THE ECONOMIST

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Los trabajadores no remunerados traba­jan en fábricas, gran­jas y en la calle principal.

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Piotr fue atraído de Polonia a Gran Bretaña por un amigo que prometió encontrarle un buen trabajo. Cuando llegó, se encontró compartiendo una habitación fría y sucia con otras cinco personas, y rápi­damente se dio cuenta de que era una mentira.

En cambio, los delincuentes lo pusieron a trabajar en una planta de reciclaje y le qui­taron su pasaporte y le dije­ron que les debía dinero por el transporte, la comida y el alojamiento. El dueño de un restaurante eventualmente le ofreció a Piotr una salida, solo para hacerle lavar los platos 60 horas a la semana por casi nada. Cuando Hope for Justice, una organización benéfica, lo encontró, estaba débil y desnutrido.

El Ministerio del Interior cree que Gran Bretaña es el hogar de 10.000 a 13.000 “esclavos modernos”, lo que significa que las personas que son obligadas a traba­jar o que han sido trafica­das al país para ser explo­tadas. Otros ponen la cifra mucho más alta: la Funda­ción Walk Free, un grupo antiesclavitud, reconoce que podría haber hasta 136.000.

El número de personas identificadas por la Agencia Nacional del Crimen (NCA) como posibles esclavos ha aumentado rápidamente, de 1.746 en el 2013 a 5.145 el año pasado, en parte debido a una nueva ley contra la esclavitud aprobada en el 2015.

La esclavitud moderna solía asociarse con empresas delic­tivas como burdeles y granjas de cannabis, cuya ilegalidad deja a los trabajadores teme­rosos de denunciar abusos. Pero la variedad de empre­sas que se sabe que usan mano de obra esclava se está ampliando, y los trabajadores no remunerados se están con­virtiendo en campos, fábricas y calles principales en todo el país.

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