© 2018 Economist Newspaper Ltd, Londres. Todos los derechos reservados. Reimpreso con permiso.

Delta, United, Hertz y Chubb son algunas de las empresas que públicamente se han distanciado de la NRA y sus miembros A pesar de toda la controversia que despierta la Asociación Nacional del Rifle (NRA, por su sigla en inglés), la agrupación que cabildea a favor de las armas en EEUU, los estadounidenses de todas las tendencias políticas han tendido a considerarla casi inexpugnable. Por lo tanto, la NRA y sus cinco millones de miembros habían sido también clientes valiosos para las empresas. Pero después del último tiroteo escolar el 14 de febrero en la preparatoria Marjory Stoneman Douglas, en Florida, esto ha comenzado a cambiar. No solo se ha transformado el debate político, sino que también el mundo empresarial ha reaccionado.

El desaire de las grandes empresas comenzó una semana después del tiroteo. El 22 de febrero, el banco First National Bank of Omaha, dijo que los “comentarios de los clientes” lo llevaron a dejar de emitir tarjetas de crédito con la marca NRA. Los clientes enojados y los activistas iracundos (entre ellos, en primer lugar, los estudiantes de Marjory Stoneman Douglas), han impulsado una campaña en Twitter con la etiqueta #BoycottNRA (boicotear a la NRA), lo que ha ejercido fuerte presión sobre las compañías. En el lapso de unos días, varias empresas cancelaron sus descuentos para los miembros de la NRA, incluidas las aerolíneas Delta y United; la aseguradora MetLife; la empresa de software especializada en antivirus Symantec, y las tres empresas de alquiler de automóviles más grandes del país, Avis Budget Group, Hertz y Enterprise Holdings.

“NRA Carry Guard”, una póliza de seguro destinada a los miembros de la NRA para cubrir sus costos legales en casos de responsabilidad por uso de armas, apodada “seguro de homicidio” por sus críticos, fue abandonada tanto por Chubb, la aseguradora que la avala, como por Lockton, el corredor que la administra (en el caso de Chubb, la decisión se tomó hace meses, pero no se anunció sino hasta ahora).

El 28 de febrero, Dick’s Sporting Goods, un gran minorista, dijo que dejaría de vender rifles de asalto y aumentaría la edad mínima para comprar cualquier tipo de armas, de 18 a 21 años, además de declarar que “los pensamientos y oraciones no son suficientes”. Ese mismo día Walmart, otra gran cadena minorista, también anunció que prohibiría la compra de armas de fuego a los menores de 21 años.

Pero una reacción violenta contra estas empresas ya se está gestando. Los conservadores y los partidarios de los derechos de portar armas han prometido boicotear. Los republicanos del Congreso estatal de Georgia, a punto de aprobar un recorte de impuestos al combustible de aviación, destinado a beneficiar a Delta, con sede en Atlanta, han amenazado con retirarlo a menos que la aerolínea restablezca sus descuentos.

Las empresas que han optado por no hacer nada no enfrentan menos presión. Hacer notar que “se opone a los rifles de asalto… en manos de civiles” no salvó a FedEx de la ira liberal después de que la empresa de logística optó por mantener los descuentos en envíos para los miembros de la NRA. No importó que el descuento fuera parte de un programa rutinario que se ofrece a miembros de todo tipo de grupos grandes, incluida la Sociedad de Floristas Americanos. Los descuentos no son el único problema que ha surgido. Amazon y Apple, a su vez, se han enfrentado a llamadas de boicot por continuar transmitiendo NRA TV, un conjunto de canales en línea con programas llenos de contenido del grupo de cabildeo a favor de las armas de fuego (con programas como “Amor al primer disparo”).

Activistas y comentaristas de izquierda han pedido al sector privado que haga más. Los legisladores demócratas en Nueva Jersey planean presentar un proyecto de ley para impedir que los fondos de pensiones del estado inviertan en empresas fabricantes de armas. BlackRock y State Street, administradores de activos muy importantes a nivel mundial (el primero y el tercero, respectivamente), dijeron que hablarían con las empresas fabricantes de armas en sus carteras. La idea más radical que ha surgido hasta ahora, en The New York Times, es que los bancos y los sistemas de pago podrían bloquear las transacciones de armas de asalto, incluso si el Gobierno no presenta nuevas restricciones (aunque esto fue recibido con frialdad por la industria). Un banquero calculó que la propuesta era una "pendiente resbaladiza" que obligaría a los bancos a convertirse en improbables árbitros de la aceptabilidad moral.

¿Podrían las empresas hacer una diferencia en el control de armas? La propia NRA descarta la idea. Al acusar a las firmas que han eliminado los beneficios a sus miembros de "una vergonzosa muestra de cobardía política y cívica", la organización insistió en que estas empresas serían remplazadas con el tiempo por otras que reconozcan un valor en servir a sus afiliados. Pero con solo cinco millones de ellos, su influencia se deriva de hablar en nombre de un grupo más amplio de simpatizantes. Si el público en general es disuadido por firmas conocidas que están dándole la espalda, la NRA puede verse reducida.

En cuanto al poder de permanencia de las empresas, un cínico argumentaría que sus movimientos son impulsados por consideraciones de relaciones públicas. Una vez que el furor muera, es posible que digan poco sobre el control de armas. Pero ser vistas como oportunistas en un ambiente políticamente cargado podría dañar a las empresas, advierte Nien-he Hsieh, de la Escuela de Negocios de Harvard. Les conviene más ser congruentes, dice.

Sus propios trabajadores estarán observando de cerca. La presión de los empleados ha influido recientemente en varias posturas adoptadas por sus respectivas empresas. La postura de las firmas de Silicon Valley contra la prohibición de viaje a ciudadanos de varios países musulmanes del presidente Trump el año pasado, o la franca crítica de Kenneth Frazier, presidente ejecutivo del gigante farmacéutico Merck, cuando Trump se negó a condenar a los supremacistas blancos en Charlottesville, son solo algunos ejemplos. Una vez más, se espera que las empresas y sus líderes llenen el vacío dejado por la disfunción política.

Dejanos tu comentario