Después viene el trabajo duro. Hace un año, un miembro del gobierno del presidente Donald Trump redactó una breve orden ejecutiva para retirar a Estados Unidos del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), un acuerdo comercial con Canadá y México. La interpretación más evidente era que Trump estaba intimidando de forma irresponsable a canadienses y mexicanos para que ofrecieran mejores términos a Estados Unidos. Una visión más amable señalaba que Trump tenía como objetivo un público a nivel nacional. En ese momento, el congreso estaba dando largas a la confirmación de Robert Lighthizer, el negociador comercial que había elegido el presidente. Las amenazas de Trump eran un mecanismo para entrar en acción.

Un año más tarde, con Lighthizer en el puesto desde hace tiempo, la actitud de Estados Unidos hacia el TLCAN no parece ser menos hostil. Sus amenazas de retirarse aún merodean las conversaciones y, en marzo, Trump lanzó otras relacionadas con los aranceles al acero y el aluminio en caso de que para el 1 de mayo no se haya llegado a un acuerdo respecto de la revisión del TLCAN. Esta actitud amenazadora podría generar un acuerdo dentro de unas pocas semanas. En Washington, los negociadores están trabajando a marchas forzadas, y tienen la instrucción de estar disponibles hasta el 4 de mayo (incluso después de que en principio se llegue a un acuerdo, podría pasar más tiempo para que se finalicen todos los detalles).

Los detalles de cualquier acuerdo tendrán las cicatrices de las duras negociaciones. Lighthizer ha exigido que el nuevo TLCAN expire de forma automática después de cinco años y quiere debilitar una cláusula que permite a los miembros impugnar los aranceles con los que los graven sus socios. Si se impone el equipo de Lighthizer, el pacto revisado implicaría dar un paso fuera de la economía integrada de América del Norte que supuestamente daba fundamento al acuerdo original.

El equipo de Lighthizer también ha exigido que no haya estipulaciones que permitan a los inversionistas demandar a los gobiernos si se les niega "un trato justo y equitativo". Lighthizer considera que las quejas en contra del gobierno estadounidense deben de tratarse en cortes estadounidenses, y que ofrecer protección legal a las firmas de Estados Unidos en el extranjero garantiza la subcontratación de empleos. Todos difieren: los canadienses y los mexicanos, además de algunos de los republicanos con mayor experiencia.

Todavía hay tiempo para que se desechen estas propuestas. Hay más probabilidades de que un nuevo acuerdo contenga "reglas de origen" más estrictas para los autos, lo cual especifica cuánto contenido norteamericano debe tener un auto para no pagar aranceles. La última propuesta de los estadounidenses es aumentar el requisito de 62,5 a 75 por ciento. A pesar de que es una cifra menor a la exigencia original del 85 por ciento, aún podría ser un problema para las automotoras cuando reconfiguren sus cadenas de suministro o se resignen a pagar los aranceles fuera del TLCAN.

El Certificado de Origen del TLCAN solo es necesario para las exportaciones hacia otro país del TLCAN que califiquen para trato arancelario preferencial de acuerdo a las reglas de origen de este Tratado.

https://www.gob.mx/cms/uploads/attachment/file/1889/Certificado_de_Origen_del_TLCAN.pdf.

Hay una idea que podría recibir apoyo de aquellos que se preocupan porque el libre comercio suele impulsar una carrera hacia el abismo: dar crédito a las automotoras por el requisito del contenido si utilizan partes que hicieron trabajadores que ganan más que un salario especificado. Sin embargo, también encontraría opositores, principalmente entre los mexicanos, quienes podrían considerarlo un mecanismo para favorecer a los trabajadores estadounidenses y canadienses a costa de ellos, y entre las automotoras que estarían obligadas a obedecer.

No obstante, el verdadero costo del enfoque agresivo del gobierno de Trump podría aparecer cuando los tres miembros intenten pasar de un acuerdo en principio a un acuerdo en la práctica. Cada miembro debe lograr que sus legislaturas aprueben el acuerdo. Esto será más difícil si Trump continúa tratando el TLCAN como un pacto parecido a un juego de suma cero (aunque Lighthizer reconozca públicamente que las tres partes deben ganar).

Dicho esto, en Canadá, ganar una votación debería ser bastante sencillo, pues el partido en el gobierno tiene la mayoría parlamentaria. Y aunque algunos están preocupados de que Andrés Manuel López Obrador, el candidato con tendencias de izquierda y favorito para ganar las elecciones presidenciales en México, vaya a hacer el intento de renegociar si gana, la persona que designó como su secretario de economía señaló, el 18 de abril, que López Obrador respetaría el acuerdo al que se haya llegado antes de las elecciones.

Curiosamente, el congreso estadounidense podría ser más complicado. Hay una oportunidad pequeña y valiosa de llevar un acuerdo a los legisladores antes de las elecciones intermedias del 6 de noviembre y no hay nada que los obligue a votar sobre un acuerdo en su última sesión si no desean hacerlo. Si se busca garantizar los votos después de las elecciones –en una sesión en la que ya se eligió un congreso, pero todavía no termina el período del anterior–, tal vez se necesite persuadir a los congresistas con cláusulas especiales de su agrado, quizá sobre propiedad intelectual o mercados agrícolas. Sin embargo, esas son el tipo de disposiciones que podrían desechar los negociadores para concluir un acuerdo rápido. Los republicanos no querrán un acuerdo que elimine las reglas relacionadas con la solución de diferencias entre los inversionistas y el Estado, ni que tenga una fecha de expiración.

En vez de cortejar con demócratas centristas o republicanos de ese tipo que pudieron haber votado a favor del Acuerdo Transpacífico, un acuerdo comercial del que Trump se salió en cuanto asumió el cargo de presidente, Lighthizer se ha acercado más a demócratas de izquierda y sindicatos. Esta estrategia es riesgosa, pues estos grupos todavía podrían quedar insatisfechos con cualquier estándar laboral que Lighthizer pudiera negociar y podrían desconfiar de los costos políticos que les acarrearía asociarse con Trump.

Trump podría reconsiderar la amenaza que lanzó hace un año de retirarse del TLCAN, una medida que en teoría Lighthizer apoya. Si se presenta una alternativa en la que no haya un acuerdo, el congreso podría verse obligado a aprobar la nueva versión. No obstante, el congreso también podría oponer resistencia, ya sea dando marcha atrás a cualquier aumento a los aranceles que propuso Estados Unidos o insertando cláusulas en otras partes de la legislación con el fin de que el departamento de Lighthizer se quede sin financiamiento para implementar la retirada del TLCAN. Sin importar el escenario, en principio el acuerdo es tan solo la primera parte del combate.

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