© 2018 Economist Newspaper Ltd, Londres 6 de abril, 2018. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Desde hace algunas décadas, las aerolíneas establecidas de Europa y Estados Unidos han sufrido un golpe tras otro. Primero aparecieron las aerolíneas de bajo costo, que comenzaron a competir con sus rutas cortas. Hace poco, apareció una nueva camada de aerolíneas superconectoras en el golfo Pérsico: Emirates, Etihad Airways y Qatar Airways han conquistado a los pasajeros de vuelos largos gracias a que ofrecen servicios de calidad superior y tarifas más bajas. Ahora se cierne sobre ellas la mayor amenaza de todas: el surgimiento de varias aerolíneas chinas muy prometedoras. Por desgracia, la respuesta de las aerolíneas establecidas podría privar a los pasajeros de los beneficios de esta ola reciente de competidores.

Las aerolíneas chinas van subiendo en las clasificaciones mundiales a un paso impresionante. En el 2007, los pasajeros realizaron 184 millones de viajes aéreos en China; el año pasado, fueron unos 550 millones. El grupo comercial denominado Asociación Internacional de Transporte Aéreo predice que China superará a Estados Unidos como el mayor mercado mundial en los siguientes cinco años. Airbus y Boeing, los dos principales fabricantes de aeronaves para pasajeros, pronostican que durante las dos décadas siguientes las aerolíneas chinas comprarán más jets que las estadounidenses.

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Antes, los pasajeros que tenían la opción evitaban las aerolíneas chinas. Eran muy comunes los retrasos, con frecuencia sufrían accidentes y la comida era terrible. Sin embargo, tras algunas acciones concertadas para mejorar los estándares, han comenzado a ganarse a los pasajeros. La empresa de datos OAG calcula que en el periodo 2011-17 la proporción de asientos para pasajeros entre China y Estados Unidos en aerolíneas chinas aumentó del 37 al 61 por ciento.

Perder la batalla para transportar a las personas hacia China y fuera de ese país ya es un problema. No obstante, la amenaza que se cierne sobre las aerolíneas establecidas de todo el mundo va más allá. Justo cuando las aerolíneas del golfo Pérsico deciden ampliar sus operaciones y comienzan a ofrecer conexiones a los pasajeros internacionales a través de sus grandes centros en el Medio Oriente, también las aerolíneas chinas comienzan a hacerlo. Por ejemplo, la opción más barata para viajar de Londres a Australia ya no es vía Dubái o Abu Dabi, sino a través de Cantón, Shanghái o Wuhan. Las autoridades chinas han flexibilizado los requisitos para otorgar visas con el propósito de alentar este tipo de tráfico por conexiones.

El surgimiento de China como superpotencia en la aviación ha provocado dos respuestas de las grandes aerolíneas de Occidente, ambas predecibles, ninguna de ellas buena. Los europeos se quejan por el apoyo que reciben del gobierno, tal como lo hicieron cuando las aerolíneas del golfo Pérsico se convirtieron en una amenaza. Los directivos de Air France-KLM y Lufthansa claman ser las víctimas de "prácticas comerciales injustas". Todos cabildean para promover reglas que permitan a la Unión Europea imponer sanciones unilaterales a los rivales extranjeros que reciben subsidios, como las aerolíneas chinas, incluso antes de realizar investigaciones.

El hecho de que las aerolíneas chinas reciben apoyo del gobierno no está en duda. Sin embargo, la indignación de los rivales es de lo más descarada. Por todo el mundo, la industria de la aviación se ha desarrollado gracias al apoyo del gobierno. La empresa de investigación CE Delft calcula que las aerolíneas francesas reciben cada año 1.000 millones de euros (1200 millones de dólares) tan solo en subsidios energéticos. La imposición unilateral de sanciones quizá beneficie a las aerolíneas establecidas, pero limitaría las opciones de los pasajeros y los dañaría. Una batalla interminable por derechos de vuelo afectaría mucho más a Europa que a China, que se convierte con gran rapidez en un importante exportador neto de turistas.

Las tres grandes aerolíneas estadounidenses han decidido tomar otro rumbo. También están dispuestas a poner en juego la carta proteccionista cuando les conviene. Por ejemplo, American, Delta y United han emprendido acciones decididas de cabildeo en contra de las aerolíneas del golfo Pérsico. No obstante, en el caso de China, no solo detectan la amenaza, sino también la oportunidad. Pretenden establecer un tratado de transportación aérea (comúnmente llamados "de cielos abiertos") que permita a las aerolíneas volar desde cualquier aeropuerto de los dos países y también con destino a cualquiera de sus aeropuertos.

PRÁCTICAS COMERCIALES JUSTAS

En teoría, a los pasajeros les beneficiaría mucho un acuerdo de este tipo. En la práctica, los acuerdos de cielos abiertos le abren la puerta a las alianzas aéreas, que pueden gozar de inmunidad con respecto a las normas antimonopolio, por lo que pueden llegar a aumentar los precios. En el período 2006-16, la proporción del tráfico de pasajeros en vuelos largos controlada por este tipo de empresas aumentó del 5 al 25 por ciento. Tres alianzas aéreas de este tipo controlan casi el 80 por ciento del mercado trasatlántico. A las aerolíneas estadounidenses establecidas les encantaría crear alianzas con sus rivales chinas para dominar también el Pacífico.

A los pasajeros no les conviene el bloqueo ni que las aerolíneas se repartan la tajada. Lo ideal sería que tanto Europa como Estados Unidos trataran de concretar con China acuerdos de cielos abiertos, pero diseñados para promover la competencia en vez de acabar con ella, y que las alianzas aéreas no pudieran obtener inmunidad contra las normas antimonopolio. También sería ideal que los horarios de aterrizaje y despegue se asignaran de manera más justa para evitar que unos cuantos acaparen las mejores horas, y que además los apoyos del gobierno fueran transparentes.

Para nuestra mala fortuna, las probabilidades de lograr un acuerdo tan razonable con las aerolíneas chinas son escasas. Las crecientes tensiones comerciales entre Estados Unidos y China son solo uno de los motivos. El problema real es que a las grandes aerolíneas occidentales tampoco les gustarían esas políticas.

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