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Las industrias de productos lácteos de Estados Unidos y Europa se lamentan.

La modesta leche de avena no irradia precisamente un gran estilo digno de subir a Instagram. Sin embargo, rápidamente se está convirtiendo en la estrella de las cafeterías de moda; es la imitación de leche preferida de los baristas gracias a su textura en boca, su sabor y su capacidad de hacer espuma y arremolinarse para crear arte en el capuchino.

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Durante los últimos seis meses, se ha acelerado la demanda de alternativas a la leche, afirma Robert Robinson, cofundador de Notes, una cadena de cafeterías de Londres, donde la leche de avena se ha convertido en la favorita absoluta, dejando atrás a la leche de soya y de almendra. “Funciona muy bien con la acidez del expreso y simplemente sabe mejor”, añade.

Las leches a base de plantas están en auge ahora que los consumidores buscan eliminar la leche de sus tazones de cereal y de sus tazas de café, principalmente por salud, bienestar o razones ambientales. Una encuesta de Mintel, una empresa de investigación, encontró que la mitad de una muestra de estadounidenses compró leche no láctea durante los últimos tres meses.

El año pasado, la Oficina de Estadísticas Nacionales de Gran Bretaña añadió la leche no láctea como una subsección de los productos generales en su índice de precios al consumidor, una clara señal de que la tendencia llegó para quedarse. Innova Market Insights espera que el mercado global supere los 16.000 millones de dólares en el 2018.

Conforme los consumidores separan el trigo de la paja, la soja, la alternativa original a la leche, ha estado perdiendo participación en el mercado. Los experimentos con chícharos, nueces y linaza han tenido problemas. La leche de almendra, una favorita consolidada en Estados Unidos, se vio afectada cuando se cuestionaron sus certificados ambientales: se requieren cinco litros de agua para producir una almendra.

EN CRECIMIENTO

Comparativamente, la huella ambiental de la leche de avena es modesta y sus propiedades benéficas para la salud son sólidas. Si bien desde una base baja, las ventas en Gran Bretaña crecieron el año pasado un 76%, de acuerdo con Nielsen, en comparación con el 24% para la leche de coco (también una novedad), el 14% para la de almendra y el 5% para la de soja.

El productor más importante de Europa, Oatly, ha hecho esta bebida durante décadas, aunque principalmente para la gente con restricciones en su dieta. Después de que modernizó su imagen hace algunos años y decidió atraer a los consumidores a través de los baristas y no de los comerciantes, “la bola de nieve comenzó a crecer y no se ha detenido”, señala Ishen Paran, un vocero.

Los consumidores comenzaron a exigir que los supermercados la vendieran, primero en Europa y ahora en Estados Unidos. Esto llevó a una escasez de leche de avena a finales del 2017, con el aumento del precio en Amazon mientras los padres adinerados se arrebataban los productos. Una clara señal de moda pasajera, se mofaban los críticos.

Al sector de lácteos seguramente le encantaría pensar eso. Está presionando para obtener protección en Europa y Estados Unidos y promoviendo campañas de educación como la llamada #MilkTruth (la verdad sobre la leche). El año pasado, el Tribunal de Justicia Europeo falló a su favor y prohibió el uso de términos como “leche” y “mantequilla” para los productos a base de plantas, que ahora se llaman “bebidas”.

Los productores de Estados Unidos quieren lo mismo. En julio, Scott Gottlieb, director de la Administración de Alimentos y Medicamentos, dijo que la agencia aclararía lo que podría ser comercializado como leche, añadiendo que “una almendra no produce leche, lo admito”. No todas las empresas de lácteos se resisten. Algunas, hay que reconocer, han lanzado productos sin lactosa o sin lácteos.

Seguir al consumidor, después de todo, es la mejor ruta hacia una fuente de dinero.

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