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En la batalla entre líderes empresariales y políticos conservadores inflexibles, un brexit menos abrupto gana terreno político.

Con un gobierno conservador en el poder, los empresarios deberían estar complacidos. No obstante, están malhumorados. Muchos ejecutivos se quejan de que durante el primer año del mandato de Theresa May no se les concedieron audiencias. El acceso a la primera ministra ha mejorado desde que perdió la mayoría en las elecciones del año pasado, pero muchos todavía dicen que no han sido escuchados.

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Esta afirmación es especialmente cierta en lo que respecta al brexit, su mayor preocupación. Hace poco, los cinco mayores grupos empresariales de cabildeo unieron fuerzas para advertir que el lento avance en las conversaciones en Bruselas estaba obligando a las empresas a hacer planes para la peor situación posible: perder el beneficio de un periodo de transición después de que el Reino Unido abandone la Unión Europea en marzo próximo. Prepararon su comunicado después de una declaración en la que Airbus señaló que consideraría abandonar el Reino Unido si no se llegara a un acuerdo para el brexit. Otros fabricantes de automóviles respaldaron su inquietud; BMW y Honda advirtieron que salir de la unión aduanera y el mercado único de la Unión Europea causaría interrupciones en las cadenas de suministros. Lo más notable de la enérgica respuesta de los partidarios del brexit fue su falta de apoyo a los empresarios.

La respuesta de otras partes fue una burla. Jeremy Hunt, secretario de Salud, tildó la declaración de Airbus de “inadecuada”. Según se informó, Boris Johnson, secretario de Relaciones Exteriores, calificó a las empresas con una palabra altisonante, y apenas suavizó el comentario cuando más tarde sugirió que su objetivo eran los grupos corporativos de cabildeo, no las empresas. Con el gabinete en franca guerra por la política fiscal, además del brexit, y el Partido Laborista bajo control de la extrema izquierda, la percepción de muchas empresas es que ningún partido representa su voz.

La verdad es un poco más sutil. El cabildeo de las empresas, en especial con respecto al brexit, sí ha dado resultados. May reprendió a sus ministros cuando recalcó que las compañías tenían todo el derecho de expresarse. Greg Clark, secretario de Negocios, y Philip Hammond, el canciller (Johnson le puso el sobrenombre “corazón palpitante de los proeuropeos” al departamento de Hacienda a su cargo), sí escuchan. La presión de los grupos empresariales para conservar intercambios comerciales expeditos dentro de una unión aduanera ha demostrado ser efectiva.

Cada vez se hace más evidente que los miembros del gabinete partidarios de un brexit duro están perdiendo la batalla. La lógica de los “controles” que aceptó May para evitar tener una frontera rígida en Irlanda es que el Reino Unido seguirá formando parte de la unión aduanera y respetará las regulaciones de la Unión Europea incluso después de que concluya el periodo de transición, cuyo fin está programado para diciembre del 2020. Bruselas lo sabe. Los funcionarios de la Unión Europea, que sostuvieron una reunión cumbre los días 28 y 29 de junio, han criticado la tardanza de May para expresar qué espera del brexit. Sin embargo, el que estén dispuestos a darle más tiempo indica que tienen la impresión de que está flexibilizando su postura.

LIBRO BLANCO

El 6 de julio, la primera ministra May se reunió con su gabinete en Chequers, su casa de campo, donde se debatió ampliamente acerca de los detalles definitivos del libro blanco del brexit, cuya publicación se esperaba para este 9 de julio. Versiones preliminares circulan por Whitehall. Quienes están informados al respecto dicen que, en efecto, lo más probable es que su principal propuesta sea permanecer en el mercado único de la Unión Europea con respecto a bienes, pero no a servicios. A la combinación de este tipo de mercado con una unión aduanera algunas veces se le llama opción de “Jersey” o de la “Isla de Man”, pues en general es la posición de esas islas en la actualidad.

Para calmar a los conservadores de mano dura, es posible que el libro blanco intente presentar el plan como una solución temporal. Así quizá se mantenga vivo el sueño teórico de la separación regulatoria en algún momento en el futuro, como en el caso de la opción de “máxima facilitación” que recurre a tecnología no especificada, en vez de una unión aduanera, para evitar los controles fronterizos en la isla de Irlanda. De cualquier forma, para los dirigentes empresariales que recuerdan la máxima francesa de que nada dura más que las soluciones provisionales, esta inclusión en el libro blanco será una señal positiva.

Por el contrario, los partidarios del brexit abrupto no sentirán ningún alivio. En línea con un artículo reciente de este periódico, Johnson atacó con gran vehemencia al que califica como un brexit de “papel higiénico” porque es “suave, flexible y parece infinitamente largo”. Varios ministros creen que la opción Jersey cruza demasiados límites infranqueables, o líneas rojas, fijados por May. El hecho de que no queden cubiertos los servicios, que constituyen el 80 por ciento de la economía del Reino Unido, preocupa a algunos. Ningún sistema de reconocimiento recíproco o equivalencia regulatoria les ofrecerá a los proveedores de servicios el mismo acceso a los mercados de la Unión Europea. Además, pertenecer a un mercado único de bienes y a una unión aduanera complicará mucho establecer convenios comerciales con otros países.

Charles Grant, del grupo de expertos Center for European Reform, espera que estas consideraciones provoquen la renuncia de algunos ministros este verano. Johnson, que provocó burlas esta semana incluso entre sus colegas conservadores por volar a Afganistán para no votar en el tema del aeropuerto de Heathrow, podría renunciar ahora que parecen haberse esfumado sus esperanzas de asumir el liderazgo. También podría renunciar Liam Fox, el secretario de Comercio. Grant también hace notar esta ironía: si bien Bruselas podría considerar positiva la salida de funcionarios con posturas rígidas como ellos, eso no haría menos probable que la Unión Europea rechace los planes de May con respecto a un brexit menos abrupto.

El punto más controvertido es la libre circulación de los trabajadores. Los negociadores de la Unión Europea señalan que permitirle al Reino Unido permanecer en el mercado único de bienes sin que también exista libre circulación equivaldría a dejarle elegir lo que más le convenga, una idea inaceptable. Algunos creen que es posible obtener más concesiones de May, como pagos importantes al presupuesto de la Unión Europea. Quizá estén equivocados, pero lo más seguro es que May no tenga mucho espacio de maniobra política para ignorar con total descaro las líneas rojas que fijó para el brexit.

Por otro lado, algunos miembros de la Unión Europea le ven aspectos positivos a la opción de comercio que solo incluye bienes. Un funcionario de Berlín opina que esa opción sería atractiva para los negocios alemanes, que tienen mucho interés en seguirle vendiendo al mercado británico. La libre circulación puede matizarse un poco, como han hecho otros países. Eso significa que es posible llegar a un acuerdo satisfactorio para ambas partes. En tal caso, serían los partidarios inflexibles del brexit, en vez de los empresarios, quienes tendrían que describir su posición con una palabra altisonante.

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