían hablado del asunto. “Ni siquiera hemos definido cuándo vamos a tratar el tema”. Quizá en la junta de noviembre o en la de diciembre. De cualquier forma, será pronto.

En gran medida, ahora es posible prever las acciones de los bancos centrales con suficiente anticipación. A pesar de los disparates que algunas veces intervienen en la presentación de una orientación de expectativas detallada, la Reserva Federal, el BCE y otros bancos han acostumbrado a los inversionistas a saber cuándo esperar un aumento en las tasas de interés. De hecho, el banco central ya no solo da pistas de cuándo habrá cambios en las tasas de interés o sobre sus planes de comprar o vender bonos. Ahora se encuentra en un plano más elevado, pues incluso las declaraciones de los funcionarios del banco central se examinan en busca de señales de lo que pronto podrían decir acerca de sus acciones a futuro.

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Por todo esto, es sorprendente que una orientación de expectativas haya tenido consecuencias en los mercados de divisas y estas hayan pasado casi inadvertidas. En China, las políticas pueden cambiar sin la menor advertencia. Así que cuando el yuan se moviliza, el mensaje es que algo inusual ha ocurrido en la demanda de moneda, en China y en la economía mundial. El yuan ejerce cada vez más influencia en el mercado de divisas.

Claro, le falta mucho para ser una moneda global. El yuan no ha logrado colocarse como moneda de reserva o negociación. El dólar no ha cedido ni un ápice de su reinado. De los cinco billones de dólares que se negocian a diario en los mercados de divisas, el dólar es una de las monedas involucradas en casi nueve de cada diez operaciones. El precio del petróleo crudo se fija en dólares. Si los bonos emitidos por gobiernos y empresas globalizadas no se denominan en la moneda local, lo más probable es que lo hagan en dólares. Además, el dólar representa dos tercios de las reservas de divisas. El yuan apenas aparece en los registros.

En cuanto a China, es un importante importador y exportador. Es el mayor socio comercial de casi todos los países del planeta. No obstante, en la mayoría de las relaciones comerciales que domina, los precios se fijan, las facturas se emiten y los pagos se liquidan en la moneda de Estados Unidos. De hecho, las exportaciones son tan importantes para la economía china que, hasta hace muy poco, el valor del yuan se fijaba estrictamente con respecto al dólar.

VALOR LIBERADO

Sin embargo, ya no es así. Al parecer, desde agosto del 2015 los movimientos del yuan se han definido con referencia a una amplia canasta de monedas. En principio, con el objetivo de que el valor del yuan refleje mejor las fuerzas económicas. En la práctica, sencillamente le permite al yuan desplazarse en un rango más amplio con respecto al dólar, señala Mansoor Mohi-uddin, de NatWest Markets. De cualquier forma, incluso este mecanismo tiene límites. Si el yuan se fortalece a un ritmo demasiado rápido, afectaría las exportaciones de China. Si se debilita demasiado, aumentaría la carga que representan las deudas de las empresas chinas denominadas en dólares. Una caída pronunciada podría disparar el temor de una devaluación y provocar la salida de capital.

Con todo, hay un aspecto en el que se percibe una influencia cada vez mayor del yuan. Cuando se le permitió flotar con más libertad, casi de inmediato las monedas de las economías que tienen un intercambio comercial significativo con China comenzaron a desplazarse a la par. Por ejemplo, el tipo de cambio euro-dólar ha seguido de cerca los cambios en la relación dólar-yuan. Cuando el yuan bajó de valor con respecto al dólar en el 2016, el euro cayó hasta un valor de 1,05 dólares. Cuando el yuan se recuperó el año pasado, también lo hizo el euro. Estos movimientos coordinados quizá no sean una coincidencia, indica Kit Juckes, de Société Générale, pues las monedas de los demás socios comerciales importantes de China exhiben el mismo patrón. Cuando el yuan sube o baja de valor, otras monedas lo hacen también.

Este fenómeno se debe al “poder blando” de China en el mercado de divisas, opina Juckes. En gran medida, China le debe esta influencia al peso que tiene en el comercio global. Pero se enfatiza debido a la camisa de fuerza que le impone la orientación de expectativas a los banqueros centrales de los demás países. Su transparencia raya en lo cómico, como demuestran los comentarios de Draghi. En contraste, se sabe muy poco acerca de los planes de China. Un cambio en el yuan es una gran señal.

Ahora es necesario considerar la influencia de China cuando se piensa en las perspectivas de los mercados de monedas. Un pronóstico típico a largo plazo para el euro es 1,30 dólares, alrededor de un 10 por ciento por arriba de su tipo actual. Ese pronóstico es similar a los cálculos de la paridad de poder adquisitivo del euro, el tipo de cambio al que una canasta de bienes tendría el mismo precio en Europa que en Estados Unidos. Parece un tipo de cambio natural para que el euro gravite hacia ese valor. Sin embargo, será difícil que alcance ese nivel a menos que los encargados de la política monetaria de China permitan que el yuan aumente con respecto al dólar. ¿Alguien puede estar seguro de que lo harán?

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